Capítulo 3: Bienintencionada traición

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Nunca antes había salido más allá de los límites establecidos de la villa en la cual creció. La idea de alejarse inspiraba terror en Hinata. Todas esas historias que la anciana Chiyo contaba delante de la fogata cobraban carne y hueso con el fin de espantar a cualquier quien osara adentrarse a los interiores desconocidos y peligrosos del bosque.

Caminar por la nieve se complicaba más. Hinata miró las espaldas del trío de hermanos con mucha ventaja. Ella se estaba quedando atrás y ninguno daba indicios de esperarla. No objetó ni se quejó, solo se dedicó a continuar avanzando, aun con los obstáculos y la ferviente diferencia de habilidades existentes entre los cazadores y ella.

Llevaba las cosas más necesarias colgando de la pequeña bolsa que había tomado a último minuto, no sabiendo qué escoger o qué considerar más importante que lo otro. Por un lado quería llevar consigo recuerdos de sus seres queridos, pero pensaba que solamente magullaría su corazón al pensar con frecuencia aquellos a quienes no pudo salvar. Al final optó por llevarse el abrigo de piel de oso que su padre guardaba para las ventiscas más violentas de la temporada, un premio que de joven consiguió en sus primeras cacerías.

El abrigo ayudó a resguardarla del frío, evitar que sus dedos se volvieran morados y perdieran sensibilidad. Sabía sobre los riesgos de viajar en aquel gélido ambiente, era primordial mantenerse abrigado y caliente para sobrevivir. Aun así, la carga extra de piel encima de su aún agotado cuerpo resentido por heridas que no cicatrizaban del todo, volvían lento paso.

Muy en el fondo Hinata temía que los cazadores desaparecieran y la dejaran en medio de la nada, sin posibilidades de sobrevivir por su cuenta. Le había dicho a Gaara que quería convertirse en uno de ellos, una cazadora para vengar a su familia y conocidos, pero ahora dudaba sí podría conseguir cumplir aquello.

En medio de todo aquel escenario blanco, donde la piel de cualquier se quemaría por los copos de nieve caer violentamente contra la superficie de aspecto acolchonado, Hinata descubría sus debilidades. Casi le faltaba el aire, no podía caminar demasiado por tantas horas, quería llorar y no paraba de repetirse si había sido una buena idea salir de su villa; era verdad que estaba destruida, que no quedaba nada que salvar, pero si era positiva quizá podría, nuevamente, levantar las cabañas dañadas, cultivar por sí misma los vegetales resistentes al invierno...

—¡Hey!

La potente voz de Kankuro se escuchó adelante. Hinata alzó la mirada, alejándose de aquellas ideas cobardes que querían obligarla a olvidarse de toda aquella tontería de convertirse en cazadora y volver a su lugar de origen.

El trío hermanos se había detenido y entre ellos resaltaba Kankuro con la mano en lo alto, haciéndose ver entre todo aquel escenario.

—¡Apúrate mujer o te dejaremos atrás! —siguió gritando.

Ella apenas asintió, procurando no hacerlos esperar demasiado. Durante los días en los que venía viajando con los cazadores, Hinata había descubierto que eran de poca paciencia, en realidad Kankuro lo era. Y gritaba demasiado, especialmente a ella. Cuando presentaba un problema o su lentitud podría ocasionar atrasos, él no reparaba ni se medía en decirle que era u absoluto estorbo, que si no conseguía seguirles el paso se quedaría atrás y moriría.

Ninguno de ellos era propenso a decirle palabras dulces o consuelo para aliviar el dolor interno de Hinata. Tal parecía que el acto de haber quemado a los muertos de la villa sería la única acción amable por parte del trío. Fuera de lo que discutieron antes partir, cuando Gaara les informó a sus hermanos mayores que ella iría con ellos, ninguno había hablado.

Hasta ese momento que Kankuro le gritaba.

Cuando Hinata llegó hasta donde se hallaban los cazadores estos volvieron a retomar el camino. Ella captó que debería acelerar el paso o a la próxima ninguno de ellos la esperaría.

Colmillo y Rojo [Naruto Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora