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Estaba completamente inmerso en la relajación de mi cuerpo, la concentración de la meditación; sentir la vida y la muerte que me rodeaba y alimentaba absolutamente todo. Sinceramente, había olvidado lo que creía antes de mi ignorancia ante tales conocimientos. No era algo que se pudiera explicar, pero sí comprender.
Mi pecho aspiraba el oxígeno que me brindaban los árboles; era un denso bosque y yacía en el centro del mismo. Un lugar alejado y tranquilo para iniciar con la academia de la próxima generación de Jedi.

Pero algo inquietaba mi sesión, un sentimiento, una presencia.

Abrí mis ojos, topandome con ese inexpresivo casco observándome a un par de metros de distancia. Le dedique una suave sonrisa, él tan solo aclaro su garganta, desviando su casco a otro lado.

—Te sentí aquí hace un par de minutos atrás, ¿Puedo ayudarte en algo?— pregunté luego de tal afirmación, si bien era cierto, notaba impaciencia en el adverso. Cómo un niño pequeño temiendo preguntar sobre algo.

—Lo siento.— se disculpó sereno, con su grave y característica voz.—Estoy aquí por el niño..., Me preguntaba si ahora que nos estás dando alojamiento, podrías enseñarle a controlar sus-

—Grogu ha escogido su camino. Ahsoka te advirtió antes sobre lo que está situación podría ocasionar.

Mis piernas en posición de mariposa se estiraron, ya me estaba cansando dicha posición.

Su casco volvió hacia mí, en busca de una positiva respuesta. Los árboles se reflejaban en esa bien cuidada y pulida armadura de beskar.

Algo en mi interior me decía que debía hacer lo contrario a lo que dictaba mi propia lógica. Esta era una nueva orden Jedi, debía crear algo revolucionario y no solo estancarme en los mismos errores que llevaron a los mismos a desaparecer.

Lo del alojamiento del mandaloriano y Grogu era meramente temporal, pues según rumores, cazadores Sith de las regiones desconocidas habían localizado la ubicación de la nueva Orden. Todavía no empezaban los cimientos y ya tenía adversarios, pero estaba tranquilo, sabía defenderme en cualquier situación.

La cosa aquí es que, el mandaloriano, en deuda por la poca estancia en la que había recibido a Grogu, decidió darme su protección.

Me negué, pero tampoco iba obligarlo a irse, estaba en su libre albedrío irse cuando él considerara que podía cuidarme solo.

Las aves cantando, un río fluyendo a unos metros más de mí; no me alerté cuando el hombre de beskar camino hacia mí, tendiendo su mano para que pudiese ponerme de pie.

Acepté su gesto inusual de amabilidad, suponiendo que era así de cordial porque si algo bien sabía de él, era que su trabajo hablaba por sí solo.

—¿Dónde está él?, Grogu— Pregunté una vez incorporado.

Sin embargo, el hombre retrocedió un poco, quizás por incomodidad de nuestra cercanía. Era de esperarse de una persona tan belica; sus creencias se basaban en las armas, a diferencia de las mías en el entendimiento de absolutamente todo.

No era superior a él, no es para malentenderlo, tan solo que podía leerlo gracias a mis habilidades y posiblemente, él estaba consciente de ello, lo que lo alarmaba de alguna manera, ¿Qué acaso tramaba algo?

—Con la troguta.— contestó con simpleza, su casco se dirigió a observar el río, pasé al lado de él. Caminé por un estrecho sendero de tierra entre los arboles; él trato de rápidamente seguirme el paso, divisando nuestro frente sin distraerse, o eso creía pues su casco no se movía de posición.

—Ahsoka es muy buena con los niños, a Ben le encanta pasar tiempo con ella.— Dije para aminorar la tensión e incomodidad que podría iniciar con un silencio. El mandaloriano tardó un par de segundos en responder.

Your eyes [DinLuke]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora