One more time

28 2 14
                                    

One more time
20/04/23

Había una vez hace no mucho tiempo, una niña de tez trigueña, no era blanca, pero tampoco era morena. La niña tenia unos pequeños ojos color marrón oscuro, su cabello—al igual que sus ojos— eran color marrón. Sus grandes y marcados chinos siempre llamaban la atención.

La niña siempre tenia una sonrisa en la cara y amaba comer con su papá cada que él llegaba de trabajar.

Un día visitó a su abuela, siempre iban así que estaba feliz. En casa de su abuela, se llegó la hora de la comida, y, como era costumbre todos platicaban entre todos.

Al terminar de comer se fue a ver al espejo, a ella le gustaba lo que veía, ella misma se consideraba bonita.

Su abuela, estaba a un lado de ella observandola. La niña le sonrió y se siguió admirando en el espejo. Su abuela minutos después le dijo:

—Deberías dejar de cenar— La señora se acercó a ella y se planto a un lado de ella y le toco los rollitos de su cadera.

La pequeña no entendía a que se refería su abuela

—Mira, tienes estas llantas, es por comer galletitas y churritos, deberías dejar de hacerlo. —Termino por decirle su abuela

La niña volteó para atrás a ver a su mamá, ella solo asintió con la cabeza dándole la razón a su abuela.

Al final del día, su madre, y hermano menor se fueron de vuelta a su casa. Llegó su papá y como de costumbre cenó con él.

La voz de su abuela estaba repitiendose una y otra vez en su cabeza mientras comía y por primera vez....perdió el apetito

Los años pasaron y la niña se obsesiono con su apariencia. La preadolecencia llegó y la joven por primera vez a sus catorce años se saltó una comida

El tiempo pasaba y la niña cada vez se sentía más insegura de su cuerpo, pasaron los meses y ya no solo era una comida, eran dos, después, fueron todas.

Ella intento parar por qué le asustaban los fuertes dolores de cabeza y los constantes mareos. Pero cada que ella intentaba parar había una voz qué le decía: "Come, anda, come como la cerda qué eres"

Cumplió quince años y la joven no veía cambios en su cuerpo, estaba delgada si, pero por que ella había crecido, tuvo muchos cambios gracias a la adolescencia, pero no era suficiente, ella no era suficiente.

Dos o tres meses después de su cumpleaños vómito por primera vez en un ataque de pánico, ella se araño el cuerpo con lágrimas en los ojos cada que lo hacía. Y no, no eran del dolor físico, los rasguños qué ella se estaba haciendo ni siquiera le dolían, no sentía nada.

Ella necesitaba sentir, sentir algo mas que ese nudo en el pecho y el de la garganta, ella necesitaba dejar de sentir asco hacia si misma.

Con quince años se sentó por primera vez frente al baño, y vómito el asco hacia ella, vómito la culpa por haber comido, vómito todo lo que sentía y al final, ella sonrió, por que, por fin había dejado de sentir el dolor que minutos atrás sentía.

Después de ese suceso, ella podía comer, claro, sin olvidar esa voz qué le decía "ya no comas" esa nunca se iba. Pronto la joven se fue acostumbrando a esa voz, la hizo su amiga y su peor enemiga a la vez.

Gracias a eso, la chica comía durante una temporada, pero después dejaba de hacerlo, ya no vomitaba pero ahí estaba el impulso. La joven le mentía a sus padres diciendo "No tengo hambre, comí bien en la escuela", cuando ni quiera había desayunado.

Un día, después de ver a una persona que anteriormente en el pasado le había echo daño, tuvo otro ataque de pánico.

Primero, empezó siendo un ataque de ansiedad, ella inocentemente creyó qué podía manejarlo, al fin y al cabo, ya estaba acostumbrada.

Pero no cesaba la sensación de falta de aire, ella se asustó y empezó a llorar, cerraba los ojos y lo sentía a él, tocandola, tocando sus pechos, apretandolos, sentía su respiración en su nuca.

Respirar, solo tienes que respirar

Se decia a sí misma

Pero no podía. Sus manos empezaron a sudar y a temblar, su cabello ya se pegaba a su frente y cuello gracias al sudor, ella sentía que todo su cuerpo temblaba.

La joven ya estaba desesperada, y fue corriendo al baño, abrió la taza y cayó de rodillas. Por segunda vez había vomitado, y la sensación de alivio fue inmediata.

Se dio una ducha y al terminar, se miro al espejo, y le dijo a la chica del espejo:

—Eres fuerte, solo respira y sonríe. Eres bonita, solo sonríe y se amable y lo tendrás todo.

Sin darse cuenta se estaba volviendo una narcisista. Pero ¿A quien le importaba?, solo ella era importante y eso era suficiente.

Pasó tiempo y se graduó de la secundaria, tenía el corazón roto, pero el cerebro le funcionaba a la perfección. Así que a la única preparatoria a la que aplicó, fue aceptada.

En la preparatoria hizo amigos, pero todo empeoró. Estaba dejando de comer por completo.

Un día después de la preparatoria, se metió a su baño para ducharse, pero tenia un nudo en la garganta, se observo en el espejo y se dijo:

La seguridad es una mascara de la inseguridad. Eso eras tú Ashley, pero ya no más, eres una cosa o no eres nada. — La joven suspiro tratando de retener sus lágrimas.

Siempre que ella se encontraba sola, nunca podía aguantar las ganas de llorar, así que lloró, lloró hasta que le dolió la cabeza, lloró hasta que respirar se volvía complicado y en medio de lágrimas ella sonrió

Oh ella había muerto, pero como no hubo sangre nadie se dio cuenta. Ella era la puta ama, ella, así como el libro era una perfecta mentirosa

Cada que ella salía de las cuatro paredes de su cuarto, o de su casa. Era una actriz perfecta, ella se ponía esa mascara qué sin darse cuenta ya se le había echo costumbre traerla todos los días.

One more time Hanna, you can with this and more.

Las cicatrices del alma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora