Uzui (23)
Zenitsu (20)“¿Qué más tengo que hacer?”
“Nada. Al final de cuentas nunca me escuchas”
Uzui bajo la mirada nuevamente decepcionado.
“Trato de mejorar esto…Lo sabes”
Zenitsu avanzo sin tapujos al agarrar violentamente la camisa del otro, tirándolo con dolor en la pared.
“No lo entiendes…”
“Si tan solo me dejaras créeme no estaríamos en esta situación. Tú no estarías así…” dijo con pena mirando las botellas de alcohol regadas en el suelo. “Estemos como antes, por favor” imploró.
Zenitsu sintió un nudo en la garganta. Golpeó el pecho de Uzui con fuerza como si aquello fuera lo suficiente para calmar la ira al ver lo bajo que ambos habían caído.
Sus brazos dolieron, y su corazón aún más al ver a Uzui sin siquiera inmutarse por sus golpes. Apretó sus labios al no poder callar sus quejidos. Su frente termino apoyada en su pecho, sus ojos no se despejaron el rojo carmesí en el suelo, en como sus zapatillas blancas absorbían la sangre en el suelo.
Uzui lo abrazo con fuerza al ver su sufrimiento. Zenitsu simplemente se dejó hacer cuando el mayor lo apretó con fuerza en sus brazos. Fue ahí cuando sus gritos y lamentos dejaron de hacer silencio.
“No te preocupes. Nadie sabrá tu secreto… Aunque lo hayas matado, yo nunca te culpare… mi amor”
Zenitsu se estremeció al sentir las manos del otro levantar su cabeza y tocar su rostro y como el olor metálico manchaba sus mejillas. Sus ojos miraron de nuevo con pavor la sangre de su padre teñir el rostro de Uzui.
“Nunca volverás a estar solo. Lo prometo” Añadió el mayor.
Uzui (24)
Zenitsu (21)
“Gracias por quedarte hoy” mencionó el anciano mientras cuadraba el dinero de la caja.“No es nada. Es mi trabajo” respondió Uzui con una sonrisa. Acomodó los últimos pedidos en el almacén.
Chequeó por segunda vez el inventario al ver los errores que habían cometido sus compañeros.
“Señor Kim. Creo que necesitaremos más productos para el área de lácteos. Las ventas han aumentado que no creo que lo que tiene alcance para este fin de semana” comento.
El señor Kim asintió. “Descuida, haré la orden de compra” Uzui le escucho decir.
Frunció el ceño al ver la tormenta caer con violencia en la cuidad.
Habían anunciado días antes sobre el ciclón que azotaría la costa del país, por ende esto afectaba gravemente a Busan. La cuidad que lo vio nacer y crecer.
Uzui apreciaba mucho al señor Kim. El hombre había perdido a su esposa e hijo en un accidente de tránsito hace más de treinta años. Había quedado solo y desdichado. Lo único que tenía era su pequeño negocio de abarrotes. Uzui sabia que el señor Kim lo había recibido en su hogar por el hecho de que decía que se parecía a su hijo. Solo por esa razón, no porque realmente quisiera ayudarlo, sino porque así podría consolar un poco su corazón por la perdida. A pesar de eso Uzui le tomo aprecio dado que fue como un padre para él cuando quedó huérfano a los doce años. El anciano lo había acogido en su hogar. Estaba muy agradecido por todo. Pero él ya no quería depender del hombre, por eso decidió independizarse a los dieciocho años.