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—. Luzu, mi niño, ¿qué tienes?—. La voz de Auron resuena en su cabeza cual eco en un lugar vacío.

Deja la libreta con recortes a un lado, recortes que no sabía porque hizo y que solo le traían malos recuerdos, mira el techo, en absoluto silencio.

—. ¡Mi niño! Levántate, salgamos al parque a jugar—. Su voz siempre fue tan suave, acompañada de esa gran sonrisa que solo le mostraba a él.

Se levanto del suelo sucio, apenas sacudiendo un poco su ropa, caminando lentamente hacia el espejo que se encontraba en su armario.

Miro su reflejo, ¿dónde había quedado el joven que Auron conoció?

Ojeras, cabello despeinado, cuerpo más delgado, ropa malgastada y sucia, una habitación desordenada, ropa por todas partes, trastes en cada rincón, basura a montones.

Todo en él estaba mal.

—. Mi niño, no te preocupes, saldremos de esta—. Lo que daría por volver a sentirlo.

Como cuando tomaba su mano antes de cruzar la calle ya que se sentía inmortal, sus abrazos cuando llegaba a la escuela y era el primero en saludarlo, cuando veían películas de terror solo y ambos acababan temblando, o como cuando llegaba la feria al pueblo y Auron lo hacia ir varios días a subirse a todas las atracciones si era posible.

Todavía conserva el peluche de cerdo que le había ganado en un juego.

Debe de estar por alguna parte, tal vez debajo de toda esa ropa sucia.

—. Mi niño, tú corre y pide ayuda, ¿vale?, te juro que iré contigo y nos volveremos a encontrar, yo los distraire—. Como odiaba recordar ese día.

El día en que Auron se fue y se llevó la parte viva de él consigo.

Recordaba a la perfección su último abrazo, que fue tan corto que ahora se odia por no quedarse unos segundos más aferrado a él, su últimas palabras antes de correr con las pocas fuerzas que tenía y no mirar atrás, lo que daría al menos por haberlo visto una última vez.

"Te quiero, mi niño, cuídate mucho."

No quería volver a llorar pero le fue inevitable cuando las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y cayo al suelo de rodillas.

Quería a Auron de vuelta, sus charlas nocturnas, cuando uno se quedaba a dormir en la casa del otro constantemente, sus abrazos, sus besos, sus caricias, su voz, su simple presencia.

Pero la policía ni siquiera había encontrado el cuerpo pese a que les dio la ubicación exacta de donde estuvieron.

Pasar por esa calle todavía le daba escalofríos.

Estuvo unos meses internado después de que pudo pedir ayuda, le dieron medicamentos y la atención necesaria para que volviera a tener fuerzas y todas las heridas se curaran.

Pero las internas seguían ahí, parecía que se abrían más con cada día que recordaba.

Sus amigos lo iban a visitar, le contaban de lo que había pasado los días que no estuvo, trataban de hacerlo reír, incluso lo sacaban a escondidas del hospital con el punto de que tomara aire fresco.

Su psicólogo le había hecho muchas preguntas, luego de algunas secciones le aconsejo alejarse a todo lo que le recordará ese día, por ello se dio de baja en la escuela, se encerró en su cuarto y se alejo de sus amigos.

Lo ocurrido tenía que ver con un compañero de la escuela psicópata, por ello ni siquiera había querido saber de ella los meses siguientes a su encerramiento.

Pero ahora tendría que volver a esta, al mismo año en el que estaba antes de todo lo sucedido, a la misma escuela, tendría que volver a convivir con quien sabe cuanta gente, a tomar las mismas clases.

Él seguiría en el grupo mientras el grupo de sus amigos ya estaban uno adelante que él.

No quería volver.

Ver a sus ex-compañeros que ahora eran adelantados que él.

Volver a salir de su habitación.

Tener que poner esfuerzo todos los días para levantarse de la cama.

De por si le costaba levantarse a tomar un baño y cepillarse los dientes.

Ahora tendría que hacer eso todos los días, estar afuera por siete horas, escuchando voces monótonas hasta regresar a la comodidad.

Al menos tendría de recompensa comida especial hecha por su madre, ella sabía que hasta levantarse de la cama era un sufrimiento, así que intentaba ayudar en lo que más podía a su único hijo.

Por ello fue rápida y preocupada cuando escucho un golpe y después el llanto de su hijo nuevamente.

Se arrodilló al lado de él, lo abrazó, palmeo su espalda y Luzu apoyo su cabeza en su pecho.

Lloraba y lloraba, con el corazón roto y un sentimiento amargado que lo atormentaba desde hace meses.

Su primer día a la escuela sería dentro de una semana.

¿Era suficiente para dejar de tener esos ataques de llanto que llegaban repentinamente?

Karma ¡Luckity¡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora