Parece que va a llover, el cielo se está nublando.

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Haru se encontraba saliendo de su club.
Ya eran las cinco y por fin la jornada escolar había finalizado. Se colocó su suéter, tomó su mochila. Miró hacia arriba, tratando de medir cuánto tiempo le llevaría llegar a su casa. La lluvia ta'ba potente.

Solo había unos cuantos alumnos por ahí cachando algún salón vacío para besarse o hacer cosas así. No tenía nada más interesante que hacer, su casa estaba sola, su hermana seguro llegaría más tarde, siempre se la pasaba en casa de sus amigas.

Bajó las escaleras, silbando, tenía tanto antojo de unos esquites. ¿Habría algún alma en pena bajo la lluvia que hubiese puesto su carrito de elotes? Uy, es verdad, le debía quince pesos a Baji por las copias de la clase pasada. ¿Las sandías amarillas que venden en el mercado serán sandías de verdad? Seguro están genéticamente alteradas. Si Haru pudiese tener algún superpoder, le gustaría ser veloz; muchas veces el carrito de los tamales se le escapaba en las mañanas. Cierto, mañana debía asistir al partido de básquet y sacar fotos para el club. ¡Pobre Mikey, lo compadece! Ser la mascota del equipo y usar una botarga bajo 30⁰ era una situación difícil. Sanzu había sido la mascota el año pasado hasta que se torció el meñique del pie.

- ¡Chanclas! Los dioses me están castigando. La furia de Tláloc se las está cobrando.

Haruchiyo salió de su trance cuando aquel rubio que se juntaba con el hippie de la escuela, comenzó a exclamar nombres de varios dioses aztecas que seguro lo estaban castigando por no rendirles culto.

Se encontraba en la entrada titiritando. Claramente, el tipo había olvidado su paraguas.

Los únicos que quedaban eran compañeros mayores. Del curso del rubio no había nadie, no era una opción el pensar que esperaba a alguien.

Akashi sacó de su locker sus zapatos y un paraguas; aquí solamente había dos opciones.

A) Fingía demencia y salía tranquilamente por la puerta para caminar con sus audífonos y romantizar su lindo paseo mientras los coches le salpicaban agua para mentarles la madre.

B) Se acercaba inocentemente sin esperar nada a cambio (no es como que el pelirosa deseara que alguien le diera un álbum de su artista favorito, por favor, quién podría querer algo cómo eso, duh) y le ofrecía su ayuda para entablar una linda amistad, ir juntos a la parada de combis más cercana y cuando se topasen el día de mañana en la escuela saludarlo y ser ignorado por el rubio porque quién es tan tonto para pensar que por compartir paraguas se convertirían en mejores amigos del alma.

Sanzu pensó que la mejor opción sería hacerse bolita en el piso y padecer una crisis de ansiedad.

Okay. No tan así, pero, si por algo era conocido el pelirosa precisamente, era por no ser tan amigable. Pero lo que nadie sabía era que Haru padecía ansiedad social. Entablar una relación con los demás era difícil para él.

Takemichi no era cualquier compañero. Ambos se conocían porque alguna temporada estuvieron juntos en el grupo de ajedrez, pero cuando el rubio trataba de sostener una conversación decente mínima de 30 segundos, Haru se paniqueaba, daba respuestas monótonas y buscaba cualquier pretexto para alejarse.

¿Con qué cara le ofrecería ayuda? No era fácil. A pesar de que Sanzu era consciente de que Takemichi necesitaba un maldito paraguas, también existía la posibilidad de que en algún momento llegase Ezra Miller disfrazado de flash y llevara a Hanagaki hasta su casa o que mágicamente parara la lluvia y saliese un arcoíris.

¿Por qué el arcoíris es tan gay?
¿Por qué los gais tomaron como símbolo los colores del arcoíris?
¿Los colores realmente existen o son una ilusión de nuestra mente?
¿Realmente tengo mente? Puedo tener dentro humanoides que controlen mis emociones.
Hablando de controlar, ya debería haber llegado el paquete de Amazon. Ese coche de colección a control remoto fue la mejor compra del mes. Debería ahorrar para un kit de esmaltes, el negocio de las uñas es bastante prometedor. Debería llamar a Taekomi y pedirle a sus compañeros que lleven a sus novias buchonas a la casa; podría aplicarles gelish. Uhm, ahora tiene antojo de una gelatina roja. Esperen, hace tiempo que no veía su sudadera roja, maldita sea, seguro Senju la volvió a tomar. Seguro debería-

parapluie · santakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora