Capítulo: III (Etapa 4)

69 10 39
                                    


Itzel soltó un grito horrorizada por la escena tan cruel y despiadada que se suscitó en aquel parque de diversiones

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Itzel soltó un grito horrorizada por la escena tan cruel y despiadada que se suscitó en aquel parque de diversiones. De forma casi inmediata, aquel demonio tapó su boca. Nuevamente, con la apariencia de su madre, pero no por ello la confortaba. Sabía quién era perfectamente aquel truco por intentar relajarla, fue en vano, sobre todo después de haber visto a su madre asesinar a la anciana adivina.

—Tienes que guardar silencio, ser inferior —aseveró aquel ser del mal—. Usa tu cerebro, ¿qué crees que sucederá si alguien llega aquí y te ve junto a la muerta?

Por su parte, la joven intentó calmarse a la brevedad. Tenía razón, estaría en problemas, aunque era una reacción normal ante algo tan impactante como ver morir a una persona. Sin embargo, debía salir sin levantar sospechas y seguir con su vida.

Se escucharon unos pasos cerca del sitio donde se encontraba la adivina. Itzel, que no era muy lista o deportiva, comenzó a preocuparse. No sabía qué hacer o cómo huir. Sin ser vista, comenzó a sudar frío y en su desesperación, le pidió:

—¡Por favor! Ayúdame, demonio —expresó Itzel con profunda desesperación.

Al notar el desequilibrio que había generado en la joven, el demonio se llenó de un júbilo interno. Fue tanto aquello que deseó por un minuto dejarla en el sitio para ver cómo su vida se desgastaba por algo que no cometió detrás de una celda. Sin embargo, tenía mejores planes para ella, así que fingió estar de su lado.

—Muy bien, tú ganas, bicho raro, pero antes debo advertirte, como bien sabes en toda mi magnificencia soy un demonio. —Se vanagloriaba así mismo con un tono irónico pero diabólico—. Y como sabrás, toda mi ayuda siempre viene acompañada de algo lleno de oscuridad.

Sintiendo que el tiempo se le agotaba, aceptó asintiendo con su cabeza sin pensar en las consecuencias futuras, solamente en resolver el problema del momento. El demonio chasqueó sus dedos y la llevó a aquel lugar tenebroso, el mismo de la Ciudad de México, pero en su versión apocalíptica.

—¿Dónde estamos? —formuló Itzel, una pregunta torpe que a su vez venía acompañada de querer comprender qué era aquel sitio al que se trasladaba involuntariamente o que creaba su mente ida. Sea cual fuera la respuesta, quería saberla.

—Es una pregunta tonta, ¿no te lo parece? ¿Acaso no reconoces el lugar? —ironizó el demonio.

Por supuesto que lo reconocía, quería respuestas y estaba claro que él no se las daría. Después de todo, no sabía si su tono era real o solo un triste fruto de su retorcida mente. Cualquiera que fuera el caso, hacía cosas muy realistas, y ya no podía distinguir lo que era real y lo que no.

—¿Por qué me trajiste aquí? —Volvió a cuestionarlo, esta vez jugando su juego.

—¡Vaya! Hasta que dices algo con coherencia —declaró aquel ser—. Vamos a divertirnos. Yo te saqué de aquel apuro, así que me debes una, como comúnmente dicen ustedes, bacterias.

Tiempo congelado  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora