Lionel Scaloni: La hija de Aimar

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MIAMI, Florida


Jugueteo con la punta de mi lapicera y cruzo mis piernas mientras apoyo mi cuaderno sobre mi muslo. Día de entrenamiento para la selección. Mi papá y Scaloni dirigen todo al pie de la letra, no hay descanso para los jugadores y encima se ve que venían rindiendo un poco mal debido a una fiesta que habían tenido la noche anterior. Lio enojado. Por favor. Recargo mi espalda en el asiento mordiéndome sutilmente el labio inferior y mirando de pies a cabeza al mayor. Siempre me había sentido atraída por él, cuando venía a casa a las jugadas que organizaba papá yo trataba de estar lo más arreglada posible para recibir alguna mirada por su parte y nada. Se lo ve muy correcto y quizás la diferencia de edad es demasiado abismal. Él 46 y yo 21. A mi sinceramente no me importaba esa diferencia, miento si digo que no había fantaseado miles de veces con él, con sus manos recorriendo mi cuerpo y su boca explorando cada centímetro prohibido, sus dedos, todo. Estaba acostumbrada a rodearme de futbolistas pero a mí no me llamaba la atención ninguno de ellos, mi cabeza la mayor parte del tiempo estaba en Scaloni.

Me gustaba y mucho más de lo que quería admitir.

Quería probar, probar todo de él, estaba segura de que tenía mucho para enseñarme, cosas que los chicos de mi edad jamás podrían hacerme sentir o hacer.

Cuando el entrenamiento terminó yo ya me estaba yendo de la cancha, caminando por los pasillos del predio. Iba a esperar a papá en el auto. Como de costumbre yo siempre lo venía a verlo los viernes, con la excusa perfecta para cruzármelo a Scaloni. Me paro al lado del auto de papá para esperarlo y mientras scrolleo un rato con mi celular. Hasta que me llega una notificación de WhatsApp.

Tienes (2) mensajes de Papi:

Hija lo suspendieron a Lio para dirigir el próximo partido así que me voy a tener que quedar unas horitas más
Te lleva él al hotel.
Cuídate, pedí lo que quieras para comer a la noche nos vemos
Te amo

¿Scaloni me llevaba a casa? Muerdo mi labio inferior, intentando contener una sonrisa que amenaza con delatar mis nervios. Le respondo los mensajes a papá y me apuro en sacar el gloss de mi cartera. Uso el reflejo de los vidrios para ponérmelo en los labios, tratando de no pensar demasiado en lo que eso podría significar. Acomodo un poco mi pelo para estar más presentable. Hacía un calor infernal acá en Miami, así que el outfit que traía puesto me ayudaba bastante a mostrar todo lo que quisiera mostrar. Bajo un poco mi remerita blanca de tirantes, revelando más escote, y subo mi pollera de jean. Espero unos minutos más, sintiendo cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho, hasta que finalmente contengo la respiración al verlo acercándose. Está tecleando en su celular, así que no me da bola al principio. Está con el conjunto deportivo de la selección argentina: una camiseta azul oscura combinada con el jogging que se le pega perfectamente a las piernas y zapatillas negras. Guarda el celular en su bolsillo, saca las llaves de su auto y finalmente me mira. Siempre está serio, pero esta vez noto una sonrisa en su boca. Cuando se acerca, nos saludamos con un beso en la mejilla. Posa su mano en mi hombro desnudo por unos segundos, su toque quema como fuego en mi piel, y cuando se aleja nos miramos a los ojos.

Sin querer, le miro la boca, notando cada curva y movimiento, pero corro la mirada al instante, mi rostro ardiendo.

—Hola, Lio. Me dijo papá que me llevabas hoy —murmuro con una sonrisa nerviosa, a lo que él asiente. Parece que no se dio cuenta de que le miré la boca, y menos mal.

—Sí, sí. Me suspendieron para el partido y quedé re encascado. Prefiero irme —explica, indicándome con la cabeza hacia su auto para que vayamos. Me doy la vuelta y, como está pegado al auto de papá, solo rodeo y me voy para el lado del copiloto, sintiendo sus ojos en mi espalda.

SHOT | Scaloneta +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora