¿Casarme? Seguro había oído mal, era ilógico que un desconocido estuviera pidiéndome matrimonio, ni siquiera éramos conocidos.
Algo debía tramar, si algo me había dejado claro mi divorcio, era no confiar en nadie más.
—Debe estar bromeando, ni siquiera sabe quién soy.
—No, pero no me hace falta averiguar tanto, como para ver que estás pasando por un gran y profundo sentimiento de soledad. Es la misma mirada que yo veo todos los días en mi espejo.
Era increíble, no lo conocía, pero ya había descrito mi sentir con tan solo verme.
—Escuche señor, en verdad lamento su condición. Oraré por usted, pero yo no puedo aceptar su propuesta, ni siquiera sé quién es usted. Acabo de divorciarme y casarme es lo último que deseo hacer.
—Sé que tienes desconfianza, es normal, pero puedo probarte que lo te digo es verdad.
—¿Cómo?
—El doctor que acaba de atenderte, es mi amigo.
Precisamente, en aquel instante, el médico salió del consultorio, parecía dirigirse a otro lugar, pero al vernos, se acercó.
—¡Rogelio! —dijo, tomando la mano de este para saludarlo—. Ya veo que se conocieron.
—Acabo de hacerlo —respondió con una sonrisa, el sujeto que acababa de proponerme matrimonio.
—Ya veo, y dime… ¿Estás llevando el tratamiento?
—Por favor, no entremos en esos detalles. Ya sabes que no tiene caso a estás alturas.
—Rogelio…
—Hoy vine a sacar todos mis papeles, no voy a volver. Pretendo disfrutar mis últimos días, y no pasarla en este lugar que solo huele a formol.
—Pero tú…
—Doctor, su paciente ha llegado —interrumpió una enfermera.
—Oh… Sí, está bien, hazla pasar a mi consultorio —agradeció a la enfermera, pero antes de retirarse se dirigió a Rogelio—. Eres mi amigo, yo no quiero…
—Tu paciente te espera, mejor ve —se apartó, dándole la espalda.
Vi la mirada del médico bajar con lástima, pero al final asintió y se retiró.
—Si es su amigo, ¿por qué no lo escucha?
—Ya no tiene caso. Mejor cambiemos de tema, y acepta mi propuesta, te juro que nada te faltará. Acabas de comprobar que el médico es mi amigo y si sigues con dudas, puedes llamar a este número —él me tendió su celular—. Es mi empleado, él puede darte información de mí.
—No, no hace falta —me negué—. Simplemente no creo que sea una buena idea casarme con alguien que apenas conozco.
—Escucha… ¿Me dices tu nombre?
—Soy Ana.
—De acuerdo, Ana. Yo no tengo mucho tiempo, y por lo que oí, estás embarazada, con una enfermedad que puede curarse, pero estás sola.
—Eso no es algo que debió oír…
—Como sea, pero dime, ¿no quieres darle lo mejor a ese bebé? ¿Curarte y cumplir tus sueños?
—Yo puedo trabajar, tengo manos que Dios me dio.
—Y yo también las tengo, pero Ana, las oportunidades como esta, solo se presentan una vez en la vida. Yo quiero que mi dinero lo maneje alguien que lo necesita, no unos codiciosos. Piensa en el futuro de ese hijo, nada les faltará.
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Ahora estoy divorciada
RomanceEn tres años de matrimonio, Ana no había logrado concebir, pero todo cambia cuando recibe un diagnóstico desalentador, y descubre que su esposo tendrá un hijo con su ex. ... Ana había vivido enamorada de Belial desde que era una jovencita, y su sueñ...