“Hoy no me salen las palabras, ya no tengo fuerzas para caminar. Pero por más que insistan no dejare que estas lágrimas de tristeza salgan fuera y dejen ver mi verdadero rostro. Sin importar lo que venga, debo mostrar una sonrisa para que crean que estoy venciendo. Cuando en realidad creo que hace tiempo me han vencido y solo estoy esperando que el jurado de la puntuación final para finalizar esta falsa pelea…”
Esas fueron unas de sus tantas palabras que mi pequeño hermano anotaba en sus memorias. Que tampoco fue un diario personal. Era tan solo un libro viejo, con algunos rayones en unas páginas que un día alguien dejó en su habitación de hospital, pero que ya jamás lo volvería a buscar. Él lo tomó como un regalo, de alguien que no volvería, para alguien que se estaba yendo. Un simple libro con sus tapas descoloridas, y rayones por montones, que él lo transformó en su diario y le puso como título MEMORIAS, en grande y centrado en la parte superior. Y en el medio tres puntos suspensivos, algo que lo caracterizaba de algún modo, ya que siempre terminaba sus frases con tres puntos suspensivos. Una vez no aguante la intriga y mientras veía como tomaba algunas notas, recostado en su camilla, le pregunté:
¿Por qué siempre dejas los puntos suspensivos?
No recuerdo quien lo dijo, solo recuerdo que fue un día en la sala de quimio. Mientras tenía una de mis sesiones. Alguien que estaba cerca de mí, le decía a otra persona que los puntos suspensivos significan que todo lo que se haya dicho o escrito antes de ellos, continuará algún tiempo en el futuro.
“los puntos suspensivos significan que lo que se haya dicho o escrito antes de ellos, continuará algún tiempo en el futuro” esas palabras y conocimientos que llegaban de una forma u otra a él, en muchas ocasiones me causaban tristeza. Porque él era solo un niño-adolescente, y como todo chico de su edad debería estar jugando con sus amigos, disfrutando de una buena fiesta, intentando conquistar chicas, y demás cosas que la mayoría de los chicos de su edad, estarían haciendo en este preciso momento. Pero por alguna razón cósmica, él no estaba haciendo nada de eso. Todo lo contrario estaba en un hospital, las 24 horas del día, los 365 días del año desde hacía ya más de 5 años. Solo lo dejaban salir algunos días, pero por pocas horas. Aunque podía ver en su mirada que no era lo mismo para él. Hasta me atrevería a decir que su vida ya no la veía fuera del hospital, sino dentro. Todo por culpa de esa horrible enfermedad que te va consumiendo poco a poco y no puedes hacer mucho para detenerla. Más que esperar y confiar en que todo saldrá bien. Algo que llevo pensando hace mucho tiempo y lo seguiré haciendo, sé que un día mi hermano sanará. Aún recuerdo ese día, cuando le diagnosticaron su enfermedad. Fue un día muy triste para todos. Recuerdo que el medico se sentó frente a nosotros. Con total seriedad en todo momento y luego de unos segundos, donde volvió a mirar los resultados de los exámenes médicos que le habían hecho anteriormente. Levantó la vista, se quitó los lentes. Y como en una escena de televisión, llena de drama, miro por unos segundos a los ojos de mi hermanito y le sonrió. Pero no era una sonrisa de alegría, era una sonrisa algo triste. Luego miro a mis padres de la misma forma, solo que sin una sonrisa. Y con un poco de brillo en sus ojos les dijo:
Señor y señora Hans. Tengo malas noticias. Su hijo no tiene ningún trastorno alimenticio, tampoco sufre de asma. Lamento decirles que su hijo…
Mi nombre es Cristofer. Y tengo 4 años-interrumpió mi hermanito en ese momento, mostrando solo tres dedos. Pero a pesar de ese inocente error, nadie rio con total alegría. Eran rizas, mescladas con lágrimas.
Mucho gusto Cristofer, yo soy Alexander. Dame esos cinco. –dijo el doctor tratando de sonreír, pero aun así, no pudo evitar dejar caer una lagrima por su mejilla.
Que tiene nuestro hijo, doctor? Pregunto mi madre preocupada
Su hijo, cristofer, tiene cáncer. Dijo el médico sin más preámbulos, ni vueltas, solo lo dijo
Sii tengo cáncer - interrumpió cristofer aplaudiendo y riendo- que es cáncer mama? -pregunto luego sin saber porque reía.
Yo no pude evitar llorar cuando lo vi aplaudir y reír diciendo que tenía cáncer. Él tenía tan solo cinco años, no sabía lo que significaba esa palabra en aquel entonces. Recuerdo que todos lloramos. Mi madre abrazo a cristofer, mi padre los abrazo a ambos. El doctor extendió su mano para tomar la de cristofer. Intentando no llorar. Pero una vez más, no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su rostro. En cuanto a mí. Me quede sentado allí atrás. Llorando en silencio. A escondidas, me daba pequeños pellizcos para tratar de despertar de ese mal sueño. Pero sin importar la intensidad del pellizco, no despertaba. Porque no era un sueño. Todo era real. El hospital, el consultorio donde estábamos, el doctor, sus palabras. El cáncer de cristofer, todo era real.
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Puntos Suspensivos
Teen FictionTodo lo que se haya escrito antes, siempre continuará en un futuro, pero no de la misma manera.