Luna

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Pablo estaba perfectamente consciente de que Lionel podía sentir sus ojos almendrados comiéndolo. Pero por más que su parte lógica le gritaba que centrara su atención en otra cosa, los fuertes brazos adornados por una ligera camiseta blanca y coloreados de un leve tono dorado gracias a los escurridizos rayos de sol, hacían que esa tarea fuera simplemente imposible.

Sería subestimar su interés el afirmar que solo veía los brazos del contrario. Ese típico puchero que se formaba en sus rasgos al estar concentrado junto a sus ceño fruncido, era encantador a sus ojos. Aunque una pequeña risa escapó de sus labios al darse cuenta de las vueltas que le estaba dando al tremendo espectáculo que era ver a Scaloni mezclando la masa necesaria para hacer panqueques. A lo que consecuentemente, Lionel giró su cabeza divertido, levantando un poco el mentón preguntando no verbalmente que le causaba tanta gracia.

"Nada, vos seguí." Pablo respondió a la incógnita, quitándole importancia a todo el revuelo que era su cabeza y estómago en ese instante. Lionel pareció entender, volviendo a concentrarse en su tarea de mezclar.

El sol de las cinco de la tarde inundaba la gran cocina hogareña del de rulos. En su mayoría era blanca en conjunto a tonos crema y marrón oscuro. Pero la luz tan típica de un verano en su esplendor, deformaba los colores, volviéndolos algo amarillos o naranjas. Obviamente incluyendo a Scaloni en esa ecuación, la calidez del ambiente hacía que Pablo, rogara a su cerebro de trazar mentalmente esa imagen, y guardarla en lo más profundo de su ser.

El acogedor sentimiento y inevitable calor que abrazaban la habitación, causó que casi por inercia Aimar relajara los párpados "para descansar un poquito la vista." Aún apoyado en la mesita de la cocina, cómodamente sentado.

Su relación con Lionel siempre fue complicada, describiéndola con ese adjetivo ante la falta de las palabras correctas para expresar todo ese nudo en su pecho que representaba Scaloni en su vida. La verdad es que nunca nada fue complicado con Lionel, encajaron desde el primer momento en la selección cuidada por Pékerman, y desde ahí siempre volvían al otro. Sin importar los años, las parejas y las peleas, ambos sabían con envidiable certeza,que se encontrarán eventualmente, donde pertenecen.

Pablo, siempre supo que sus sentimientos dirigidos a Lionel sobrepasaba lo carnal, o de plano nunca hubo esa posibilidad. No negaría a nadie y mucho menos a sí mismo que, Scaloni se le hacía más que atractivo en cualquier sentido, mas en ningún punto de su relación estuvo solo con él en ansias de aliviar la presión de sus pantalones. A diferencia de Lionel. Después de muchas tardes, noches y mañanas analizándolo, pues era alguien difícil de entender incluso para las personas más cercanas a él. Esos fríos ojos casi imposibles de descifrar, eran tan inquebrantables que el corazón de Pablo se estrujaba cada vez que intentaba buscar o perderse en esos orbes. Despejando los pedazos de su alma de sus pensamientos, se volvió a recordar que en conclusión Lionel lo quería como a un muy buen amigo y ocasional cuerpo con el cual compartir solitarias noches. Lionel no lo veía como él lo veía.

Honestamente, la gran mayoría del tiempo se sentía usado. Como un pedazo de carne o un juguete olvidado bajo la cama de un niño mimado, que solo lo sacaba cuando requería de su compañía o necesitaba esa calidez y nostalgia que únicamente un juguete viejo podía brindar. A veces cuando limpiaba su casa, o cocinaba. Se daba el lujo que su mente divagaba en fantasiosos escenarios con Lionel como principal actor. De vez en cuando se veía a ambos en un departamento, en la playa o viajando por el mundo. Disfrutaba esos momentos de desconexión, mas al volver a la tierra, la caída se sentía el triple de fuerte. Era como si cayera de un avión, tan cerca de tocar las nubes con sus manos y besar el paraíso sin inhibición alguna solo para estrellarse de cara ante la cruel realidad.

La realidad de que Lionel y él aunque por obra y misericordia de algún dios encontrarán que sus sentimientos eran recíprocos, que Scaloni lo amará. Nunca podrían tener algo como tanto anhela.

Era simple, y no era imprescindible un experto para darse cuenta que eran muy diferentes. Scaloni, rígido, serio, un as en manejar sus emociones. Siempre sentía lo suficiente y adecuado, tranquilo hasta en los momentos más tensos, donde cualquier otro se desarmaría. Pablo, al contrario, siempre se reprochó de sentir mucho, demasiado. Si Scaloni era como una tranquila brisa, Pablo era un huracán completo, llevándose todo a su paso por no controlar su lado sentimental. Odiaba esa parte de él, odiaba como se desarmaba y armaba con una mirada, o un beso lo derretía hasta el punto de convertirse en huesos. Envidiaba lo apacible de Lionel, incluso llegaba a sentirse mal por el hecho que Lionel se tenía que bancar todo lo que representaba Pablo. Sentía mucho, era mucho.

Se consumía dulcemente en fuego mientras que el otro bailaba con este, calculando cada paso, cada respiración.

Sin saber cuánto tiempo pasó lamentando su situación sentimental, su rostro se acomodo a una fría tela junto a una suavidad que envolvía su cuerpo. Abrió los ojos sin esperarse encontrar los orbes negros con los que tanto fantaseó mientras era dejado con suavidad en el sofá de la sala de estar. Aparentemente se perdió tanto en esos oscuros y misteriosos pozos que se quedó dormido.

En un impulso, casi incontrolable de lo rápido que se escurrió de entre sus labios, afirmó lo ya conocido a susurros durante años.

"Te quiero." Mencionó de golpe, aun con ojos adormilados, impidiendo que su cuerpo procese lo dicho.

"Me tengo que ir." El sueño se disolvió de golpe y su conciencia volvió como un rodillazo a sus costillas. Las lágrimas amenazaban con salir al darse cuenta de la situación, solo siendo impedidas por su orgullo a pesar de saber bien que su boca fue causante de este desastre.

"Perdón Lionel, yo no..."

"Esta bien, nos vemos Pablo." La brusquedad de las palabras y el estruendo de la puerta causaron una marea dentro de su abdomen, provocando náuseas y tersas gotas derramándose por sus mejillas.

El sol ocultándose, se llevaba la calidez que sus rayos proporcionaban junto a los vestigios de corazón que le quedaba Mientras que el frío se abría campo con los pasos de quien le robó un pedazo de su alma, y se lo llevó como recuerdo. 

Eclipse -Scaimar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora