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Quería tomarse un tiempo para sí mismo. Dejar de pensar en el porqué de los hechos y centrarse en el presente.

Pero no podía evitar preguntarse "¿Por qué lo sigo amando incluso después de lo que me hizo?".

Contemos por fin lo que ocurrió en el pasado, lo que dejó a Roier con el corazón destrozado.

Spreen se había mudado a la misma ciudad que Roier, hace más de dos años apróximadamente. El castaño desde que lo vió fue capaz de reconocer a lo que llamamos "amor a primera vista". Le gustaba mucho, sin embargo le restó importancia porque después de todo era algo pasajero, o porque tal vez no era amor lo que sentía sino que era atracción al encontrar lindo a aquél pelinegro.

Todos los días se juntaban a conversar, comer o simplemente disfrutar de la compañía del otro sin palabras de por medio que interrumpieran el cómodo ambiente.

En su mayoría, se miraban en una cafetería que usualmente no tenía muchos clientes por lo que el ruido era escaso y ellos podían hablar sin problema, teniendo de fondo el rico olor a café con leche.

Luego de varios, muchos meses de hecho, Roier se dió cuenta que lo que sentía por Spreen no era tan pasajero como él pensaba.

Se sentía tan confundido, y más en aquellos días en los cuáles Spreen no aparecía para pasar el rato juntos. Cuando él no llegaba, se sentía tan vacío.

Pasaban incluso tres días y Spreen seguía ausente, para luego aparecer por arte de magia y esquivar las preguntas que el castaño le hacía al respecto.

Se convirtió en una rutina por al menos un mes. Roier lo extrañaba tanto, y tal vez si le contaba sobre sus sentimientos al pelinegro, este no faltaría tanto a sus juntadas. Quería pensar que le correspondía, dejenlo ser feliz.

Llegó el día en el que iba a ocurrir lo que tanto ansiaba. Por suerte Spreen llegó a la cafetería, sin embargo lo notaba diferente. No quería pensar de manera negativa, pero algo dentro de sí mismo le decía que nada iba a salir bien.

"Tengo que decirte algo importante" Empezó Roier a hablar, fue interrumpido inmediatamente por Spreen.

"Yo también tengo que decirte algo".

"¿Puedo hablar primero?" El mayor asintió. Se sentía tan nervioso, no sabía ni qué era lo que iba a decir o cómo decirlo, ¡No se había preparado mentalmente para eso!
"Ah, lo que pasa es que... Me gustas" Cerró sus ojos con fuerza, sintiendo su corazón latiendo lo más rápido que podía. Su rostro estaba completamente rojo, no le gustaba verse así en realidad. "Espero que no te moleste esto, pero es la verdad. Hace meses que me gustas, ¿Podría decir que estoy... incluso enamorado de tí?"

La había cagado, ¿Cierto?

No escuchaba ni un solo ruido de parte del otro. Ahora sentía miedo y una repentina tristeza. ¿Y si ahora le daba asco y ya no quería seguir siendo su amigo?

Hasta ese momento continuaba con los ojos cerrados, decidió abrirlos ante el silencio de Spreen.

Su expresión era difícil de describir. Su ceño estaba fruncido, tal como si estuviera molesto, ¿Tan malo era lo que le había confesado?

"Vos no me gustás, Roier" Y fue ese momento exacto, en el que su corazón se rompió en mil pedazos, probablemente imposible de reparar.
"Y no me vas a gustar nunca. ¿Sabes? Ya no quiero que me hables, eso era lo que quería decirte." Capaz fue parte de su imaginación intentando recuperar un poco de esperanza, pero pudo notar como la voz de Spreen se quebraba a medida que las palabras salían.

"¿Como...?" Quería llorar, definitivamente. Spreen tomó su corazón e hizo de él lo que quiso. Lo pisoteó, lo rompió, lo tiró al abismo para finalmente escupirle. Pero no podía odiarlo.

Detestarlo, desear que se fuera, querer jamás haberlo conocido, tenerle rencor. Hizo todo eso, pero nunca, nunca lo odió.

"Lo que oíste. Así que no me busques, no me llames, no me esperes, porque no voy a volver." Se levantó, y se fue. Así nada más.

No le bastó destruir el corazón del menor, sino que también se lo llevó con él, adónde sea que haya ido.

Roier también salió, se dirigió a su casa pero no aguantó más. Lloró en todo el camino, las personas solo lo quedaban viendo como si estuviera loco, poco le afectó las miradas. Solo quería dejar de sentirse así. Quería que su alma no se sintiera tan vacía.

Porque después de todo, había perdido a su amigo a causa de sus estúpidos sentimientos.

Llegó a su casa y entró a su habitación, se aventó a su cama la cual se sentía tan fría. Las lágrimas no dejaban de salir y el dolor no desaparecía. Deseaba arrancarse el pecho con tal de no sentir aquellos sentimientos.

El chico de tan solo dieciocho años, lloró tal cual un niño aquella noche fría y solitaria, abandonado y tirado por quien más amaba.

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2023 ⏰

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