Capítulo 3. El misterio de los ojos nuez

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—Damon, ¿estás bromeando? —Elai entró al salón de música mirando mi desorden ocasionado con las partituras, estaban por todas partes: en el atril, el suelo—

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—Damon, ¿estás bromeando? —Elai entró al salón de música mirando mi desorden ocasionado con las partituras, estaban por todas partes: en el atril, el suelo—. ¿No fuiste al entrenamiento por lo que sea que es esto? —señaló. 

—Lo siento, es solo que yo...yo tuve un momento. De...de iluminación —un mechón me cayó en la frente. Evidentemente dormir cuatro horas no era bueno para alguien que acostumbra a dormir nueve.

Elai alzó una ceja, escéptico.

—¿Es parte de los artistas o algo? —hubo duda en su voz.

—Ah, voy a explicarte todo, pero ahora tengo que ir a buscar algo —derrapé por el piso hasta la puerta, deteniéndome en seco al caer de una de las hojas que sostenía.

—¿No regresaremos juntos? —él frunció el ceño afligido.

—Lo siento, Elai, vuelve sin mí.

—Estás muy ansioso. ¿Debería preocuparme?

Sí, hiperactividad y ansiedad no eran una buena combinación.

—¡Ya sé lo que necesito! —me reincorporé de golpe al recoger la hoja.

—¿Terapia?

—No, no —negué con la cabeza—. Un profesor.

—Ajam...¿tú no pensaste en meterte a clases desde antes? No eres muy listo, hermano —se rascó el mentón.

—Sí, sí, bueno ... .No importa, nos vemos después.

—Pero...

Iba a protestar, pero yo ya estaba corriendo lejos.

Me apresuré a encontrar a Ethan antes de que las clases iniciaran y tuviéramos tiempo para practicar, asomándome entre los salones y pasillos hasta dar con aquella cabellera castaña, cuando en el camino algo me hizo distraerme. O más bien, alguien.

—Sky —esbocé una sonrisa, deteniendo el paso abruptamente, quedando tan cerca de ella que mi corazón saltó más rápido de lo que por sí ya lo hacía.

—Damon —ella me devolvió el saludo—. ¿Por qué te ves cansado?

—Ah, entrenamiento con los chicos —respondí sin aliento y ella parpadeó repetidas veces, seguido de fruncir el ceño ligeramente.

—Hoy no te vi en el entrenamiento, por cierto —mencionó, mientras se asomaba una pequeña sonrisa por la comisura de su labio.

No presté atención a la falta de coherencia en lo que había dicho, pensando en la noticia de que ella iba a verme. Así que sin poder ocultar mi emoción pregunté:

—¿Tú vas al entrenamiento?

—Claro, a verte.

Mi rostro se iluminó y ella se puso ligeramente roja, carraspeando. Juro que fue como si hubiesen explotado millones de chispas.

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⏰ Última actualización: Jun 27 ⏰

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