Theo no resultó ser el chico que yo esperaba, pero nos hicimos amigos, o algo así. Realmente no hablábamos de muchas cosas que no fueran el fútbol o juntarnos con el equipo a la hora del almuerzo. Salíamos a fiestas como dos chicos de nuestra edad, íbamos al parque de vez en cuando, pero no era nada especial como para formar una gran "amistad", pues su actitud continuaba siendo agresiva, aunque trataba de manejarlo. No podía entender cómo alguien guardaba tanto odio en su corazón, pero tampoco quería juzgarlo, no como mi madre siempre me había enseñado a hacer con las personas.
Mi vida siguió siendo la misma: la misma rutina, la misma gente, las comidas familiares incómodas, las discusiones entre mamá y papá, la indiferencia de Damian, los pleitos con Isabel... En fin, lo mismo.
Una mañana, bajé corriendo las escaleras, y mamá me regañó por hacer ruido, pero no me importó y seguí mi camino hasta la puerta, no sin antes pasar por la mesa para tomar una manzana.
—¿Estás bromeando? Casi pierdo el autobús porque te fuiste sin mí —escuché la respiración agitada de Elai al otro lado de la puerta de mi casillero.
—Lo siento, quise venir a pie. Presiento que hoy es un buen día —contesté, guardando los últimos libros, finalmente mirando el rostro cansado de mi hermano, quien hacía una mueca exagerada.
—¿Qué tiene de bueno? Es igual a todos los demás.
—No, porque hoy me vine caminando. Hice que fuera diferente —le di un golpecito con el libro en el pecho y sonreí antes de irme.
Durante este tiempo, me había dado cuenta de que si no quería aburrirme de mi vida antes de llegar a los cuarenta, la única manera de hacerlo era probar cosas diferentes. Eso me daba pereza, pero no perdía nada con intentarlo. Los dieciocho lo definen todo, así que debía hacer todo lo que quisiera antes de esa edad.
Sin embargo, algo que no disfrutaba mucho eran los lunes por la mañana, y la gente aglomerándose en los pasillos. Parece que la mayoría empezaba su semana con arduas ganas de estudio, y el resto de días eran como si no importaran. Así que lo primero que hice al ver llegar a más personas fue meterme al salón más cercano que tenía. El ruido de afuera fue opacado al cerrar la puerta.
Hoy decidí no tocar el piano. Sí, tal vez todos tenían razón y era un fraude para esto. ¿Para qué esforzarse en algo que por más que lo intentes no eres bueno? Tal vez era bueno para el playboy y no lo sabía. Nunca está de más intentarlo.
Empecé a inspeccionar todo en la sala. Nunca había entrado aquí y era nuevo para mí. Tal vez también debería cambiarme de salón. El mío es un desastre, y hay penes dibujados en las bancas.
Aquí había incluso una cabeza de águila, la mascota de la escuela. Iba a tocarla, pero el abrir de la puerta me asustó tanto, que lo único que se me ocurrió hacer fue recargarme en el mueble, cruzarme de brazos y pretender que era cool.
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Te Espero al Final del Mar
Teen FictionDamon recuerda con cada parte de su ser, a aquel niño que conoció alguna vez a la orilla del mar, con la música grabada en sus oídos, lo terso de su piel haciendo cosquilleos en las yemas de sus dedos, y su reflejo en aquellos ojos nuez. Y aunque es...