Era verano. Marzo. El año no me lo acuerdo.
—Otro año más en esta mierda, menos mal que ya es el último- dijo Yasmin con enojo.
Lo único que le gusta de todo esto, es poder sentarse al lado de la ventana para poder ver el estacionamiento y ver a la gente que pasa por allí. De repente vió a una mujer bajar de un auto con un mono floreado, y un blazer azul marino. No tenía idea quien era, solo sabía que no era cualquier mujer la que estaba por entrar al edificio.
—No voy a hacerte gancho con el profesor de literatura chuisi— dijo Yasmin casi gritando.
—Por favor, te lo pido de rodillas si es necesario, claro, no? A vos te registra, por eso no me querés ayudar, te juro que lo amo, no puedo vivir si no lo veo, respiro por él.
—No lo se, lo voy a pensar, pero no te prometo nada.
—Esta bien, pensalo, y pensá también que se trata de tu mejor amiga, no me dejes en banda.
—Buenos días— se escuchó una voz diferente, no estaban solas.
Era la nueva profesora. Cuando Yasmin se dio vuelta la expresión en la cara de la joven de 17 años cambió, era la misma mujer que había visto por la ventana. Suficientes palabras para mirarla mejor mientras sacaba un libro de contabilidad de su maletín. Petiza, ojos color miel, labios rojos. No sabía qué tenía esa mujer pero la ponía nerviosa, a cada rato la descubría observando su banco. Y como respuesta a esas miradas, Yasmin miraba, pero por la ventana (lugar que había elegido debido a su problema, claustrofobia).
Minutos después comienza a sentir pequeños codazos, mira fijo a Micaela que le hace seña que mire al frente. La profesora la estaba mirando con el ceño fruncido. — ¡Mierda, otra vez mi cabeza estaba volando!, pero esta vez no en la cocina o en la música, si no en los ojos de la nueva profesora, tenía sus ojos ya grabados en mi mente y no podía parar de reproducirlos en ella. — pensaba Yasmin.
—Señorita, quiere compartir con la clase sus pensamientos fuera de lugar? — dijo la profesora con una sonrisa irónica.
—No, gracias, le agradezco profesora, siga explicando.
—Gracias— contestó con un suspiro.
—Cómo se dio cuenta que estaba pensando cosas fuera de lugar, pervertidas?— le preguntó a Lucila, su compañera de banco.
—Será porque cada vez que lo hacés, te mordés el labio y te brillan los ojos— dijo irónicamente.
—Mierda, mierda, mierda— dijo atónita.
Terminó la clase de contabilidad. Ya era recreo.
—Me querés decir en qué carajo estabas pensando cuando la profesora estaba explicando? — preguntó Chuisi.
—Sé que va a parecerte rarísimo, pero ... en ella, en sus ojos. — dijo casi sin pensarlo.
—¿En ella? — dijo Chuisi eufóricamente.
—Sí, no se, esta mina tiene ese algo que le falta a mi vida, ¿vos viste cómo se mueve, la forma en que lo hace?, es toda una diosa del olimpo. — Dijo con un tono de ensoñación.
—Ay no!, no y no, Yasmín no te ilusiones con esta mina, no sabés si le gustan los hombres o las mujeres. Además, es una mina grande!— dijo Micaela sumándose a la conversación.
—Lo se, lo se, sé que no debo ilusionarme, pero... voy a tener que descubrir que le gusta, y creo que ya se cómo hacer. —dijo pasándose el dedo por la barbilla.
—Yasmin, te conozco, que vas a hacer? — dijo Lucila preocupada.
Lucila siempre estaba preocupada por lo que iba a hacer, tenía miedo de que se metiera en líos. En realidad las 3 estaban preocupadas con respecto a lo que la nueva profesora pudiera llegar a producir en Yasmin.
Al terminar el día, Yasmin fue al estacionamiento del colegio a buscar su bicicleta como cada día, cuando de repente siente un ruido, parecía una explosión. Se da vuelta. Era la nueva profesora, a la cual se le había caído la valija del baúl. Se acercó a ayudarla a levantar sus pertenencias.
—Déjeme que la ayude profesora. —dijo prácticamente titubeando.
—Muchas gracias. —le respondió ella, frase que acompañó con una leve sonrisa.
—Mi nombre es Yasmin, estoy en quinto bachiller, no se si se acuerda que me miró mal cuando yo estaba en mi mundo. Creo que por eso tampoco presté atención a su nombre.
—Si, te recuerdo perfectamente, mi nombre es Magdalena. —dijo, y soltó una pequeña risa.
—Magdalena...— dijo esperando a que la otra le dijera su apellido.
—Tortorelli, Magdalena Tortorelli. — dijo esbozando una sonrisa.
—Bueno, Magdalena, déjeme que la ayude a levantar sus cosas—
—No me trates de usted, me hacés sentir una vieja y tengo 34 años, tuteame. —dijo sonriente.
—Perdón— dijo con la cabeza gacha — Perdón que me meta, pero... ¿Por qué está con una valija llena de ropa en su auto? ¿Se arrepintió del colegio y se va? —dijo con una leve mueca de disgusto.
—No Yasmin, no me arrenpentí de venir a enseñar a este colegio, y sí, me estoy mudando acá a Capital. Soy de Lomas de Zamora, al igual que mis padres. — ¿Vivís lejos que estás con la bicicleta? —
—Más o menos, son unas 20, 25 cuadras, vivo en parque Chacabuco, pegado a caballito. —
—Yo vivo en caballito, querés que te alcance solo por esta vez ya que me ayudaste a levantar mis cosas? —
—No se profesora, no quiero ponerte en un compromiso, viste como es Sandra, la directora de estudios, ella es muy dura y estricta al igual que Adriana, la rectora. —
—Ningún compromiso corazón, en todo caso si se enteran yo daré las explicaciones necesarias, vos no te preocupes. —
Yasmin aceptó, dejó su bicicleta en el estacionamiento del colegio, al día siguiente se tomaría un taxi sin que su madre se entere.
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Ella rompió mi esperanza.
RomanceElla rompió mi esperanza es una historia de amor y suspenso que te va a atrapar. Una profesora y su alumna luchando por un amor, ¿imposible?, descubrilo leyendo.