•Suelen bailar canciones de amor antiguas.
Pasó con delicadeza su mano alrededor de la cintura de la fémina. Miró intensamente sus ojos azules, como si fuera la última vez que podría verlos.
Ninguno era un experto. Solo bailaban cuando en la isla su maestro ponía uno de sus discos viejos. Y aunque habían sido pocas veces los dos aprovecharon esos momentos al máximo.
Ahora podían bailar cada que querían, sin embargo ya no estaría su maestro para burlarse de sus pasos torpes.