𝓅𝒶𝓇𝓉𝑒 𝓉𝓇𝑒𝓈

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–El convento, aquel lugar sagrado donde millones de cosas pasan, ese día había llegado un joven oso morado, el cual su nombre aún no es muy claro...¡Pero tiene sus papeles junto a él!, Lavanda, su nombre es Lavanda...ese día había ingresado Lavanda, junto con aquella promesa que había hecho al mismo aire para poder salir y casarse con su amado, eso lo juro con todas sus ganas, sabía que tenía que ser "bueno" para poder salir de ahí de manera rápida, sabía eso muy claramente...

–Buenos días..–Comentó Lavanda a uno de los Padres que estaba ahí, no sabía que ese mismo día le iban a dar una lección "especial" acerca de él respecto y porque los gays son malos, según aquel padre.

–No hablen con tu boca llena de blasfemias, gracias a Dios que te han traído aquí junto a mi y a la iglesia, tus padres ya se fueron, ahora es cuando les digo que deben de cuidar a los niños con severidad y mano dura o pasan están cosas...–Dijo el padre, para ahora tomarlo por la muñeca, caminando con molestia.

–Porfavor no haga eso, me duele mucho aún mi muñeca, mi padre me lastimó, me duele realmente muchas zonas....–Decía Lavanda, con la voz más temblorosa y temerosa posible, no sabía a dónde iban, pero ese padre sí que caminaba muy rápido, intentaba seguir el paso, pero sus patas eran cortas.

–No me importa, no me interesa si te duele, Dios te mandó ese castigo y ahora quiere que regreses a él camino del bien, por eso es que deja aquí a sus ovejas descarriadas, nosotros los padres somos seres encargados de poner por el buen camino a los ositos de nuevo–Se detuvo unos momentos, para ahora buscar entre sus llaves que llevaba con el, abriendo lo que era una puerta que daba a una recámara que no se veía en las mejores condiciones, de forma inmediata aventó a el oso morado adentro de ella.

–¡Ouh!...–Dijo este, pues con aquel empujón se había caído al suelo, incluso sus lentes se habían caído, los recogió rápidamente y se los puso.

–Espero que esto te quede como una lección, hijo mío, de que la homosexualidad es un pecado, que Dios hizo a un osito y una osita, no a dos ositas ni a dos ositos...te voy a enseñar el dolor, porque el dolor es la única forma que hizo Dios para aprender a valorar la paz –Dijo con enojo, para ahora tomarlo de nuevo por la muñeca, para dejarlo en la cama.

–Pero no entiendo de lo que usted está hablando, porfavor deténgase, no entiendo nada y me siento demasiado asustado con todo lo que está pasando....–Tapó un poco sus ojos, cuando menos espero ya había visto como aquel Padre se había sacado la ropa, su cuerpo comenzó a temblar de manera involuntaria, él mismo sabía que algo no estaba bien dentro de todo esto.

–Te dije que ibas a aprender por el dolor, esto es lo qué pasa cuando haces enojar a Dios –Gruñó de nuevo, para acercarse donde el, empezando a despojar de su ropa a el contrario, la molestia era algo que le invadía en muchos sentidos, se podría decir que en pocas palabras le rompió la ropa como un maldito animal.

–¡Ya pare porfavor!, tengo miedo, porfavor, mi cuerpo no a dejado de temblar, no haga eso con mi ropa!–Intentó hacerse para atrás, chocando con la cabecera de la cama, sus lágrimas habían empezado a caer por el miedo y la frustración de el momento.

–......–El padre ya no dijo ninguna palabra, con los pedazos de ropa rota de el contrario los usó para poder atar sus manos, poniéndolo en una posición un tanto vergonzosa, lo había puesto en cuatro.

–¡¡¡Porfavor deténgase!!!–Su garganta empezaba a doler de lo mucho que estaba gritando, intentando liberarse de aquel agarre, sus lágrimas seguían cayendo, lloraba de una manera demasiado desgarradora.

–........–De nuevo no hubo ninguna respuesta, solo un frío silencio con aquella horrible habitación, lo tomó por las caderas y masturbó su propio pene hasta poder obtener una erección, la cual la colocó en el año de el contrario, entrando de una, provocando un sangrando inmediato, tantas cosas y tantas emociones habían pasado en ese momento para ambos osos. Uno de ellos se sentía sucio, mientras el otro se sentía bien al penar que hacía lo correcto.

–¡Duele!, ¡¡¡Duele!!!, duele mucho, porfavor sáquelo, saquéelo....yo no quiero esto, ¡Duele mucho!–Su voz empezaba a ser más baja, se estaba quedando sin voz por tanto gritar, seguía intentando liberarse, las sabanas ya se estaban manchando de la sangre.

–No, que esto te sirva de lección, maldito gay–Fue lo que por fin soltó aquel padre, para poder tomarlo por las caderas, comenzando a embestirlo de una manera violenta.

–¡¡¡Ahhh!!!, prometo cambiar, prometo cambiar.....¡Solo ya déjeme!, ¡Duele y arde!–Puso su cara tan fuerte sobre la cama que incluso sus lentes se habían roto, se habían roto a la mitad, se veían aquellos ojos que ahora eran rojos de tanto llorar, rojos y hinchados.

–No. ¡Dios te dio una oportunidad y tú le hiciste esto!, ¡Tu hiciste que Dios sufriera más con tu maldita homosexualidad!, estás tan jodido enfermo....–Le escupió en la espalda, mientras seguía con lo suyo, al terminar con esto, se corrió adentro de el contrario, para arreglar con cuidado su ropa y salir de ahí.

–....–Mientras tanto, Lavanda estaba quieto, sintió que algo murió en el ese mismo día.

–Las monjas te van a curar, yo no planeo curar a ningún homosexual como tú–Dijo el padre para ahora salir por completo, tal cual como dijo es que salió de aquella habitación, algunos 30 minutos después entraron dos monjas qué tal vez eran de la misma edad de aquel muchacho o incluso más jóvenes, las cuales comenzaron a limpiarlo rápido, ellas estaban muy preocupadas...

–Se ve muy mal...–Le dijo una de las monjas a la otra

–Ayuda...–Fueron las últimas palabras de Lavanda antes de caer desmayado, no sería la primera vez que vivió algo así.


¿𝓈𝑒𝓃𝓉𝒾𝓂𝑜𝓈 𝓁𝑜 𝓂𝒾𝓈𝓂𝑜? 𝒸𝒶𝓇𝒾𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓍 𝓅𝒶𝒹𝓇𝑒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora