Capítulo 27. Soy adicta a ti.

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—Novata tonta —dijo Amelia descaradamente.

Luisita solo respondió con una sonrisa despreocupada.

No sería una estudiante de Clase B si fuera invencible.

—Solo voy a decir esto una vez, así que escucha con atención —comenzó Amelia a explicarle que ahora está atrapada mentalmente en su subconsciente —Tendrás que dejar tu nivel subconsciente y llegar a la superficie de tus pensamientos.

La boca de Luisita se crispo de irritación. Ahora se dio cuenta de que Amelia y Shen Bing son humanos del mismo tipo, que poseen la capacidad de describir una cosa abstracta de la manera más precisa, pero que nunca pueden ser entendidos por otros excepto por ellos mismos.

Luisita se sintió como una idiota bajo la fría mirada de la morena.

—Muy bien, te guiaré, pero tendrás que confiar en mí. En el momento en que tu subconsciente me trate con hostilidad, me retiraré de inmediato.

Y Luisita se quedará vagando en su propio subconsciente.

—Entiendo.

Con eso, el cuerpo de Amelia se elevó del suelo con sus labios a una pulgada de los de la rubia y continuó moviéndose hacia arriba lentamente, rozando la nariz de Luisita, su frente y finalmente, la parte superior de su cabeza.

Fue un proceso algo lento y acelerado.

—Vamos.

El tono severo y distante detuvo instantáneamente el pensamiento de Luisita, pero no tuvo más remedio que seguir a esta mujer.

Luego se elevó del suelo siguiendo a la morena y se mantuvo cerca de ella.

Mientras se acercaban al mar flotante, Luisita se acercó a Amelia instintivamente y antes de que su mano llegara a ella, la mujer le tendió su mano, y sus dedos se entrelazaron entre sí.

Luisita tomó aliento con sorpresa, era la primera vez que alguien tomaba su mano de esa manera, y mucho menos que ese alguien fuera Amelia Ledesma.

—¿Tenemos que entrar?

Amelia la miró —¿De qué tienes miedo? Esta es tu conciencia.

Amelia extendió la otra mano hacia las olas del mar, su rostro permaneció indiferente como si nada pudiera vacilar o entrar en su corazón. Aunque al mismo tiempo, su frialdad reflejaba su resolución.

Con un toque en su pecho por parte de Amelia, Luisita quedó envuelta en el océano.

Los ojos de Amelia nunca la dejaron de ver mientras Luisita continuaba avanzando. Tenía la sensación de que no podría ir más lejos si abandonaba la visión de la morena. De repente, comenzó a entrar en pánico, hasta que Amelia apareció ante ella. Sus hebras morenas se derramaban como rayos en el océano, y la miraba con sus ojos gentiles.

Justo cuando Luisita llegaba a la superficie del océano, Amelia agarró su hombro y señaló la dirección sobre ellas.

—Dirígete hacia ahí y despertaras.

—Gracias.

Luisita miró fijamente a Amelia, el perfil impecable de la mujer estaba siendo grabado en su mente. Amelia se volvió lentamente, como si estuviera pensado algo.

—Haz un mejor trabajo al protegerte la próxima vez.

—¿Qué?

De repente, Amelia tomó la parte posterior de su cabeza, atrayéndola más cerca.

Y sin previo aviso, sus labios se presionaron con los de Luisita, los separó lentamente y los saboreó con gran fuerza que se mezclaba con un fuerte sentido de posesión.

Prosperar en la catástrofeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora