Verdades

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Una vez más, Daila sentía que su vida era igual a su antiguo entorno. En su antigua casa.

No fue querida por su familia. Sus padres y abuelos fueron los únicos que la amaban y procuraban su bien. Las demás personas solo la hacían a un lado, como si estar cerca de ella fuera algo malo, como si ella no perteneciera a ellos. Y así era siempre, con "amigos", familia, vecinos y personas conocidas de sus padres. Especialmente conocidos de su madre. Pero había una persona en especial que le hacía la vida imposible a más no poder.

Elizabeth.

Su prima, un par de años mayor que ella se encargaba de recordarle una y otra vez que que su presencia no era de su agrado, que la pelinegra no era nadie comparada con ella.

Comentarios hirientes hechos por una niña de sietes años era lo más escuchado por los oídos de la pequeña Daila. Comentarios que a pesar de que ella fingía ignorar y no escuchar, afectaban bastante la estabilidad de la pequeña niña.

—Me alegra verte después de algunos meses Daila —la rubia de ojos marrones igual a los de su madre, hablo. Su prima estaba ahí, junto a ella.

—Lastimosamente no puedo decir lo mismo —la pelinegra le dedico una linda sonrisa falsa, dando a entender que su presencia no era de su agrado.

—Mira rara, si estoy aquí no es por gusto eh. Me voy dentro de dos semana, así que tratame bien recogida —aquello último resonó en la mente de Daila. A pesar del paso de los años, Elizabeth seguía insistiendo en llamarla así.

La mano de la rubia tomo con brusquedad el brazo de la ojiverde, la cual quedo sorprendida por aquello.

—Mira Elizabeth, esta es mi casa. Así que la única recogida aquí eres tu.

Esta vez ya no tiene cinco años, ya no es una niña pequeña y está consciente de los malos tratos de Elizabeth hacia ella.

Soltó su agarre bruscamente, causando que las uñas de la chica rubia rasgaran un poco su brazo. Y aunque si hubo algo de dolor, no dijo nada y prefirió alejarse.

Sus padres se irían junto a sus tíos durante un par se semanas. Y Elizabeth se quedaría con Daila, más aquella idea no le gustaba a la de cabello corto.

—¿Cariño, puedo pasar? —Anna estaba preocupada por dejar a su hija sola, porque temía que algo malo pasara entre ambas chicas.

—Si, pasa.

—Sé que tu y ella no son las mejores amigas, pero pueden intentarlo, háganlo de nuevo. Nuevo año, nuevo comienzo — el intento de animar a su hija parecía no dar frutos, pero eso no la detuvo a quitar aquella sonrisa que tenia puesta en su rostro desde que entró a la habitación.

Ella sabía lo mal que su hija la pasaba cuando estaba con Elizabeth, pues estaba al tanto de cada uno de los comportamientos de la menor.

—Si, estaremos bien.

Como buena hija que es, Daila se preocupaba por su madre, sabia que el estrés de su trabajo la comia y la dejaba cada vez mas agotada. Y aunque últimamente no habian pasado tiempo juntas como lo hacian antes, ella lo comprendía, pues sabia que gracias a eso ella tenia una buena vida, con buena estabilidad económica. No podia pedir más.  La pelinegra esperaba que esas vacaciones que se tomaría junto a su padre y sus tíos le sirvieran para cuando ella regresara. Que el estrés ya no estría y podrían convivir como antes lo hacían.

—Bien, sabes donde hay dinero si es necesario. Jessica siempre estará ahí para lo que necesites, pero si en serio necesitas de mi no dudes en llamarme. Yo siempre tendré tiempo para ti.

Dicho aquello, madre e hija se abrazaron. Un abrazo que la menor necesitaba, pues últimamente no había estado bien, pero contárselo a su madre no era una opción presente, pues no quería llenarla de más preocupaciones. Solo se limito a sentir aquel abrazo y, agradeció tanto por él.

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