Barbara se muda nuevamente a Lisboa para acompañar a su hijo en el inicio de clases en aquel país. Aunque esta vez llega a la ciudad de una forma distinta; separada del padre de sus hijos y con trabajo en Argentina.
Tanto Nicolás como Barbara lima...
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[***]
— ¿Y por qué decís que me rasco las bolas?.
Sergio miraba con media sonrisa hacia el sillón en el que estaba sentado Benja viendo algún dibujito. Por mi lado, me dediqué a mirar mal en dirección a Nicolás por las palabras que había usado nuestro hijo hace segundos. El progenitor tan sólo se hacía el boludo mirándose las uñas.
— Porque venís y no me servís ni un vaso de agua. — Señaló a Sergio con burla para después mirar en dirección al padre. — Eso dice mi papá, para que yo te diga a vos.
— Tu papá es un gil. — Le tiró un pequeño almohadon a su amigo qué lo atrapó sin esfuerzo.
— Ayer era lo más de lo más y yo una aburrida.
— Vos seguís siendo aburrida, pero Nico me decepcionó. — Se llevó la mano al corazón de forma dramática haciéndome virar los ojos con desgano ante el comentario. — Se me cayó un ídolo, mal ahí.
Decidí que era tiempo de irme de esta situación/discusión entre tío y sobrino cuando empezaron a sacar trapitos al sol.
Caminé a la cocina haciéndole una seña a Nicolás en el camino. Seguí el rumbo hacia afuera una vez que sentí los pesados pasos del padre de mis hijos a mí espalda.
— ¿Pasa algo?. — Se apoyó sobre la mesa que había en la galería con una sonrisa ladina. — ¿Me porté mal?.
— Siempre te portas mal, pero ahora no vamos...
— Castigame, mami linda.
Nicolás carcajeó cuando me vio llevar mi mano al puente de mi nariz con frustración.
— Perdón, mami linda.
— Quiero hablar serio, Nico.
Se puso serio por dos segundos antes de intentar esconder una sonrisa boba mientras se cruzaba de brazos.
— Hablemos serio entonces.
— Mañana viene el camión, quiero que me acompañes a la casa, hay cosas que me da miedo hacer sola. — A pesar de que hablar del tema mudanza le costaba, Nico sonrió con ternura al ver que necesitaba de su ayuda. — Sólo hasta que tengas que trabajar.
— Mañana no entreno. — Se mordió el labio inferior conteniendo la sonrisa al ver la sorpresa en mi cara. — Ya avisé que tengo algo importante que hacer.
— Bueno... — Me apoyé en el sillón frente a la mesa. — La cuna no la puedo armar, no puedo armar nada en general, en la habitación de Thommy.
— Ya está grande para cuna, ¿No? — Se pasó la mano por el pelo al ver mi respuesta negativa. — Hasta que tenga pelos en los huevos va a dormir ahí si es por vos.
— ¡Nicolás!, tiene tres años... Recién cumplidos.
— Yo nunca dormí en una cuna.
— Jesucristo santo, ya vas a empezar.
— Que se gane esa cuna, carajo. — Bromeó peinandose con una de sus manos. — No hay que hacerle la vida fácil a estos chicos.
Negué con diversión cambiando mi foco de visión de Nico al atardecer que caía en el final del patio trasero.
— Que lindo perfil tenes, wacha. — Volví a mirarlo con una sonrisa chiquita, negando con la cabeza para que no siguiera hablando. — De frente también, hija de puta... De cualquier ángulo, con razón tengo dos hijos hermosos.
— ¡Nicolás!, — Llevé toda mi atención a la puerta por la que habíamos salido hace minutos para evitar demostrar los nervios y el calor en mi cara. — No estábamos hablando de eso.
Se encogió de hombros una vez que volví a mirarlo.
— No estábamos hablando de nada, y mentiras no dije. — Se acercó algunos pasos hasta pararse frente a mi, dejándo mis piernas cruzadas entre las suyas. — Sos hermosa, mami linda.
