Me llevaron a un almacén abandonado en algun suburbio de esta ciudad que aún no conocía, dos gigantes de casi dos metros. Me metieron en lo que parecía una minúscula replica de una sala de interrogatorios normal. Había una mesa y dos sillas de aluminio. Y ahí me dejaron... esperando... casi dos malditas horas. Estaba furiosa. ¡¿Pero quién demonios se creía ese arrogante hijo de papi de mierda?! No se suponía que encontrabas a una chica bonita en la playa, que se había arriesgado (al menos figurativamente, y lo digo como figura, porque solo había estado decorando el escenario de lucha) por ayudarte y la detenías y dejabas incomunicada en un habitáculo microscópico por dos horas custodiada por dos gárgolas de aspecto apoleónico. Me dolía el trasero de estar sentada y mi impaciencia se había convertido en el eufemismo del siglo.
Al fin la puerta se abrió, pero no entró por ella el hombre que esperaba. Se parecían mucho, solo que el pelo de este, más castaño que negro y su apariencia de héroe poético en fuerte contraste con la masculinidad patente del Comandante, no permitían lugar a dudas. Su hermano además era, aunque casi de su misma estatura, un poco más delgado, de fibrosa complexión. Y sus ojos, por supuesto, eran de un azul muy bonito, pero nada que ver con los zafiros del menor. Un hombre sumamente guapo, tal vez más que Maximillian, para corazones femeninos más sensibles. Nathaniel Leone, Coronel de la Guardia, el León de Berbería. Había escuchado historias sobre las formidables acciones de este hombre. Líder del ejército angélico hasta que su hermano menor ocupó su legítimo lugar, durante su mando África había sido purgado de criaturas sobrenaturales casi al completo. Era legendario, pero no a la persona que esperaba ver.
Su boca perfecta formaba una línea rígida, mostrándose desaprobadora. Se sentó con toda la calma de un rey.
- Señorita Branw...
- ¿ Dónde está su hermano?- Enarcó una ceja.
- Siento desbaratar sus esperanzas pero a partir de ahora lidiaré yo con usted.- No era así como se suponía que fueran las cosas.- ¿ Algún inconveniente?
- Sí...
- Resérveselo.- Me interrumpió.- Mi hermano tiene que ocuparse de asuntos más importantes que usted.
- No tiene nada más importante de que ocuparse que yo.
- Subestima su propia valía, señorita.- Recordé las marcas prohibidas de un arma que parecía imposible que existiera en las manos más improbables para hayarse. - ¿De dónde viene?- Apreté la boca y crucé mis brazos, con obstinación.- Podemos hacer esto de dos formas.
- Ilumíname.- Me incliné hacia adelante, retadora. Él medio sonrió. No le pasó por alto que hubiese empezado a tutearle.
- A las buenas, o a las malas, por supuesto.
- Por supuesto.- Repetí. Nos quedamos mirándonos por algunos momentos. Sus ojos parecían burlarse: Está en mi casa, señorita Branwen. No tolero insubordinaciones en mi casa.
- De acuerdo... Nueva Zelanda. Llegué hace dos meses en una flota procedente de Plutón.
- Frío.
- No se hace una idea.- Cabeceó.
- Branwen no me suena de nada... por ahora.
- No somos gente de la que usted haya oído hablar. En la distancia mueren los nombres poco importantes.
- Aún así...
- Soy una Indeterminada, señor. Pero no era algo que pregonaramos a los cuatro vientos. Crecí en una granja aislada en el polo norte del planeta. Nuestros vecinos más cercanos estaban a leguas de nosotros. Y ya que se lo pregunta, era mi padre.
- Su padre...
- El demonio, al que debo mi mezcla de esencias.
- Mmm...
- Mi madre era una hija segunda fruto del matrimonio de uno de sus comandantes retirados, Brescia.
- El comandante Brescia, sí, lo recuerdo, y recuerdo a su hija Caria. Según he oído están todos muertos.- Me miró esperando pillarme con la guardia baja. Pero por supuesto que sabía que estaban muertos, yo personalmente los había asesinado a todos. Entre mis manos se convirtieron en hojas secas cuyos cadáveres eché al viento. No era una jodida principiante. Así que mi relato y la realidad coincidirían punto por punto, excepto en una cosa: Caria no había tenido hijos con el demonio que la raptó. Ni siquiera se había marchado con él. Pero ya no quedaba nadie que pudiese decir lo contrario. Ahora el universo contaría MI historia.
- Mis abuelos paternos cortaron toda relación con su hija cuando se enamoró del enemigo. Mi padre era un buen hombre, contrario a su naturaleza. Tal vez no había en él suficiente sangre demoníaca, o quizás- añadí, fulminándolo con los ojos como si hubiese cometido un imperdonable error.- ustedes se han equivocado y la esencia no determina al hombre. Así que mis padres vivieron una vida feliz y retirada, tuvieron una hija, a la que enseñaron todo lo bueno que tenían para ofrecerle, y luego murieron en un cruel giro del destino cuando una partida de reconocimiento de la casa de Abrahel encontró nuestro refugio. No le mentiré- añadí con énfasis, dejando que mis ojos se empañaran en unas lágrimas totalmente falsas- mis manos no están limpias. He derramado sangre en venganza de los míos. Pero mi padre creía que me había condenado, solo por ser mi padre, y cuando la culpa le castigaba llegaba mi madre, con sus alas extendidas confundiendose en la blanca nieve, a recordarle que siempre había esperanza de redención en el corazón de los justos. Ella quería que encontrara un lugar donde pudiese tener mi propia voz. Así que viajé al planeta de mis abuelos paternos. Solo llegué a tiempo para reconciliarme con mi abuelo. Me dijo que buscara al Comandante, que él me daría una oportunidad de redención.
- Brescia cayó en una escaramuza con la Princesa de las Tinieblas.- El soldado en él se resistía a creer en mi historia. Me investigaría. Pero una parte se había compadecido del pobre patito feo, lo veía en sus ojos. Ante esos ojos las pruebas que había sembrado se convertirían en irrefutables hechos. Decidí presionarle.
- Esa mujer lleva la Muerte a donde quiera que vaya.- Por dentro sonreía como un lobo. Suplicarías. Suplicarías y llorarías por tu vida y la de los tuyos si supieras ante quién te encuentras.
- Tú también.- Me noqueó su respuesta. Me acordé de improvisar una mirada herida.- Lo siento. No quise decirlo así.- Se tambaleó. Me le quedé mirando. Si él fuera mi presa, en un mes estaría comandando los ejércitos de mi padre. Los grandes caen primero, bastante regularmente por unos ojos bonitos. Si su hermano se le parecía en algo tal vez tuviera oportunidad. Carraspeó y se levantó sin decir nada. La puerta se cerró a su espalda.
ESTÁS LEYENDO
Luz y Oscuridad
Science FictionBelial, La Bestia, la hija más joven del príncipe de las Tinieblas es enviada por su padre al mundo humano con una misión: hacer caer a un ángel. Esta es la historia del mal en estado puro, la verdadera historia. Porque incluso el Diablo tiene algo...