Narumi frunció el ceño. Rebuscó de nuevo entre los papeles y, finalmente, emitió un bufido dejándose caer hacia atrás. Apoyó la espalda en el respaldo de la silla y la hizo girar sobre sí misma, sus ojos fijos en el techo de aquel despacho. En sus paredes colgaban discos de oro y de platino enmarcados en finos marcos de color negro, relucientes.
A continuación la puerta del despacho se abrió. Las zapatillas de aquel hombre apenas hacían ruido sobre aquel suelo inmaculado de parqué. Narumi se incorporó y le miró expectante.
—¿Y bien?
—Nada.
—Esto es increíble —golpeó con las palmas de su mano en la mesa. Se echó hacia atrás con ímpetu y se puso en pie. Narumi comenzó a caminar por la parte de atrás del escritorio, de un lado hacia otro. El hombre la observaba apretando sus labios formando una fina línea, claramente tenso por la situación. Finalmente, la chica se detuvo y se cruzó de brazos—. ¿Puedes repetirme cuánto tiempo hemos pasado sin saber de ella?
—Alrededor de medio año.
—Alrededor de medio año —repitió, todavía sin poder dar crédito—. ¿¡Y nadie en esta maldita discográfica se había dado cuenta!?
—B-Bueno...
—¡Ni bueno, ni nada! ¡Estamos hablando de Inoue Mari! Sacó un disco con nosotros, hizo la promoción. ¿¡Cómo es que después de eso nadie se preguntó dónde estaba!?
—La llamamos, señorita Matsuyama, pero no respondió.
—¿Y fuisteis a su casa?
—Así es.
—¿Y nadie abrió la puerta?
—No, señora.
—¿Y a nadie se le ocurrió llamar a la policía?
Narumi no podía creer lo que estaba pasando. Su padre, queriendo que su hija fuera partícipe cada vez más en el negocio familiar, le había puesto a cargo de algunos asuntos dentro de los muchos ámbitos en los que la Corporación Matsuyama estaba involucrada. El negocio musical era uno de ellos. Un capricho de Horaru cuando había descubierto cantando en un parque a una chica joven llamada Inoue Mari. Ella se había convertido en su primera y única joven talento a patrocinar, y eso había obligado a Matsuyama Eiji a invertir en una importante discográfica de Japón, adquiriendo gran parte del accionariado y de influencia dentro del mundo musical.
El patriarca de los Matsuyama nunca le había prestado demasiada atención al negocio, pero las alarmas saltaron cuando comenzó a ver pérdidas en unas partidas, así que había pedido a Narumi que se encargara de averiguar qué pasaba y de poner orden si era necesario. Así fue cómo Narumi descubrió que esas pérdidas habían venido de la promoción de una de sus artistas, en concreto de Inoue Mari. Narumi la conocía muy bien, habían hablado en muchas ocasiones, habían tocado juntas en una de las fiestas anuales de los Matsuyama y, precisamente, la última vez que la había visto había sido en la última fiesta, que había organizado ella misma. Por aquel entonces, la cantante acababa de sacar su primer disco, tras varios temas de presentación que habían gustado mucho y no habían parado de sonar en la radio. Su desaparición era extraña, pero lo que más sorprendía a Narumi era que nadie se hubiera dignado en buscarla.
—Mari-san había estado un poco extraña y nos pidió unos días de descanso. Después de eso, no volvió a pasar por aquí. Pensamos que sería una mala racha... —el hombre se rascó la nuca, incómodo— Le ha llegado la fama muy rápido, su disco fue un éxito, había planeada una gira con entradas para los primeros conciertos vendidas...
—¿Y cuándo pensabais comunicarnos esto? —De ahí debían de venir parte de esas pérdidas. Habían firmado contratos para una gira que no había llegado a comenzar nunca, y seguramente habría otros tantos contratos de promoción que habían quedado sin cumplir, por lo que se habrían demandado compensaciones.
ESTÁS LEYENDO
El color de una sinfonía (Segunda temporada) [Haikyuu. BokutoxOC]
FanfictionLa inocencia les permitió soñar, formular la mejor visión del mañana. Estaban ansiosos por cumplir años y ser independientes. Pero, conforme pasan los días, ese entusiasmo se pierde hasta al final desaparecer. Crecer es aprender, vivir, experimentar...