Prólogo

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Era viernes, se suponía que mamá regresaría temprano del trabajo, pero eran las 10 de la noche y no había noticias de ella.

Olivia sabía lo que pasaba después de las 10 cuando su madre no estaba en casa.

- Ya es hora de ir a tu habitación - Le dice con toda la seguridad que puede a Alina, ella la observa por un rato, pero después de un momento suspira y se levanta del sofá. Sabe que no logrará nada discutiendo, sobre todo si es a esta hora. Además, Alina respeta y confía demasiado en Olivia.

Olivia está aterrada.

Sin embargo, no podía permitirse demostrarlo, porque Alina estaba creciendo y ahora cada vez que le pedía que vaya a su cuarto y cierre su puerta con seguro, Alina intentaba convencerla de que también Olivia debería hacerlo.

No podía.

No podía porque si él veía obstáculos para visitarla, intentaría con la otra habitación. Buscaría a su hermanita.

Y eso no pasará jamás mientras Olivia esté viva.

Lo único que podía hacer para sobrellevar sus días desde que cumplió 15, era cerrar los ojos y pensar en la universidad, en cómo sería la vida fuera de esa casa, donde el sueño podía ser profundo y la mayor de sus preocupaciones serían sus calificaciones, el chico que la miró, o una fiesta con sus amigas.

También solía imaginarse en casa de sus tíos, a quienes no veía desde hace mucho tiempo, pero que sin duda recordaba con mucho afecto. Trataba de pensar en las tardes en el parque, jugando a las escondidas, burlándose de Alina porque siempre la encontraban primero, Olivia reía mucho en aquella época, tanto que hasta el estómago le dolía.

Se escucha un tintineo de llaves en la entrada.

Olivia espera que sea mamá, pero su estómago le dice algo totalmente distinto.

Ahora también le duele, pero no por las risas, esas se esfumaron hace mucho.

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