CAP. 4: SEDUCCIÓN

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«¡Por Dios! Alexandra no reacciona», pensó Amanda mientras la miraba, de inmediato la empresaria colocó una mano en el pecho como si quisiera interponer una barrera entre ellas. Pero seguía sin reaccionar, en sus ojos había un extraño color azul intenso, pero era algo que Amanda no podía descifrar, sus labios estaban ligeramente hinchados.

—¿Qué has hecho, Guzmán? —preguntó. Mientras ambas se levantaban.

—Bueno, obviamente ayudarle...Y por lo que veo funcionó, mira hasta te volvió el color a tus mejillas— le contestó con descaro, pero la realidad es que se moría de miedo. Aun que si moría ahí mismo ya no le importaría ya su sueño se había hecho realidad. Besar a Alexandra Martel, la dueña de sus desvelos.

—¿Y tú?—le preguntó la ingeniera.

Por lo que parecía la empresaria, estaba tan descolocada por ese beso que insistía en no moverse. Amanda llevó sus ojos a la mano de la mujer que todavía estaban en su pecho.

—¿Yo? Dándote la oportunidad de que te apartes de mí vista-— contentó en un tono de amenaza.

—Cosa que será un poquito difícil dado en el lugar dónde estamos-Una sonrisa descarada salió de los labios de Amanda y se acercó más a ella, notando como su jefa flexionaba su brazo y no le impedía el avance.

—¿Está segura de que quiere que me aparte? — Amanda le preguntó en forma desafiante. Estaba segura que solo era una careta de la empresaria. —¿Me da la oportunidad de volverla a besar, Alexandra? Porque eso es lo que pienso hacer— acortó la distancia y está vez ambas se entregaron a un beso más largo y con un ritmo apasionado, nuevamente Amanda se separó para tomar aire, pero ahora es la pelirroja quién la tomó de la nuca atrayendola a ella sorprendiendo a la ingeniera con un beso más intenso, más urgido, moviendo su boca con fuerza. El beso empezó a parecer cómo si fuera una lucha para disputarse el dominio de una sobre la otra. Pero si de algo estaban seguras esas mujeres, es que ninguna de las dos cedería. Sus lenguas estaban en perfecta armonía y sus bocas se acoplaban tan bien cómo si se conocieran de toda una vida, sus cuerpos ardían en pasión. Amanda estaba entregada al éxtasis y Alexandra, nunca había sentido tanto en un beso, todos los besos anteriores habían sido nada en comparación como el que Amanda Guzmán le estaba dando.

Lamentablemente el momento intenso no podría ser eterno, unos golpes en las puertas interrumpieron el beso tan apasionado de las dos haciendo que se separan bruscamente. El técnico por fin había llegado y en segundos las chicas estarían de vuelta a la realidad, una realidad que tendrían pequeños cambios en sus vidas, porqué las que habían entrado al ascensor no serían las mismas quiénes salían. Ambas se separaron y rápidamente comenzaron a vestirse, Amanda recogió las prendas de vestir y le extendió la mano para que Alexandra la tomara, pero esta lo que hizo fue arrebatándosela de las manos con una mirada de furia, fue entonces cuando la ingeniera se dio cuenta de que todo "volvía a la normalidad".

—Guzmán, vistase y deje el exhibicionismo- ordenó con una respiración agitada.

El silencio se apoderó del sitio, Amanda se colocó la camisa con mucha agitación, trataba de no exteriorizar lo que sentía no quería verse indefensa ante los ojos azules de su jefa. Pero la misma sensación invadía a la empresaria, estaba fuera de control, tenía una mezcla de sensaciones, su cuerpo estaba acelerado por haber sentido tanto en ese beso, también sentía molestia con ella misma por haber permitido esa situación, se supone que ella era la mayor y tenía que llevar el control; además, previamente tenía un problema de faldas como para buscarse otro. Así que le tocaría bloquear cualquier tipo de sentimientos para con su empleada que de paso le llevaba mucho en edad.

Las puertas del elevador se abrieron y muchos empleados estaban viendo como era el "Rescate" de la dueña y su empleada. Muchas miradas lascivas veían el pronunciado escote de Amanda, salieron de prisa y sin mirarse, cada una por un lado diferente para llegar a sus despachos y encerrase el resto de la tarde.

Por un lado, Alexandra se culpaba de lo que había pasado, —¿Cómo caí en el juego de esa muchachita insolente? No me puedo dar el lujo de caer en esto. ¡Por Dios!— y a unos cuantos pasos estaba Amanda, igual cuestionando su comportamiento errado, —Es mi jefa, mi jefa— enfatizó. —Soy incapaz de controlarme cuando estoy cerca... ¿Pero por qué carajo hice eso? Esa mujer es una obsesión, ¿Qué pasa, por qué no logró quitármela de la cabeza?

Lo que ambas no querían reconocer o darse cuenta, es que ya cupido, si es que realmente existía, las había flechado. El amor estaba en el aire y por más que se negaran siempre estarían en la tentación de caer en miradas fugaces, besos incontrolables que cada una tenía para dar. Lo que sí era cierto es que tendrían que derribar sus propios límites y miedos.

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