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—Tenemos que hablar.

Dijo Roier con confianza mientras miraba la espalda estrecha del pelinegro limpiando su mochila, tirando ítems que le estorbaban. No recibió ninguna respuesta, pero sus orejas parecían atentas.

Se estaban preparando para ir a un drop que pronto sería anunciado.

Había un plan por parte de Shadoune que, a regañinas, acepto el oso. Tal vez por eso estaba su humor más insoportable que normalmente. Aunque era desconcertante la idea de que Spreen no lidere su propio team. Pero no se metería demasiado en las riñas entre ambos experimentados.

El cierre de la mochila escuchó y vio cómo se la colocó sobre su hombro. Parándose en frente de él.

—Te escucho.

Pasando a lado de Roier, dijo sin mucho interés. Nuevamente Roier lo siguió detrás hasta un árbol con un panal y el pelinegro comenzó a sacarle trozos de miel.

—Spreen.

El suso dicho gruño cuando fue picado por una abeja en un descuido y de un rápido movimiento destruyo el panal junto con las abejas. Desquitándose, también.

—¡Si, si! ¡Te escucho! Mierda...

No estaba de buen humor. Siquiera sabía si iba a ser buena idea hablarlo mientras estuviera en ese estado, no era tan viable ahora. Spreen maldijo varias veces en voz baja tomando la miel sobrante del panal.

Justo cuando iba a hablar, la alarma de las coordenadas del nuevo drop llamaron la atención de Spreen, y de inmediato se movieron los dos para reunirse con los demás.

Sin embargo, cuando Roier vio a Aldo y Mariana se alarmó.

Se supone que ellos no irían. A ambos le quedaban una vida, era demasiado riesgoso para ambos. Mientras que Shadoune hablaba y señalaba el mapa para elegir el camino más corto y evitar que otros llegaran antes que ellos, se acercó a sus amigos.

—¿Qué hacen aquí?

—Shadoune nos invitó.

Dijo Aldo de inmediato, recibiendo asentimientos del más alto. Algo no cuadraba, pero nuevamente no pudo hablar porque Spreen lo tomó del brazo. Todos se separaron a diferentes direcciones y no pudo siquiera despedirse de sus amigos. Tampoco no pudo ver a dónde se dirigieron.

Roier se sentía indignado.

Siguió al pelinegro hasta que él se detuvo abruptamente en una montaña alta debajo de árboles robustos. La tarde estaba encima de ellos y los mosquitos estaban molestando.

Todavía no habían llegado, de hecho, faltaba cerca de 500 bloques. Estaba confundido y quedo aún más cuando Spreen se descansó debajo de un gran árbol.

¿Qué demonios?

—¿Por qué nos detuvimos?

Roier se quedó mirando los nulos gestos del pelinegro, esperando una respuesta al menos, pero se le veía concentrado en algo más lejano.

—Fueron ordenes de Shadoune.

Al fin soltó con un resentimiento en la voz. Roier frunció sus tupidas cejas.

O estaba tan acostumbrado a los planes casi suicidas de Spreen o de verdad no entendía porque se comportaba de esa manera. Desde aquel día, Roier intento hacer distancia entre ambos, pero también desde aquel día Spreen se veía más terrible que antes.

Era más grosero y su humor estaba tan sensible que hasta lo más mínimo podía hacerlo saltar a golpes. Cosas sin importancias comenzaban a estresarlo. Rubius y Shadoune estaban notoriamente molestos con él. Y no entendía por qué.

Hold on Tight !¡ spiderbearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora