Capítulo 3

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El alcalde comillano llevó a Endelecio calle abajo hasta la playa, lejos de la gran cola que esperaba para ver al pequeño monstruo. Se sentaron en dos tumbonas previamente alquiladas por el alcalde y comenzaron a conversar. El alcalde preguntó:-¿Dónde ha encontrado usted esa especie de calamar extraño?

-Yo no lo encontré, señor alcalde. Fue mi amigo José, el pescador más veterano de este pueblo. Él me lo encontró ayer y me dijo que fue tras un día de pesca horroroso en el que solamente logró atrapar cinco piezas. En la red que utilizó para pescar encontró a aquel bicho raro. Me la llevó a mí porque yo tenía una pecera libre y podía encargarme de él.

El alcalde escuchaba con atención y asentía con la cabeza mientras tanto. Endelecio le había convencido con su versión y, después de asimilar completamente lo relatado le propuso algo espacial:-Mire, Endelecio, que a usted le conozco bien por los rumores que tienen que ver con ese monstruito ya tan famoso por Comillas, ¿qué le parece una simple oferta de dinero para quedarme con un 20 % del negocio? Ofrezco una suma más que interesante.

Endelecio se puso un poco nervioso antes de contestar:-Da igual la cifra que sea. Antes de hacer un negocio con usted debo consultarlo con mi amigo José. Estamos los dos metidos en esto, y probablemente él esté más involucrado.

-Hablo de 50.000 €. Estoy sacrificando casi todo el dinero del pueblo por una buena razón. No se preocupe, ya ha sido aprobado por los habitantes de Comillas. Sé que esto tendrá un éxito mundial, y por ello me la quiero jugar. Tengo el sueño de hacer de este pueblo una ciudad del primer mundo, ya sabe: nuevas tecnologías. ¿Qué le parece?

A Endelecio se le hizo la boca agua al hablar de tanto dinero, pero aún así logró mantenerse firme ante la tentadora propuesta:-¡No! Antes de zanjar nada debo hablar con José. El bicho es de su propiedad, ya se lo he dicho.

El alcalde lo miró un poco mosqueado:-Esta bién. Entonces, ¿qué tal si usted y yo vamos a pedirle opinión a su compañero? Estoy totalmente seguro de que no podrá rechazar mi oferta.

-Está bien. Vamos arriba.

Y dicho esto, volvieron al restaurante para reunirse con José.

**

Llegaron al restaurante de marisco y hallaron a José en la puerta vigilando la larga cola intranquilo. Trataba de controlarla, pero estaba creciendo progresivamente y la gente tenía prisa. No sabía cómo calmarlos,estaba metido en un aprieto.

-¡José!-llamó Endelecio sonriente.

-¡Endelecio! ¡No te lo vas a creer! ¡La cola ha crecido enormemente en estos quince minutos que no has estado! Lo malo es que no puedo controlar del todo quién pasa adentro y quién no.

-¡Bah, no te preocupes!-exclamó Endelecio risueño-¡Ellos ya saben que esta criatura es única y harán un pequeño esfuerzo de esperar! Por cierto, el alcalde quiere ofrecernos algo, que se me olvidaba.

-¡Ya tardaba usted, Endelecio!-replicó el alcalde muy borde- En fin, buenas tardes José. Me ha comentado su amigo Endelecio que es usted el propietario del pequeño monstruo-calamar. Lo sé porque le he ofrecido una cantidad de dinero bastante interesante y tentadora por llevarme un 20 % de la recaudación total y me ha insistido en que debía aclararlo con usted.

-Ajá, ¿de qué cantidad estaríamos hablando?

- 50.000 €. No se alarme ante tal cifra, querido José: la cantidad que me ofrezco a pagarle ha sido consensuada por todos los habitantes del pueblo en una suerte de referéndum. Yo sé del éxito que puede alcanzar esto, y por ello quiero ir con todo, arriesgarme de verdad. Y no lo hago por mi propio bien: lo hago por el bien de este lugar, Comillas, que por supuesto se merece estar posicionado entre los pueblos más modernizados y desarrollados de España. Esta es una tarea en la cual me embarcaré con mucha ilusión, pero no podré ponerme a ello si usted no me permite obtener ese porcentaje de las ganancias que usted pueda generar, aunque sé de primera mano que va a generar una auténtica fortuna. Piénselo, José: el futuro esperanzador de Comillas está única y exclusivamente en sus manos.

José se puso a pensar, mientras, sin él poder hacer nada para controlarlo, miles de dudas invadían su cabeza. El conocía de sobra las políticas corruptas del alcalde, y por ello no le consideraba una persona de fiar, y menos para ser socio de un negocio de tal magnitud. Tras meditarlo durante unos segundos, dio su respuesta:

-Escuche, señor alcalde. He de admitir que la cantidad de dinero que usted ofrece realmente me hace ver el interés que tiene usted depositado en este proyecto, pero literalmente hemos empezado hoy a ponerlo en marcha. Tendremos que esperar a ver si a la larga el buen recibimiento del público se mantiene o, en el mejor de los casos, aumenta, porque me parece un sacrificio realmente grande 50.000 € del dinero público de este maravilloso pueblo. En el caso de que hubiese pérdidas en lugar de ganancias, Comillas entraría en algo muy parecido a una crisis, y probablemente muy grave. ¿Entiende lo que le quiero decir?

El alcalde, lejos de mostrar interés y atención, soltó una risotada humilladora y contestó en tono burlón: -¡Ay, José! De verdad que tu inocencia y tu desconocimiento absoluto en el campo de los grandes negocios me enternece, pero estás bastante desubicado si piensas que este proyecto no va a triunfar. Yo entiendo que te has pasado toda la vida dedicándote a la pesca, cobrando un salario fijo, que suficiente o insuficiente, cobrabas sin necesidad de arriesgarte a perder tus beneficios. Ahora que tienes que enfrentarte a esta situación te entra una especie de pánico, tan penoso como entendible. Déjame llevarte de la mano, José. Yo te garantizo que en esta historia solamente habrá luz: no ocurrirá nada malo si estoy yo dentro. ¿Qué me dices?

A José no le gustaron nada las formas con la que el alcalde expuso sus argumentos (teniendo en cuenta también que parecía que le había perdido el respeto profesional tuteándole)  pero, por más que le doliera, debía reconocer calladamente lo bien que se defendía en las distancias cortas y la seguridad que transmitía, naciente o de la experiencia o, más probablemente, del interés. Pero no se iba a achantar, iba a replicar razonándole todo sin acobardarse, y así lo hizo: -señor alcalde: le agradezco su oferta, pero me parece que voy a rechazarla. No queremos más personas asociadas a nuestro proyecto, y menos un tipo tan arrogante e interesado como lo es usted. ¿Acaso se ha escuchado mientras me estaba hablando? ¿Acaso no se da cuenta de que ha sacrificado una importante cantidad de dinero que puede repercutir de una manera increíblemente negativa para Comillas si resulta que todo se va al traste? Yo creo, alcalde, que debería llamarse a sí mismo a reflexión. Lo único que tengo claro es eso, y por supuesto, como la decisión final está en mi mano, prescindiré de su condición de colaborador.

Muchos pueblerinos se amotinaron en torno a la escena protagonizada por el veterano José Calatrava y el abominable alcalde, con ganas contenidas de aplaudir al primero, por convertirse en la voz de la mayoría de habitantes del pueblo que no se atrevían a expresarse en contra del mandatario con esa libertad. Incluso José estaba nervioso durante la espera de la ansiada respuesta, que estuvo cargada de una ira gélida, y acompañada de una apabullante rabia contenida.

-Muy bien, José-declaró el alcalde-ya te arrepentirás de haber rechazado esta oportunidad única. Solo te pido, por favor, que recuerdes estas palabras. Que tengas un buen día.

Y dicho esto, dio media vuelta y se fue por donde había venido, ante la mirada incrédula y ansiosa del público expectante y al nerviosismo espasmódico de José, que se sintió, por alguna razón que desconocía, en absoluto peligro.

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