alguien llegó.

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Dazai

Hacer enojar a las personas sin duda era uno de mis hobbies favoritos, no lo podía evitar y aquel nuevo chico del apartamento 512 era interesante, cada reacción y expresión que hacía eran divertidas de ver; había oído de que alguien nuevo llegaría a aquel apartamento y obvio que quería darle la mejor bienvenida, compré mi pastel favorito y fui al ataque.

Al tocar aquella vieja puerta con el número 512 en la parte superior me pareció buena idea seguir hasta desesperar a mi nuevo querido vecino; se abrió aquella puerta, me sorprendí un poco cuando tuve que bajar levemente la cabeza para mirarlo e hice un esfuerzo sobrehumano para no reírme.

Aquel parecía molesto por lo que decidí entrar antes de que la puerta se azotará en mi hermosa cara, no pasó mucho para que quisiera echarme de su departamento más sabía que ese obsequio haría su magia, cómo siempre. Dios, era demasiado lento; más también tuve un mal cálculo y no imaginé que aquel no tuviera mínimo algún plato.

Salí de su departamento sin decir nada dirigiéndome al mío, tome lo necesario como una pequeña espátula para partir el pastel, platos y cucharas para comer; mi departamento por otro lado no era muy lindo que digamos y sin embargo fue fácil encontrar trastes limpios.. no era que comiera en ellos o tan siquiera que comiera, en fin.

Al salir nuevamente para ir a dónde él noté que estaba por cerrar la puerta de su departamento y una sonrisa se volvió a formar en mis labios cuando ví esa cara de decepción. — Ahora podemos comer.

Dije una vez volviendo a estar frente a él. De mala manera me volvió a dejar pasar, volví a sonreír.

Creí que me abandonarías y comerías tú solo.

Dije mientras sacaba aquel pastel de la caja para partir dos pedazos de pastel, sentía la mirada de aquel chico casi atravesado mi cabeza.

— ¿Cómo era el anterior residente de este departamento?

Su pregunta me causo curiosidad, ¿por qué quería saberlo? cómo sea, podía aprovechar para molestarle.

El anterior era más amable que tú, sin duda alguna.

Recibí un gruñido de molestia por parte contraria; agarre el plato con pastel y una de las dos cucharas y me fui a sentar a su horrible sofá. — Y también..

Su atención fue a parar al plato con pastel sin dueño, me pareció gracioso que le prestará toda su atención el pastel que a mí. — Esa rebanada es para ti.

Me miró unos segundos y rodó sus ojos agarrando aquel dichoso plato al igual que la cuchara restante; me sorprendí un poco cuando noté que se dirigía hacía mi.. o más bien al sofá, se sentó a lado mío está vez prestando toda su atención a lo que tenía para decir.

— Cómo decía, el anterior era alguien serio pero un tipo agradable, en cambio termino suicidandose.

— ¿Por qué? — Vaya.. si que tenía curiosidad, suspiré.

No lo sé, ¿tú por qué te suicidarías? — No pensé que esa pregunta se la tomara en serio.

No lo haría, ¿tú lo harías? — Me respondió. No puedo creer que este por decir esto.

— Claro que lo haría, ¿por qué no?

Un silencio se formó, parecía que estaba pensando en una respuesta. — Porque si te mueres no podrás volver a comer pastel de zarzamora con queso.

Esa respuesta si que no me la esperaba; me solté a reír, este chico era demasiado interesante. Aquel solo me miró seriamente mientras comía su rebanada, así que no era broma, deje de reír un poco y decidí cambiar de tema.

Vale.. me ganaste, decía; en anterior vecino se suicidó, ¿sabes dónde se colgó?

Lo último lo dije de una manera demasiado seria, podía jurar que el contrario tembló un poco.. ya no estaba seguro si seguir molestándole más o no. Aquel me miró aún más con curiosidad y algo que se empieza debe terminarse, ¿no?

Aquí mismo, enfrente de este espantoso sofá se colgó.. así que no te preocupes si te jalan las patas de noche, es totalmente normal.

Terminando aquella frase la puerta del vecino de alado fue azotada, un momento muy conveniente la verdad y ver ese sobresalto del más bajo hizo que no lo pudiera evitar más y volví a reír.

— ¡Debiste ver tu cara! — Seguía riendo, mala idea por cierto.

Mi estómago comenzaba a doler, cuando noté que el chico se levantó, fue y dejo su plato en la mesa; yo seguí riéndome, el pastel en mi plato había desaparecido, era delicioso.

Ya comiste, ya vete.

— Oye, oye, era broma.

Dije entre risas, me levanté y dejé el plato quedando de frente a él, con una sonrisa me despedí.

Cuando laves mis trastes llévalos, bye bye Chibi.

Y sin más salí de ahí escuchando detrás mío una queja por el apodo con el que le llamé.

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apartamento 512 | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora