Prólogo

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Las manos y todo el cuerpo me temblaban sin control, sentía un tic que hacía que me vibrara el lado izquierdo de la cara, lamía mis labios constantemente por la resequedad a pesar de haber bebido tres litros de agua hace apenas quince minutos. Las gotas de sudor bajaban desde mi cuello hasta mi columna pese al frio que había afuera. El aire removía violentamente mis cabellos y las lágrimas resbalaban por mis mejillas muy a prisa. La abstinencia me estaba matando.

Mire como el agua de la piscina frente a mis ojos se le generaban pequeñas y casi inexistentes olas por la fuerza del viento. Llore con más fuerza. Mis pies, más pálidos que nunca por el frio comenzaban a notar el dolor de haber corrido por superficies irregulares para llegar aquí. No hay solución. Nada que haga podrá sacarme de la miseria en la que estoy. Desearía estar bajo la influencia de cualquier sustancia que alterara mi sentido de la realidad y así resultaría más fácil poder hacer las cosas.

Clave mis uñas con tanta fuerza en mis palmas para evitar temblar que sentí como lentamente perforaban mi piel hasta hacerla sangrar. Ese dolor era inexistente si lo comparaba al que llevaba por dentro.

Los pinos frente a mí se movían de un lado al otro haciendo un sonido aterrador al fusionarse con el viento.

La luna era la única testigo de mi actual agonía.

A lo lejos, caminando de entre la penumbra y las sombras salió un chico. Aquel chico que casi nunca veía en las reuniones y que siempre parecía ajeno a todo su a su alrededor.

Se detuvo al otro lado de la piscina, mirándome directamente a mí y me dijo:

―Sé que la estás pasando mal, pero el mundo no va a ser un mejor lugar sin ti, no vayas a cometer ninguna estupidez.― me dijo mirándome a lo lejos y parado indiferentemente al frio que hacía.

No dije nada, solo mire con indiferencia. Claramente la abstinencia no iba a sacar los rasgos más agradables de mi personalidad. Esta noche no iba a estar amigable. Trague saliva, desenado meterme a la piscina y beber toda el agua.

―Solo aléjate de la orilla...

―No me voy a suicidar, si eso es lo que te preocupa.

Lo mire directamente, otra vez, acomodando el desastre de mi cabello para poder verlo mejor. Realmente no se el porqué de mis acciones y si me preguntan en este momento tampoco sé cómo llegue hasta aquí, solo deseaba con todo mi ser que el ruido de mi cabeza parara y me dejara tranquila.

―Te equivocas, no me importa en lo absoluto, es solo que cuando alguien se mata en este lugar, se hace mucho alboroto y no me gusta el ruido.

Bueno, tenía un punto, a mí tampoco me gustaba el ruido.

―Entonces largo.

Y sin detenerme a pensar en nada más, salte al agua.

DON'T BLABE MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora