No podía más. Literalmente, no podía con nada. Incluso respirar era un esfuerzo sobrehumano para mí. Quizás habían pasado dos días desde la última vez que comí un danone, o un sándwix de pavo. Quién sabe. Miraba a mi alrededor a duras penas, y veía bolsas con comida pasada, platos llenos, paquetes de cosas que cogía para disimular. Olía mal, a cerrado. Incluso yo olía a cerrado. ¿Cuánto tiempo haría desde la última vez que salí de casa? ¿Una semana? ¿Dos? No sé. A pesar de que pasara todo el día durmiendo, el tiempo transcurría muy despacio. Me solía despertar llorando, con pesadillas de todo tipo, que resultaban ser mi vida. ¿Qué me había pasado? Estaba desperdiciando mi verano, el cual llevaba esperando tantos meses. Toda mi vida se había visto destruida, y yo no había podido pararlo. ¿Qué ha pasado, joder?
Todo empezó cuando empezaron a meterse con mi peso. Al principio fue sólo una chica, pero más tarde se unió otra, y dos chicos más. ¿Qué les había hecho yo a ellos? ¿Y a ella? Había sido una pelea, una discusión como otra cualquiera, ¿por qué trataba de hundirme?
Empecé a hacer deporte. Y a dejar de comer. Y a hacer más deporte.
Y seguían metiéndose conmigo.
Y empecé a vomitar.
Y seguían metiéndose conmigo.
Y ya no sabía qué hacer. Lo hacía todo para adelgazar, y las burlas no cesaban. Y nadie hacía nada para que pararan.
Dejé de llevar pantalones cortos.
Y seguían.
Y empecé a autolesionarme, porque nada podía calmar mi ansia, ni mi tristeza. Y tuve que dejar de enseñar los brazos.
Dejé de hacer tantas cosas. Dejé de mirarme al espejo, de hacerme fotos, de salir a la calle. Dejé de sentirme persona.
Y aquello tan sólo acababa de empezar.
