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Roier corría en medio de la noche hacia las coordenadas del drop.

Su corazón estaba a mil por hora.

Era una gélida noche totalmente despejada y guiada por la luz de la luna. Los mobs estaban por todos lados gruñendo y obstaculizando el camino, era el momento en donde más salían. No llevaba su armadura puesta y su desgastada espada de diamante quedaba a menos de un uso para destruirse.

Viralizó un grupo en lo alto de una montaña al lado del drop.

Mientras recuperaba el aliento, se dio cuenta de lo plagado que estaba de enemigos.

Las pilas de madera y de piedra le dejaban en claro los intentos por llegar a los cofres. Había cimientos de lava por todos lados, burbujas de lava reventaban mientras eran acompañadas por cientos de gruñidos dispersos. Las cajas especiales estaban casi encima de los generadores de monstruos.

A simple vista era arriesgado.

La mayoría de los monstruos soltaban partículas rosas y amarillas, estos eran especiales, más fuertes y difíciles de matar. Tenías que estar lo suficientemente preparado para poder matarlos, de lo contrario, te destruirían sin piedad. Era una de las principales razones por las que iban en grupo. Ir completamente solo y a tu propia voluntad, era arriesgado por no decir que suicida.

Eran muy pocos los que se atrevían a ir sin compañía.

Roier siguió su camino hacia la montaña, empezando a escalar. Casi cerca de la cima, comenzó a escuchar un barullo; estaban discutiendo.

—¡... podemos bajo tierra!

En cuanto se asomó, el primero en darse cuenta de su presencia fue Mariana. Ni siquiera sintió el momento ni pudo reaccionar rápido cuando su cuerpo flotó mientras el más alto lo cogía de la playera y le proporcionaba un golpe justo en su quijada. No era normal que Mariana perdiera la cordura y respondiera con violencia, el hombre era más alto que el promedio, aquello era suficiente para intimidar a los demás.

Pero ahora lo miraba con un odio y resentimiento que le perforaba su alma.

Roier en un reflejo llevó su mano sobre su quijada adolorida. Estaba perplejo, anonadado, un simple golpe por parte del más alto fue más que suficiente para proporcionarle corrientes de dolor por la parte superior de su cuerpo. Y agradece que no le propinará más.

Sin embargo, en un pestañeo Mariana fue derribado.

—¡¿Querés morir?!

Spreen gruñó empuñando con fuerza su tan preciado y peligroso machete encantado. Frenesí, fuera de sí. Cargaba encima un coraje que nublaba por completo su cordura, como si fuese un fuego elevado que estaba dispuesto a atacar con la mínima provocación.

Mariana, deprimido, no podía contener más su llanto.

Missa se acercó a Mariana para tratar de consolarlo y ayudarlo a levantarse. Quackity por otra parte, con un semblante de angustia, intentó acercarse a Roier pero Spreen estaba de por medio, intimidando con un semblante desquiciado.

Rubius encaró a Spreen a pesar de su estado.

—¡Animal de granja!

Desde el comienzo, ambos híbridos mostraron una cercanía singular que resaltó a simple vista. Spreen era más impulsivo sin establecer tanto contacto con los demás a diferencia de su contrario que siendo más meticuloso, usaba su labia para acercarse a los demás. En momentos de frenesí en donde parecía que nadie podía detener al híbrido azabache, Rubius se encaraba hasta sofocar su ira.

Roier lo vivió cuando Spreen estuvo a punto de matar a Shadoune.

Algo que simplemente había empezado en una pequeña competición de quién tenía mejores encantamientos, escaló al punto en el que ambos estaban preparados para enterrar sus armas uno al otro comparando quién era más fuerte. No hubo nadie que intentará detener las acciones de Spreen, hasta que Rubius llegó de su expedición.

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⏰ Última actualización: Jul 23 ⏰

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