Sellando el trato

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— Me maltratas, me atacas, me golpeas y mataste a mi perro aun cuando yo te rogué que lo dejaras en paz— Roier enumeró cada acción que el oso había hecho la noche anterior.

Spreen por su parte, se sentía avergonzado mientras Roier le decía todo lo malo que hizo.

— Y aun así, tú vienes a mí... Humillándote implorando mi perdón— Roier habló, acercándose a Spreen— No tienes idea de lo patético que te ves, ¿No qué muy chingón? Aquí solo veo a un híbrido patético que llora por el perdón de alguien... ¿Tan importante soy para ti? ¿Tanto valgo para que tires tu orgullo a la basura?—

Spreen solo mantuvo la vista fija, Roier frunció el ceño y lo tomó de la playera.

— Te estoy preguntando algo, responde— Roier exigió y Spreen tragó saliva.

— Sos muy importante para mí...—

Roier al oír eso, soltó la playera de Spreen, luego le dio la espalda, caminando un poco, alejándose lentamente. Sin embargo, rápidamente se giró, levantando su mano derecha y lo siguiente que Spreen sintió, fue una fuerte bofetada que aterrizó en su mejilla izquierda, tan fuerte que tiró sus gafas oscuras al suelo.

— Mírame cuando te hablo— El castaño dijo acercándose.

— Perdón— Spreen dijo, mirando al suelo.

— ¿Qué te acabo de decir?—

Spreen rápidamente alzó la vista, mirando a Roier. La mirada del mexicano era tan distinta a la que siempre tenía, Spreen tenía miedo, pero tampoco se quería ir.

— Perdón— Spreen repitió, está vez observando a Roier, quien sonrió.

— Mejor— Roier habló, tomando el mentón de Spreen— ¿Sabes? Tienes unos ojos muy hermosos—

Spreen se mantuvo callado, ¿Debía responder? ¿Qué debía hacer? Joder, ahora mismo se sentía tan confundido y abrumado.

— Estoy seguro de que se verán mejor llenos de lágrimas— El castaño comentó, sonriendo.

Esa sonrisa asustó a Spreen.

— Si tanto quieres mi perdón, te va a costar— Roier dijo, parpadeando un poco sin dejar de ver el rostro de Spreen, observando su mejilla enrojecida— Y te va a costar mucho. Alguien tiene que enseñarte a ser alguien decente, no ser un puto loco—

— En serio haré lo que sea...— Spreen se calló en cuando la mano de Roier atrapó sus mejillas, el agarre del joven de poder arácnido era fuerte, sentía los dedos de Roier clavarse en sus mejillas.

— No hables sin mi permiso— Roier dijo con seriedad y soltó bruscamente la cara del pelinegro.

Spreen estaba a punto de decir perdón, sin embargo, supuso que eso traería una consecuencia más, así que cerró la boca.

— Vas aprendiendo— Roier dijo— Poco a poco supongo yo—

Spreen simplemente asintió en silencio, Roier al verlo, empezó a reír bajito.

— Ay Spreen— Roier habló, volviendo a verlo a los ojos— Te acabas de meter a la boca del lobo...—

Lo siguiente que pasó, fue que Roier comenzó a acariciar su cabello, la acción más gentil que Roier había hecho en el tiempo que llevaba en esa casa.

— No tienes idea de lo mucho que voy a divertirme contigo— Roier dijo y puso su sonrisa más normal en sus labios, Spreen nunca se había sentido tan intimidado por la sonrisa amigable del mexicano.

Segundos después, Roier tomó el rostro de Spreen para besarlo, fue un beso duro, fuerte y poco amables, pero aun así Spreen sintió una corriente eléctrica recorrer su columna de arriba hasta su coxis, haciendo que su cola se moviera de un lado a otro.

Y por extraño que pareciera, Spreen quería más de eso, quería que Roier siguiera siendo así de duro con él, pero es que al mismo tiempo, sentía cariño transmitido en ese beso.

Roier terminó aquel beso con una mordida en su labio inferior.

— Harás todo lo que te diga— Roier habló, aún teniendo el rostro de Spreen entre sus manos— Si quieres mi perdón vas a tener que pelear por eso—

Tragó saliva y asintió un poco, sabía que eso iba a ser difícil.

— Ahora, lárgate de mi casa— Roier ordenó, con voz grave— Apestas y todavía tienes mi sangre en tu ropa, pendejo—

— Yo, uh... Sí— Spreen respondió, sintiéndose ligeramente avergonzado mirándose la ropa— Espera boludo, está también es mi casa—

— Pues ya no— Roier le tomó del brazo y empezó a empujarlo fuera de la casa— Y ponte bonito porque mañana nos la vamos a pasar muy bien—

Tras decir eso, Roier tomo la cola de oso de Spreen, haciendo gemir al híbrido. Luego simplemente lo empujó y Spreen cayó al pasto, fuera de la puerta.

— Adiós— Dijo Roier y cerró la puerta con fuerza.

Spreen se quedó afuera, sonrojado, golpeado, besado, amenazado y con una erección creciendo en su pantalón.

— ¿Boludo, qué acaba de pasar?— Spreen se preguntó.

Continuará...

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