Stigmatophilia

I

La música era alta y las luces cegaban a cualquiera y Emma no era la excepción. Ahí junto a aquel chico rubio de brillantes. Michael era su nombre, o quizás no lo era porque ella no lo recordaba y tampoco le interesaba.

Emma estaba ahí con aquel chico, algo que la protagonista no recordaba y -otra vez- no le interesaba.

Servirle a su amiga como segundo bate era algo que odiaba porque normalmente los amigos de quienes a ella le gustaban eran bastante... peculiares, por decir lo menos.

El alcohol en la sangre de la chica de enormes ojos grises hacía que todo se viera mejor de lo que parecía, ya tenía calor y para bajarlo quiso otro trago. Se alejó de su amiga y de los chicos esos para ir a la barra, dos shots y ahora esperaba que le prepararan un trago con la menta que odiaba.

¿Por qué pedirla si la odiaba? Simple, se emborracharía más lento al oponerse a beberla.

— ¿que haces tan sola? - "murmuró" una voz en su oído, era obvio que había sido un enorme grito que no se había escuchado Gracias a la música.

— Ya no estoy sola.

Media sonrisa surcó los labios de Emma, aquel chico de ojos dorados la miraba fijamente. Tenía ojos realmente hermosos.

La música se detuvo en el momento en que el chico frente a ella fue golpeado, otro idiota estaba sobre el y la multitud dentro de la discoteca estaba tratando de salir por la puerta más cercana.

Cobardes, aún no hay disparos.

Un albino se sumó a la disputa y uno que supuso era amigo del primero en lanzar un golpe hizo lo mismo. ¿Por qué estaban peleando? Oh, el alcohol la tenía tan confundida en ese momento.

Muy confundida.

Demasiado confundida.

Tan confundida que reaccionó cuando iba en la patrulla de policía.

— ¡Yo no he hecho nada!

— Guarde silencio.

Murmuró maldiciones todo el camino a la estación y en su mente buscaba cuál sería el policía más pequeño para así golpearlo, ya estaba ahí, sería bueno una verdadera razón, ¿no?

La metieron a una oficina y frente al oficial estaba un chico de cabello negro. Tomó asiento sin prestarle mucha atención.

— Ambos se metieron en una pelea en la misma discoteca. Llamaré a sus padres. Estarán decepcionados, jóvenes. ¿Nombres?

— ¡Yo solo estaba ahí! - habló Emma viendo a aquel rubio enorme.

— Nombres. - repitió nuevamente. El hombre era realmente enorme y la estación estaba completamente llena de policías, así que escapar no era una opción.

— Jason Garcia.

— Emma Guerrero.

El hombre salió de la habitación y ambos se quedaron en silencio. La chica lo miró de reojo y gracias a que el alcohol en su sistema iba desapareciendo poco a poco pudo recordar, el chico se metió a la pelea no recordaba en que punto.

Ella estaba nerviosa, sabía que sería su fin. Pero aquel chico estaba completamente tranquilo y hasta parecía satisfecho con todo eso.

Se rascó la cabeza y entonces lo miro con más detenimiento, piercings en su nariz y orejas, estaba segura que en su ceja podia ver uno; sus brazos llenos de tatuajes que eran simples frases sin sentido para ella y uno que otro "dibujo".

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Emma cuando aquellos ojos azules la vieron, se sentía como si estuviese leyendo su mente.

— ¿Te gusta lo que ves? - preguntó "Jason" con una sonrisa socarrona en su rostro, las mejillas de Emma se tornaron rojas.

Y maldijo a todo hombre con tatuajes y piercings y se maldijo a ella por tener una pequeña obsesión con ellos.

Y para el colmo este parecía ser el más idiots pero sexi de todos.