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—Che, mira.

Roier escuchó al hibrido, pero no le presto tanta atención. Quería creer que le hablaba a Shadoune o Rubius. Llevaba días sin prestarle atención más que para presumirlo como si fuera de su propiedad.

Sin embargo, una mano fuerte lo tomo del hombro con fuerza, enterrando levemente sus garras. Roier se quejó.

—Mira cuando te hablo.

Dijo Spreen con cierto resentimiento por ser ignorado.

Señalo el inicio de una cueva subterránea. Había un camino de antorchas que se desvanecían hasta el interior de la cueva. Las luces tenues y cálidas contrastaban los materiales, haciendo que relucieran. Pero se veía que ya había sido explorada.

—Parece explorada.

El hibrido ignoro las palabras de Roier y empezó a bajar para la cueva.

El castaño miro a su alrededor en busca de Shadoune o Rubius, ni siquiera se dio cuenta que ya no estaban, siguió todo este tiempo a Spreen creyendo que irían a pescar o al drop que hace tiempo había caído. Volvió a mirar la entrada de la cueva y Spreen lo esperaba con los brazos cruzados recargando su espalda en la piedra. No podía descifrar sus intenciones, los lentes oscuros y sus nulas reacciones lo llenaban de incertidumbre.

Era demasiado vanidoso como para sonreír sin tener que burlarse de los demás.

Bajo con cuidado hacia el hueco de la cueva, Spreen se adentró a la cueva sin mirar atrás y Roier lo siguió. En lo profundo de la cueva solo había huecos enormes y minerales que no eran tan primordiales, como el cobre. Su vista se fijó en unos sobresalientes carbones que afortunadamente dejaron, Roier saco de su mochila un pico de hierro pues, a diferencia de Spreen, Roier no tenía una granja de lava en sus hornos. Estaba escaso de carbón y ya no podía depender del carbón vegetal, se gastaba demasiado rápido. Y para farmear experiencia, requería suficiente carbón.

Estaba a punto de picar, pero se vio interrumpido en un rápido movimiento, Spreen le había arrebatado el pico aventándolo lejos, empujo al castaño hacia la pared, volteándolo. Roier siquiera pudo objetar porque unos labios finos se lo impidieron. El pelinegro lo arrincono con un beso poderoso y feroz. Sonrió entre el beso y deslizo sus ansiosas manos dentro de la ropa del menor. Tomando el mando. Enlazo su cuerpo al del castaño, friccionando y presionando su pelvis con la contraria.

Roier, sorprendido, sentía muchas emociones encima de él, pero se vio opacada por los chasquidos y la demandante atención del mayor. Entonces, cedió por completo al capricho de Spreen.

La noche comenzaba a caer y los rayos de sol eran cada vez más débiles. Los gemidos y los gruñidos hacían eco en el túnel de piedra. Dos cuerpos mezclados en intimidad. Spreen besaba el cuello estirado de un descontrolado castaño mientras embestía con firmeza, perdido en el placer y los gemidos roncos de Roier. Sin embargo, su burbuja reventó en cuanto sus orejas captaron un sonido extraño que no provenía de su chico. Se levanto en segundos y saco de su mochila un hacha de diamante encantada, afilada y con la agarradera desgastada. Dejo que sus orejas supervisaran los sonidos, captando cada uno de ellos, queriendo encontrar de nuevo el sonido extraño.

Roier pregunto con una voz ronca, pero el hibrido lo silencio. Pronto le arrojo al castaño su ropa.

—Vístete, pero ya.

Mientras se vestían los dos, Spreen quedo en alerta por un buen rato esperando el más mínimo sonido. Podía escuchar a la lejanía los gruñidos y ronroneos de los monstruos, las risas de las brujas y los traqueteos de los arqueros. Nada lejos de lo normal. De inmediato su mente comenzó a ideal un plan. Pensó en que cueva habían llegado, que tan lejos estaban de la zona de pesca, si pudiesen llegar a sus respectivas casas antes que cayera por completo la noche. Se replanteo todo el recorrido recordando en que zona se encontraban. Sus orejas se movían hacia diferentes direcciones así que se dirigió hacia la salida.

Hold on Tight !¡ spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora