La entidad

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—Los años se van acumulando en nuestra historia de la nueva era, donde todo se observa claramente y todo transcurre a la perfección —decía Aidem mientras yacía de pie mirando hacia la ventana.

—Si, desde que pudimos contener a los Valluard hace 50 años, las únicas amenazas constantes son las entidades, todo esto, gracias a nuestra alianza, les agradezco a todos.

Cuando ella terminó de hablar, miró a las demás personas que se encontraban sentadas en la sala de reuniones mientras hacia un gesto con la cabeza en señal de agradecimiento.

—También estamos agradecidos, Allena, su tecnología ha beneficiado nuestras ciudades —Y antes de que pudiera terminar de decir otra palabra más, una voz masculina que resonaba un poco en eco, con un tono calmado, miró a Aidem y dijo.

—A pesar de tus palabras te veo intranquilo, Aidem, cómo si algo aquejará tu mente.

Aquel hombre se levantó de su asiento en dirección hacia la ventana mientras los demás en la mesa seguían conversando, él miró hacia abajo donde a lo lejos se observaban las verdes montañas y escuchó.

—No es nada, Kyrogen, sólo pienso en la profecía, aún con los años no logramos entender sobre nuestra evolución, recuerdo la primera vez que los vi, me quedé paralizado, ni con la ciencia podía explicar cómo habían llegado a nuestro mundo, ya han pasado más de 100 años desde que nuestras... —Él, se quedó en silencio unos minutos, intentando encontrar las palabras adecuadas para llamarlos, escuchando a Kyrogen responderle.

—¿Civilizaciones, ciudades, especies?, ya no importa, ¿o sí?, somos muy parecidos, Aidem, buscamos la paz, la armonía y la tranquilidad, y lo hemos logrado, cooperando como una sola nación, conectado nuestros mundos, mira allá abajo, las personas caminan ignorando el pasado, porque todos somos iguales, muy pronto, alguno allá afuera le tocará ocupar nuestro lugar, siendo elegido por nosotros y las personas, como el más apto para llevar al mundo a otra nueva era.

—Tienes razón, además tus institutos han instruido a los mejores... —En ese momento la puerta se abrió y los dos se apartaron de la ventana para recibir a las dos personas que entraban saludando al resto que estaban sentados alrededor de una mesa redonda.

—Hola, Saeyoumi, ¿también se te hizo tarde? —decía un joven como de 16 años que se acercaba a pasos apresurados para alcanzarla, ella sonrió al mirarlo y dijo.

—Hola, Haziel, no, bueno, sólo un poco, ¡oye!, solo dime Saeyou o Rim, te lo he dicho miles de veces, creo que lo haces para molestarme.

—Es verdad, aunque igual de las dos formas suena bien, Saeyoumi —Él se detuvo un momento al notar que ella había dejado de caminar y ahora se encontraba atrás, volteó para mirarla, viendo como su sonrisa en el rostro se iba opacando lentamente y resignada le dijo.

—Bueno, ya, dime como quieras —ella lo alcanzó y los dos continuaron caminando mientras platicaban.

—¿Por qué Rim?, sé que es más corto, pero, es tu apellido, podrían confundirte.

—Dudo que haya alguien con el mismo apellido en el instituto que yo, o no sé, Saeyou es más corto, mi nombre es algo largo si tuvieras que escribirlo, pero en pronunciación no es muy complicado —Los dos se quedaron unos segundos en silencio, hasta que Haziel, dijo.

—¿Qué tal, Sae? —Ella hizo una expresión de disgusto, respondiendo.

—Nooo, prefiero que sigas diciéndome Saeyoumi.

—Está bien —Los dos pasaron varias calles, viendo como algunos negocios encendían sus banners laterales donde presentaban imágenes animadas de lo que vendían.

La Nueva Era: EntidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora