Nunca 8

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"Eso sigue existiendo, ¿eh?". 

Ese había sido el comentario de mi madre al respecto, haciéndome caer en la cuenta de que quizá hacía bastante tiempo que no me metía en la piscina del colegio. Solía ser mi forma favorita de pasar esos largos días de vacaciones de verano. El agua era fresca y refrescante, y estaba rodeada de amigos. En realidad, no tenía ninguna razón para no haber ido. 

Me puse el bañador y luego la ropa normal, cogí la bolsa de la piscina y salí corriendo. No me detuve hasta llegar a la puerta principal. 

"¡Allá voy!" 

"Sin zapatos no".  

"Ah, claro. zapatos".

Me di la vuelta, volví sobre mis pasos anteriores y saqué un par de zapatos que me pertenecían del último lugar del estante. Estaba a punto de ponérmelos cuando me di cuenta de que tampoco llevaba calcetines. Pero, dado que no tardaría mucho en quitármelos, decidí seguir la corriente. Otra cosa que noté mientras movía los dedos de los pies fue que ni siquiera mis zapatos habían podido escapar del calor del sol. Supongo que así era el verano. 

Mi madre, que había venido a despedirme, estaba en el otro extremo del vestíbulo con mi hermanita en brazos. Hacía poco que había aprendido a hablar bastante bien, y déjame decirte que eso hacía que jugar con ella fuera cien veces más divertido. 

"Ten cuidado con los extraños y los coches, ¿vale?"  

"Sí, sí." 

"Quizá esta vez recuerdes los primeros cien pasos". 

Este comentario fue seguido por ella aplastando mis mejillas desde ambos lados a la vez. 

"Lo digo porque si en algo te pareces a mí es en que eres un poco estúpida". 

"¿Eh?" Una revelación chocante. 

"Siempre lo sospeché".  

"Esa es mi hija." 

"Sólo espera. El año que viene, convertiré a esa pequeña estúpida en una pequeña listilla".

"Oh, ¿en serio? Buena suerte con eso entonces". 

Hecho esto, decidí despedirme también de mi hermana pequeña. 

"La hermana mayor va a ir a recuperarse ahora". 

"¿No lo habías hecho antes?" 

Mamá volvió a tirar de mis mejillas. Mi hermana también intentó mover sus deditos, aunque en su caso, sus brazos eran demasiado cortos para alcanzar su objetivo. Aun así, parecía que se lo estaba pasando bien. Eso era bueno. 

Cuanta más diversión, mejor, pensé.  

"Me pregunto si Taru aparecerá también."  

"Esperemos que sí." 

Mientras que yo visitaba la piscina casi a diario, no era el caso de Taru. Al parecer, eso se debía a que a menudo estaba muy ocupada en casa. Qué niña tan diligente para su edad. 

"Eso me recuerda. Date la vuelta". 

Sin darme tiempo a hacer lo que me decía, mamá me agarró por los hombros y me hizo girar a la fuerza. 

"Se supone que no debes tocar el pelo de una persona adormilada", protesté. 

"Entonces no duermas de pie", me contestó antes de ponerse a trabajar en mi pelo. Moviendo ágilmente los dedos, primero me recogió todo el pelo en una coleta y luego me hizo un nudo. Todo ello sin dejar de sujetar a mi hermana con el otro brazo. Eso debe haber requerido una gran habilidad. 

Adachi to Shimamura Volumen 11Donde viven las historias. Descúbrelo ahora