Capítulo único: Miedo.

213 30 7
                                    




La mesa está servida desde hace horas, pero la comida está tan fría como debe ser el viento que azota los árboles en el jardín, causa de la tormenta. Hay tomates rellenos, un delicioso salmón con papas y judías verdes y un exquisito pastel de queso. También hay vino blanco, dos botellas heladas, para ser precisos y un poco de jugo de naranja, por si Nie Huaisang quería tomar un descanso antes de probar el postre. Todo lo ha preparado él mismo, empeñado en desempolvar las recetas que guarda en su memoria que sabe se consumirá con los años, pero que sus manos están tan acostumbradas a realizar, que se siente como si su cuerpo actuara sin necesidad de consultar nada con su cabeza.

Pensó que con eso podrían volver a comenzar. Tenía una propuesta en la punta de la lengua, que ha estado agonizando entre sus labios desde que comenzó a buscar los ingredientes en la cocina.

Su esposo no ha vuelto en su horario acostumbrado. Para las once de la noche que ya son, Huaisang ya debería estar en la cama junto con él, contándole un poco sobre cómo estuvo su día. Esa era su costumbre. Pero las costumbres y las tradiciones, como salir a cenar una vez al mes los días veinticinco, que se relacionaban a la fecha de la celebración de su matrimonio, se perdían de a poco. Y sabía que en gran parte era su culpa.

Todo porque su miedo era mudo...

Jiang Cheng espera, sentado en el sofá más grande de su sala de estar, con su celular en mano, como seguramente lo haría Huaisang en las noches que él permanecía fuera de casa hasta tarde; como lo haría Huaisang, aguantando sus descuidos de llamarlo. Jiang Cheng espera, sentado en el sofá más grande de su sala de estar, con su celular en mano, como seguramente lo haría Huaisang cuando le pedía que lo esperara para cenar y él llegaba tan tarde, que lo único que podía hacer, era llevarlo a la habitación y dejarlo seguir durmiendo.

Esta vez, es él quien espera. Por primera vez, es él quien espera con una copa vacía.

Y aquello no se siente bien. La medicina es amarga y arrastra su gusto desagradable hasta su estómago, donde se riega de a poco, haciéndolo arder.

Lo ve llegar, pasando de las once, con el saco y la corbata en mano, cansado de tanto aguantar. Nie Huaisang y sus ojos de verde olivo,  se ven agotados cuando están frente a frente por fin. Hay una disculpa en su rostro, pero el miedo de su esposo también es mudo.

Hay un "te quiero" en la punta de su lengua; pero Jiang Cheng le pide que espere, lo retiene y le obliga a regresar por su garganta, atorándose en su pecho. Se está muriendo de tanto hacerse callar lo que desea; de tanto callarse lo que necesita decirle a su esposo. Se está muriendo de ganas de comérselo a besos y acariciar sus manos. Desea tanto estrecharlo entre sus brazos y rogarle porque se quede un poco más.

Necesita que le de otra oportunidad. Pero se le han pasado tantos días y ha perdido tantas oportunidades para hablar; tantas oportunidades de decirle todo lo que se está guardando por pura cobardía.

Jiang Cheng es consciente de cuánto ama al hombre que le vino a enseñar cómo se puede cantar bajo la lluvia, mientras el cielo se cae y sin sentirse culpable por permitirse ser feliz con algo tan simple como las gotas de lluvia golpeando y humedeciendo su piel. Nie Huaisang le ha enseñado que las nubes también dan largos paseos sin remordimientos y que los árboles bailan por el puro placer de sentir el viento contra sus ramas. Huaisang también le ha enseñado que las plantas necesitan que les des un nombre; que les hables para que encuentren ánimos para seguir creciendo y que de vez en cuando les des una palabra dulce para mejorar el sabor de sus frutos.

Su esposo ha estado cultivando fresas en su jardín y son tan rojas como sus labios cuando los muerde mientras le hace el amor pero no le dice que lo ama.

Miedo (ChengSang)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora