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-Caro, amor, en serio tienes que quedarte quieta.

Tomé la pequeña cintura de mi hija y lo volví a colocar a mi lado en el auto, yo ya estaba acostumbrado al Ferrari de Carlos por todas las veces que me llevaba a clases y me traía de regreso, pero para Carolina, un auto tan bonito interiormente no pasaba desapercibido, esta era como la tercera o quizás cuarta vez que la volvía a sentar, ya sea evitando que quiera entrar entre el asiento del piloto y del copiloto para llegar a los botones o queriendo apoyar sus pies sobre el asiento trasero, sea como sea, no deseaba que ensucie o rompa algo que definitivamente costaría más que mi vida. Por decisión mía, me senté en la parte trasera con ella, Carlos estuvo de acuerdo para que cuide de Caro, pero quizás debí considerarlo mejor, en este tipo de autos era extremadamente complicado estar sentado atrás, porque solían tener más espacio los asientos de delante, eso sumándole que encima algunos Ferrari ni asientos traseros tenían, por no mencionar que este solo contaba con dos puertas, no cuatro, como los vehículos comunes.

-Quizás para la próxima la deje conducir.

Arqueé una ceja ante el raro comentario, Carlos estaba tan relajado, con un brazo colocado sobre el apoyabrazos de su lado y el otro sobre el timón, él miraba al frente, pero sabía que su oído estaba más atento a lo que sucedía con mi hija.

-Claro, lo que digas-. Respondí irónico ganándome una mirada por su parte, aunque usó el espejo retrovisor para conectar su avellana mirada con mis ojos verdes.

-Está bien, Charles, no seas controlador, deja que Caro se divierta.

-Si la suelto, te hará chocar.

-Ella solo quiere tocar, creo que, si la dejas, ya le quitaras la curiosidad.

-Sí, claro-. Rodé los ojos y acomodé a mi pequeña por no sé qué número de vez. Escuché a mi hija bufar y retorcerse para que la deje, quejándose con sus constantes. -Papáaaaa-. Eran tan adorables. La acerqué a mí y le di un pequeño piquito en los labios, sacándole una sonrisita cuando por fin se quedó quieta y la senté sobre mi pierna, más relajada. - ¿Y cómo se supone que sabes tanto sobre bebés?

-No lo sé, estoy suponiendo cosas-. Respondió Carlos después de un largo silencio.

Ignorando el ambiente algo incómodo que se formó, me dediqué a mirar por la ventana del precioso auto, Carlos me había comentado que era un 812 Competizione, o algo así, me dijo que fue creado por el presidente de la compañía Ferrari, también Carlos dijo que tenía otros autos en la casa de sus padres, pero que este era su consentido, no quise preguntarle por los otros, seguro mi billetera lloraría de solo imaginarse los precios de los demás vehículos. Si lo pensaba mejor, ni siquiera tenía idea de a donde nos estaba llevando, quería preguntarle y sacarme de dudas, lo hice, de hecho, pero más de una vez me calló con movimientos de cabeza y sonrisas cómplices que no entendía, así que al final solo subí a mi hija y a mí en la parte trasera y dejé que nos lleve hasta el fin del mundo, daba igual, un paseo era un paseo.

Cerré mis ojos por lo que consideré fueron unos segundos, aunque al parecer estaba equivocado, sentí el ligero movimiento en el auto y cuando abrí los ojos, Carlos ya no se encontraba en el lugar del piloto. Me desenrédese rápidamente y cuando volví a ver a mi pequeña Caro, ella me señaló hacía un lado. - ¡Ahí ta! -. Dijo con su apenas ronca voz, volviendo a removerse en mis brazos, queriendo bajarse.

𝗧𝗵𝗲 𝗣𝗘𝗥𝗙𝗘𝗖𝗧 𝗼𝗺𝗲𝗴𝗮. 𝐂𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora