1. Piloto

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—Lylaaa...

Me encontraba en la biblioteca. Alcé la mirada de mis libros al escuchar la voz de mí hermano. Se sentó junto a mí con una sonrisita y tardé 2 segundos en darme cuenta que tenía un ojo morado.

—¿Qué te pasó? —Irma, una vecina mía y compañera, se adelantó a preguntar.

—¿A mí? Nada —se hizo el loco y apoyó su mentón en la mano para ver que hacíamos.

Estábamos estudiando geometría, que aunque no lo crean; era muy importante a la hora de dibujar o diseñar.

—Tienes una uva en el ojo, Jay —le
reclamé— ¿Cómo no te va pasar nada? Ya dínos que te pasó.

—Nada, en serio —se rió y al ver que Irma y yo lo mirábamos serias, negó brevemente y suspiró, rendido. —Bueeno, tuve una mini pelea con los Bek.

—¿Con Ivan y Aster? —Aster era un problemático que disfrutaba molestar a los demás, así que ya era normal para mí ese tipo de cosas. Pero Ivan... El no solía pelearse mucho. Como había dicho antes, solo por presión de sus hermanos.

—Eh...

—Aster y sus amigos idiotas, verdad —afirmó Irma.

—Punto para tí, preciosa —Jay le tocó el mentón a mí amiga, sonrojándola. Ella apartó su mano, resoplando.

Entre ellos no había nada, pero aveces se sentía una tensión.

—¿Y ahora qué pasó? —exigí saber, cansada de ese pelirrojo estúpido. ¿Es que no tenía nada mejor que hacer?

—Bueno yo estaba tranquilito en la cafetería comprando comida —Jay exageraba, el aveces era también un poco busca pleitos— Cuando aparecieron Aster, Justin y Kas. Y me pegaron.

—¿Así de la nada? —entrecerré los ojos. Jay me miró con ojos de cachorrito, no funcionó y tuvo que soltar la verdad.

—Bueeeeno, puede que me hayan visto hablar con Brisa. Y puede que me hayan dicho que no me acerque a ella. Pueeede que les haya dicho que se vayan a la mierda y pueeede que haya empujado a Justin.

Brisa era amiga de Shiloh, y era una especie de princesita rubia que a todo el mundo le gustaba. Eso incluía a Aster y a Jay. A menudo se peleaban por ella y Brisa no les daba ni la hora. Era una de las científicas que si le hacía honor a su título, me caía bien.

—Y luego todos ustedes empezaron a pelear y acabaste con un ojo morado —asentí, molesta.

Jay soltó una risotada. Me sorprendía lo mucho que le divertía meterse en problemas.

—Hubieras visto como quedó Aster, ahora tiene un cortecito en la ceja. Muy aesthetic.

Rodé los ojos e Irma se reía. A mí no me divertía.

—No puedes llegar a casa así —lo regañé, tocando su pómulo, el se apartó adolorido— Vas a preocupar a mamá y en su condición no es posible.

—Lo siento, hermanita —se levantó y dejó un beso en mí cabeza y le acarició el brazo a Irma. —Me dormiré bajo el puente hoy, no te preocupes.

—Eres un ridículo —le lancé un papelito.

—Y tu contaminas el planeta, no tienes
corazón —se burló de mí. Luego se fué de la biblioteca, silbando.

Mí hermano era un caso serio.

. . .

Tuvimos un par de clases, cuando al fin pudimos descansar. Salimos al recreo y caminamos con Irma hasta la cafetería. Allí, me ahorré el hecho de comprar algo ya que prefería la comida casera y la cocinaba yo misma en casa antes de venir. Irma en cambio, fue a comprarse un sándwich y una gaseosa.

El Amor Se Pinta de RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora