Cigarrillo

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Lionel caminó el trayecto desde el tronco hacia la puerta pasando sus botas por el humedecido pasto debido al rocio, subiendo las escaleras antes de la entrada con el peso de Pablo aferrado a su cuerpo.

Al dejarlo en el piso el borracho bufó.

— Quiero estar con vos, no huyas — un puchero se formaba en su labio mientras miraba con ojitos de bambi su cara un poco relajada por su pedido.

— No huyo de vos — tomó su cintura acercándolo a sus finos labios pero sin concretar el beso.

Se miraron a centímetros con la tenue luz cálida que aportaba el farol del frente. El joven se inclinó para juntar ambos labios, sus suaves carmines se complementaban a la perfección con los del comandante. Dedicó caricias a su amplia espalda e incluso a su nuca, Lionel pasaba la suya por su espalda baja y en la conjunción de su abdomen y cintura. Se separaron para buscar aire y se encontraron con los orbes brillosos del otro.

Con los labios lubricados, el azabache fue el primero en hablar.

— Anda a dormir, mañana arrancamos temprano — peinó un rulo que caía en su frente.

— Ya te dije que si no es con vos no — sonrió tontamente con sus ojos achinados y llevó su cabeza al pecho de Lionel, sin abrazarlo. Simplemente presionando con su sien el centro de sus pectorales.

Scaloni acarició los rulos de su nuca y lo abrazó por la cintura cerrando sus ojos. Pablo se había convertido en su debilidad en esa persona por la cual mataría para protegerlo de todo mal.

Dejó un osculo en su cabellera rulosa sintiendo el dulce perfume de esta e intentó ponerse firme alejando la figura del más bajo de él.

Pablo entendió el gesto y su silencio, se acercó parándose de puntitas para dejarle un beso fugaz en el cachete y se dirigió a la puerta con una melancolía cruzando su corazón.

— Buenas noches, Lio — miró su filoso rostro.

— Buenas noches, Pablo —

Al atravesar la puerta y cerrarla detrás de él suspiró profundamente. Sentía su sangre recorrer sus vasos sanguíneos más rápido junto a un corazón que bombeaba más ruidoso de lo habitual. Dio pasos imprecisos con el mareo y llegó a su cama, al acostarse en ella lo único que llegó a su mente es que esta no era tan cómoda como la de Lionel.

Se acostó boca arriba cosa que no debería hacer en ese estado, sin embargo, sabía que no podría dormir.

La puerta de su habitación se abrió lentamente después de una hora aproximadamente. Un Lionel aún uniformado apareció en la puerta sorprendiendo a Pablo. En la oscuridad de la pieza vio la sombra inconfundible acercarse a su cama y dejando un vaso de seguramente agua en su mesita de luz.

Pablo sentía su corazón hincharse sin medida, cuando Scaloni iba a irse lo detuvo con su mano agarrando la suya dándole un pequeño susto.

— Tenes que dormir — susurró casi inaudible.

— No puedo — aún por lo bajo Aimar comunicaba con su voz sus sentimientos.

Lionel resopló, no podía dejarlo solo y a la vez él no quería estar sin el menor. Se había formado un magnetismo en su interior donde el cordobés era el fuerte iman que buscaba mantener siempre cerca.

Tomó fuertemente su antebrazo llevándolo a la puerta entreabierta, caminaron en silencio y salieron a su lugar predilecto.

A Scaloni le parecía mucho prender la lámpara de la entrada así que buscó a un costado un farol de esos antiguos pero echos recientemente tan así que se prendía con un interruptor, no obstante, su luz era mucho más agradable que la otra.

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