La apuesta

253 31 23
                                    

Pablo no podía ni cerrar los ojos estaba totalmente desvelado y no había más remedio, se paró. Era de madrugada, se escuchaban los típicos ruidos nocturnos tanto ambientales de pájaros, grillos, árboles zarandeándose con el viento hasta las respiraciones pesadas e incluso ronquidos vibrantes de sus compañeros.
Caminó hasta el baño y al entrar se encontró con algo que jamás hubiese imaginado. Otamendi estaba en el piso de rodillas con la cara mirando hacia arriba con ojos cerrados y la boca abierta, Alejandro estaba parado frente a él con su pene descubierto y expulsando orina amarilla brillante de este en la boca del de abajo.

Cuando Pablo entró e hizo ruido con sus pasos, Gómez se dio vuelta mientras continuaba su acción, el de cabello con rulos huyó hacia la puerta con la tripa revuelta. Para su infortunio se topó con el dueño de su insomnio, Lionel Scaloni estaba frente a él en la puerta del baño queriendo ingresar. Un revuelto iba a salir por su boca, no era momento para encontrarse con él, no después de cómo lo había encontrado antes en el mismo espacio.
No obstante, Pablo debía cubrir a sus compañeros de habitación de cualquier manera y sobre cualquier sentimiento.

— Permiso — con voz carraspeña.

Lionel miraba a Pablo que obstruía el paso hacia el baño. Él tenía que distraerlo de alguna forma, no iba a moverse.

— ¿Qué haces despierto a esta hora? Es raro que te levantes tan temprano y te duermas así de tarde —
Pablo exhalaba nerviosismo y en esos momentos habla hasta por los codos, Lionel lo miró extrañado y notando el cambio en la persona que tenía en frente. Sus mejillas estaban rosadas delatándolo.

— Me levanté para mear, permiso — le tocó el torso como queriendo moverlo pero el otro se quedó firme. — ¿Qué mierda pasa adentro Pablo? — lo miraba serio esperando a que confiese.

— Otamendi estaba vomitando y no quiere que nadie lo vea, me echó a mí y no creo que te quiera ver a vos — expulsó lo primero que se le ocurrió como excusa.

— Ajá —levantó ambas cejas arrugando sus ojos.

Lionel no le creía nada, sin embargo, su vejiga no le permitía ni estar parado. Se fue hacia la puerta trasera al lugar de siempre. Pablo lo siguió inquieto, cuando atravesó la puerta vio a Lionel de costado a un árbol cerca del mástil de la bandera, enseguida la figura se escondió por completo detrás del árbol. Pablo no alcanzó a ver nada solamente su silueta moviéndose.

— ¡No hacía falta que me siguieras a mear! —

Pablo ahora de daba cuenta de lo que estaba haciendo.

— Perdón no me dí cuenta —

Lionel salió de detrás del árbol ya subiéndose la bragueta del uniforme y se encaminó hacia donde estaba Aimar hasta quedar a unos centímetros.

— ¿Me vas a decir qué pasa realmente ahí adentro o me vas a seguir mintiendo con la cara de angelito? —

— ¿Qué te imaginas que estaba pasando? — sabía que nunca podría adivinar tal situación por eso, decidió sacar provecho de esta embarazosa situación.
— Pará, si adivinas te doy algo y si no vos me tenes que dar algo — sus ojos brillaban con la mistura de luz de luna y la iluminación del farol que impactaba en ambos.

Lionel se rio ante la actitud repentinamente juguetona del menor.

— Acepto — levantó su mano como para sellar el acuerdo pero Pablo no la estrechó, lo miró con asco.

— Acabas de mear y no te la lavaste, sucio — ambos rieron. — Dale, ¿Qué crees que estaba pasando? —
Pablo sonreía esperando su respuesta, Lionel pensó un poco antes de decir algo.

War CupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora