Apóstol.

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Es increíble cómo la vida puede ser tan inteligente y astuta.

Todo lo que hagas, todo lo que te pase, va a tener su consecuencia en el futuro, no importa si es un acto de caridad o una violación.

Es natural decir que el ser humano tiene frenos inhibitorios y poseemos una capacidad intrínseca de distinguir qué es lo que está bien o mal. Pero el saber, es indispensable contar, no nos obliga a seguir la norma, y mientras nadie nos ve, la ley y la moral no existen.

Todo el living olía a cigarro y a aire viciado. Las ventanas estaban cerradas por el frío que residía afuera y, de vez en cuando, la luz que iluminaba el entorno de César titilaba. Su mujer se encontraba durmiendo en su habitación escaleras arriba, pero gracias a una pelea absurda y matutina, se negó a dormir con él.

Esto, desde hace meses, era así, choques entre ideales, problemas económicos y algo en especial también los atormentaba: no lograban tener un bebé. Esto quizá no sea sumamente importante hoy en día, pero para la esposa de César, tener un hijo no es solamente criar; es el coito, el embarazo, las contracciones, parir, los lazos de sangre. Quería insistentemente tener un hijo que tuviera ese trozo de ella y de él, pero no había forma de que un test de embarazo saliera positivo. Probablemente no estaban destinados, o probablemente uno de los dos no estaba haciendo las cosas bien.

La mente, la mente, la mente, piensa todo el tiempo que es culparse a uno mismo o a los demás, de vez en cuando es lícito mantenerse en un color gris, como el humo que salía de la boca de César, así tal cual. Él se desestresaba con el cigarro, con el hecho de destrozarse los pulmones un poco más; era relajante. Dejar los problemas atrás y concentrarse en pasar el humo por dentro de tu boca era una forma mundana de distracción, y constantemente él la aplicaba.

Hablé de ideales hace rato. César y su esposa tienen una visión sobre el mundo completamente distinta. Eso era algo que intrigaba a ambos mutuamente, pero se volvió un estorbo con el paso de los años. Ella era tan justiciera y fiel a Dios, mientras que César era... más bien inmanentista. Moderadamente egoísta, creedor de sus propios ojos como la realidad, cuestionador de las leyes morales, carente de virtud. Él creía que el ser humano dejaba de existir cuando su corazón dejaba de latir, y no había nada más allá.

Desinteresado en ver la hora, se paró de su lugar en el sillón y se dirigió a la cocina, que estaba a solo unos metros. Abrió la nevera y sacó una cerveza en lata. Una vez cerró la puerta, leyó por encima un nuevo imán que había sido colocado, obviamente por su esposa. "Retiro espiritual", pronunció en un murmullo, como si nadie lo pudiera escuchar. Abrió la lata y, mientras le daba un sorbo, sacó el imán de donde estaba pegado para verlo mejor. Tenía colores neutros, una imagen de Cristo hecho pedazos con una cruz encima y un número de teléfono."Retiro espiritual". ¿Qué significaba eso?

Dio un profundo sorbo a la lata y después se apoyó sobre la mesada de la cocina, poco erguido y concentrado en pensar. Sentía una curiosidad especial por ese anuncio en el imán despegado. Limpiándose las comisuras de los labios con los dedos, agarró su celular en su bolsillo y marcó con agilidad el número que estaba plasmado en el plástico.

Obviamente, eran las tres de la mañana y nadie iba a contestar, pero no perdía mucho por hacer el intento. Se sentó nuevamente con la lata de cerveza en la mano, en la misma zona del sillón, esperando a que la llamada fuera pasada al tono. Se exaltó con ligereza al escuchar una voz femenina salir del teléfono.

"¿hola? ¿Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón? ¿En qué le puedo ayudar? "

"Fua, no pensé que me contestarían a esta hora. Hola. Eh, vine por esta cosa del retiro espiritual, me interesa saber información."

"Claro, mire. Estamos ubicadas en Montevideo, si usted tiene nuestro panfleto seguramente en el costado de la izquierda va a estar la dirección exacta."

"Únicamente tengo un imán."

"Ah, oh. Bueno, entonces le dictaré el número, esto le servirá por si quiere venir y hacer alguna consulta."

"Perfecto. Montevideo y... ¿?""

"Juncal, 1383."

"13... 83, genial. Entonces, si voy para allá, me van a dar la información que necesito."

"Exactamente, todo lo que necesite saber se le será brindado."

"Ajá, ajá. Y, che, ¿te puedo hacer una pregunta aparte?"

"Claro, por supuesto."

"¿Qué haces que no estás dormida?"

"Bueno, señor, es meramente personal, puede decirse que soy una persona nocturna, y todas las hermanas se duermen demasiado temprano."

"Entiendo, entiendo. Y otra pregunta más."

"Dígame."

"Si voy para este lugar, ¿vas a ser tú quien me atienda?"

"Sinceramente, lo más probable es que no. Usualmente me ocupo de los visitantes únicamente por la noche. Eso sí, en los retiros tengo una participación activa, así que nos veremos seguido si usted decide unirse a nosotras."

"Está bien, lo voy a tener en cuenta. Muchas gracias por el servicio, jovencita."

"Es poco y nada, señor. Cualquier duda llame al mismo número o visítenos. Que Dios lo bendiga."

"Eso voy a hacer, lo mismo para ti. Buenas noches."

Cortó y, en un suspiro, dejó el celular a un lado, dando un último sorbo a la lata. Quizá este sea el tipo de "gurú" que él necesita para romper esa barrera entre opiniones. Él la ama y está dispuesto a hacer demasiado por mantener la paz con ella.

NOVICIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora