♫Prólogo♫

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Ximena

“El dolor sigue ahí en mi pecho
Y tiene intenciones de hacerse más profundo
Me está cortando lentamente la vida.
Es horrible sentir como estoy sintiendo en estos momentos
No quiero hacerlo más, quiero que todo esto se detenga,
Ya no quiero sentir culpa, ya no quiero sentir que me ahogo,
Yo ya no creo poder con esto, esto me supera a mí y con creces
Estoy en un laberinto el cual no tiene salida y solo pido…”

…El bolígrafo cayó al suelo…

El sonido que hizo al caer sonó como un eco. Ya no podía seguir escribiendo, sus fuerzas habían abandonado su cuerpo. Pudo sentirlo, sentir cómo su corazón que martillaba fuertemente en su pecho comenzaba a disminuir sus latidos. Se obligó a no llorar, pues hace mucho tiempo no lo hacía, así que, no le era difícil contener las lágrimas, pero sí era imposible para ella dejar de sentir ese dolor tan lacerante que quemaba sus entrañas, esa culpa que amenazaba con mandarla más a fondo del abismo, ese desespero que estaba a
punto de llevarla al borde de la locura; y Ximena ya no quería sentir nada, quería con desesperación blindarse o desaparecer en todo caso.

Sintió cómo golpeaban la puerta de su habitación con fuerza, pero el sonido de los golpes se le hacía lejano, como una rimbombancia apenas audible. No vio quien estaba frente a ella, pues su vista estaba borrosa, aún no lograba procesar cómo fue que entraron, ella había cerrado con seguro la puerta de su habitación, incluso la del baño en donde se encontraba en estos momentos, tirada en el suelo, junto a su cuaderno, el cual ya tenía varias hojas manchadas de sangre.

Oía gritos.
Sintió golpes en sus mejillas.
Enfocó su vista hacia unas figuras con ropa azul.
Al fin no sentía nada, por fin lo consiguió.

Y antes de que todo se volviera completamente negro, se dedicó para ella misma una débil sonrisa, pues sabía que se acercaba su fin, ya podía descansar… sentía como se le escapaba la vida, y con su vida, todos sus monstruos.

Pero qué equivocada estaba, pues su vida aún no había terminado, y su
tormento apenas estaba comenzando.

♪ ♫

Axel

Caminaba con dificultad por las calles en medio de la penumbra y totalmente desconcertado. Era un manojo de respiraciones pesadas y aceleradas, de rabia y dolor. Su corazón recientemente despedazado palpitaba más rápido de lo normal y los ojos le picaban a causa de las lágrimas que estaban a punto de
escaparse. Se detuvo frente a un local cerrado y a través de las ventanas pudo observar su demacrado rostro. Se sentía patético, se veía patético, corrección,
era patético.

Tenía un ojo morado, la ceja partida, el labio inferior le sangraba y le dolía su costado izquierdo; además de los moretones de su rostro y cuerpo, tenía su ropa sucia. Aún no salía de su asombro, le costaba creer lo que había pasado; todo marchaba perfectamente hace media hora y ahora siente que todo su mundo se derrumba en mil pedazos.

“Ingenuo” se reprendía mentalmente,
“Idiota” se decía casi riendo, casi llorando.
“¡Reacciona ya!”

Comenzaba a desesperarse y por más que reunió toda la fuerza que aún le quedaba, no pudo contener sus lágrimas, se derrumbó en medio de la calle, ahí se partió en pedazos; buscó a tientas la pared y se recostó en ella, poco a poco se fue deslizando hasta caer al suelo. Tembloroso, palpó sus bolsillos hasta encontrar su celular, debía buscar ayuda, porque sabía que no podría solo.

- ¿Axel? ¿Todo bien, amigo? – contestó su amigo luego de tres repeticiones
- No – dijo con dificultad.
- ¿Estas sólo? ¿Dónde estás? ¿Voy por ti? – desde la otra línea su amigo
comenzaba a desesperarse, intuía que su amigo no se encontraba bien.
- Si… Necesito que vengas por mí, por favor – cada vez se le hacía más
dificil hablar
- Dime donde estás.

Llegó su amigo después de 5 minutos, acompañado con dos chicos más, entre los tres lo subieron a la camioneta y manejaron hasta llegar a un pequeño garaje que habían comprado el més pasado, el cual estaban adecuando para acomodar sus instrumentos ahí.

Entre todos, curaron sus heridas, mientras éste les contaba detalladamente qué había pasado. Ellos sólo se dedicaron a escuchar a su amigo intentando animarlo y esperando que pronto quedara todo atrás. Pero había una herida que ni Axel pudo curar, estaba muy dentro de su corazón. Juró protegerlo, no abrirse de esa manera a nadie, no confiar en nadie más y no hacer lo que a él le hicieron.

Esa fue su filosofía desde entonces…
Ese fue el momento, en que el niño dulce e inocente quedó atrás, dando paso a un nuevo Axel.

Mi Melodía FavoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora