Los jóvenes luchaban con valentía, pero no podían evitar sentirse abrumados por la cantidad de taínos que se multiplicaban sin cesar.
-¡Tenemos que encontrar una manera de detenerlos! ¡No podemos luchar contra ellos para siempre! -gritó Marie a sus amigos.
-¡Sí! Pero primero necesitamos reducir su número -respondió Isabella, lanzando uno de sus campos de fuerza. Los taínos se movían con agilidad, saltando y esquivando los ataques de los jóvenes.
-¡Necesitamos pensar en un plan! -dijo Antonio, lanzando pequeños cubos de piedra.
-Algo no está bien, no puedo escucharlos y ni siquiera tienen la piedra.
-¿Cómo pueden multiplicarse entonces? -preguntó Joseph, lanzando patadas y puñetazos a los taínos que se acercaban.
-No lo sé, pero tenemos que encontrar una manera de detenerlos antes de que sea demasiado tarde -respondió Marie.
De repente, un fuerte estruendo resonó en el lugar seváltico y los taínos se detuvieron en seco, parados en orden como si fueran soldados. El sacerdote emergió de entre las sombras. Todos notaron rápidamente que tenía un collar con un pedazo de la piedra original. El ambiente se había calmado y la brusquedad del viento se había detenido.
-No luchen más jóvenes, han demostrado su valentía. Vengo en son de paz. Les pido disculpas por el malentendido, pero necesitaba poner a prueba sus habilidades. Cada uno de ellos lo miraron confundidos, sin saber qué hacer o decir. Sin saber si hablaba en serio o solo les quería tomar el pelo.
-¿Qué quiere de nosotros? -preguntó Ezekiel, volviendo a su forma humana. El sacerdote los miró, con una sonrisa enigmática en su rostro y fijó su mirada en el grupo.
-Quiero su poder -susurró. Una energía oscura y ominosa empezó a acumularse en sus manos, formando un extraño resplandor que hacía temblar el aire alrededor de él. De repente, lanzó un rayo de energía punto cero hacia el grupo, una fuerza destructiva capaz de congelar todo lo que tocaba. El rayo era de un color azul intenso, parecido a un relámpago que parpadeaba violentamente mientras se movía hacia los jóvenes. A su paso, la energía punto cero dejaba una estela de hielo que se extendía por todo el suelo. El sacerdote avanzó lentamente, con una risa siniestra. "¿Qué piensan hacer ahora?", preguntó con burla. "No tienen escapatoria".
Todos estaban inmovilizados, incapaces de hacer algo. "Nadie puede detenerme, ni siquiera ustedes, insignificantes mortales. ¿No ven todo el poder que tengo? Soy el elegido de Dios, su voz en la tierra, y ustedes son simplemente peones en mi juego. ¿Qué piensan hacer ahora? ¿Luchar contra mí? ¡Ja! Estoy en control de todo aquí, y pronto lo estaré en todas partes. Mi poder crece cada día, cada segundo, y nada lo detendrá. ¡Nadie se interpondrá en mi camino! No importa lo que intenten hacer, no podrán evitar mi ascenso al poder supremo".
La voz del sacerdote resonaba en el aire, llena de amenazas y advertencias, pero de repente, un fuerte chillido interrumpió sus palabras. Miró a todas partes buscando la procedencia del sonido, pero sólo encontró la enigmática sonrisa de Marie. De repente, un grupo de domiratas se abalanzó sobre los taínos, eran un grupo más grande que cualquier otra manada que hubieran visto. En medio del caos y el ruido ensordecedor de los ataques de las domiratas, el sacerdote perdió la concentración y la conexión con la energía que salía de sus manos hacia los jóvenes. Rápidamente, ellos aprovecharon esta oportunidad y se liberaron de su prisión mágica. David arrebató el collar del sacerdote, y en un instante, todos los taínos desaparecieron, como si habían adquirido la capacidad de multiplicarse gracias a la piedra del sacerdote. Antonio creó una gran bola de tierra gigante que fue lanzada con velocidad hacia el sacerdote, quien cayó inconsciente al suelo. La victoria era suya.
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LARIMAR: Un misterio bajo tierra © (BORRADOR)
FantasyESTE BORRADOR ES LA PRIMERA VERSIÓN DEL LIBRO, así que probablemente tenga algunos errores de estilo, cohesion, entre otros. En la tranquila ciudad de Barahills, los jóvenes Antonio, Marie, Isabella y David se embarcan en un proyecto universitario q...