Confesión

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Farah

Observo el sol perderse por el horizonte y Lucas aún no aparece. No hay señal alguna de su persona, no me preocupa mucho el hecho de que pueda sucederle algo, pues me enteraría por mis otros empleados y ellos no han vuelto, ya lo había ido a comprobar con los de seguridad. Seguro están aburridos de mis preguntas, aunque siempre son amables conmigo. Lo que realmente me preocupa es que mamá llegue de trabajar antes de que ese auto esté de vuelta. Si bien técnicamente es mío, pues está acondicionado especialmente para que pueda transportar la silla de ruedas sin ningún tipo de problema, lo cierto es que jamás la use porque no he puesto ni una rueda fuera de estas paredes, y que la use Lucas estoy segura de que es algo que no le caería de todo en gracia.

Mucho menos ahora que está un poco descontenta. Me costó hacer que cediera a mi pedido de adelantar el pago, y sobre todo que le diera tiempo libre. No está de acuerdo con mis decisiones, pero él se encuentra de alguna extraña forma bajo mi cargo así que haría lo que le pidiera, pero me advirtió que no me pasara. ¡Y como tenía que ser! Les presté el auto. Ahora, pensando que falta poco para que mamá traspase esas puertas, estoy empezando a considerar que fue una mala idea hacer eso, pero como decía mi papá, a lo hecho pecho.

La puerta principal se abre y maldigo, mamá está aquí y va a matarme. Al darme vuelta me encuentro con Lucas y no puedo sentirme más aliviada con su llegada. Dos minutos después aparece mamá tras su espalda, me echa un saludo y se va a su despacho. Algunos meses atrás ese gesto hubiera sido motivo de discusión en la cena, mamá nunca está en casa, pero con el pasar del tiempo, de alguna forma dejó de importarme, o por lo menos ya no discuto por ello. Prefiero eso a que esté pegada a mí todo el tiempo como los primeros meses después del accidente, definitivamente no me dejaba en paz. Y estaba sumamente insistente con darle la noticia a los diarios, y aún sigue con esa idea, pero yo la ignoro, no quiero darle mis desgracias para que morboseen con ellas.

—Lamento llegar tan tarde —Lucas me saca de la nube.

Muevo mi mano para dar a entender de que no hay nada de qué preocuparse, tan solo casi sufro un mini ataque.

—Necesito que hablemos —tengo que hablarle sobre la prueba que le hice con la cadenita, eso me ha carcomido durante todo el día, no me siento cómoda sin que lo sepa. —Hoy voy a cenar en mi habitación ¿quieres acompañarme? —Lucas asiente— Entonces, llámame a Robinson por favor, está en la cocina.

Le pido a Robinson que nos lleve la cena a la habitación, la veo torcer el gesto, pero no hace comentarios, simplemente me comunica que en unos minutos la cena estará lista.

Nos trasladamos hacia la habitación, Lucas se sienta en uno de los sofás individuales que tengo en mi habitación, más para decoración que para otra cosa, yo me posiciono frente a él, casi quedamos a la misma altura, puedo verlo directamente a los ojos sin tener que elevar mi cabeza. Se nota muy cansado, o eso deduzco por las pequeñas ojeras que se aprecian debajo de sus ojos.

Ambos hablamos al mismo tiempo para romper el hielo y eso nos saca una sonrisa. Luego estuvimos discutiendo a ver quién empezaba a hablar primero. Yo quiero que lo haga él, de alguna forma estoy evitando contar lo que hice, por otra parte, él quiere que empiece yo. Al final, gano yo.

—Bueno, empiezo yo —menciona derrotado. Luego de un suspiro, prosigue— Quería agradecerte mucho por todo lo que hiciste por mí en tan poco tiempo. La verdad es que no lo entiendo, pero te lo agradezco de verdad, lo necesitaba —hace una mueca con sus labios.

Creo ver sinceridad en sus ojos, sin embargo mi intuición, que modestia aparte, suele ser bastante acertada, me dice que no me lo está diciendo todo. Algo más pasa por su cabeza.

—Pues, agradezco que me agradezcas —él se ríe y se deja caer hacia atrás en el sofá— yo tampoco sé el porqué de mi actitud, supongo que, porque quiero ser amable con la primera persona que veo después de seis meses y no es parte de esta casa.

Le llama mi atención mis palabras, pero antes de que pueda preguntar nada, somos interrumpidos por Robinson y René. Traen la cena en bandejas de madera que dejan sobre la mesa del centro. Lucas procede a colocar su bandeja sobre sus piernas, yo me acerco más a la mesa e inclino la parte superior de mi cuerpo para lograr sujetar la mía. Levanto un poco mi cabeza para ver a Lucas, este me mira a la vez que toma una papa aceitada entre sus manos y la dirige a su boca de forma despreocupada.

Y pensar que, en un momento como este, Robinson estaría diciéndome "tú tranquila, no te esfuerces por gusto, yo te lo puedo alcanzar", y lo que veo frente a mí es la boca semicerrada de Lucas masticar una papa. Eso me saca una sonrisa.

Consigo poner la bandeja sobre mis piernas y procedo a comer, luego de hacer una pregunta.

—¿Qué es lo que le sucede a tu madre? —en algunas partes de su cuerpo fue muy visible la tensión que contrajeron sus músculos. Supongo que toqué un punto complicado, pero no puedo más con la curiosidad. Quise averiguarlo en la tarde por medio de su hermana, pero él nos interrumpió así que nuevamente me quedé sin saber nada y ya es hora de poner un poco de luz sobre él, o por lo menos sobre la situación de su familia.

Lucas toma una servilleta para limpiarse las manos y su boca.

—Ni los médicos lo saben realmente —lo miro confundida— Es una enfermedad en el corazón, pero no saben lo que la causa, tampoco lo que la cura. Están haciendo una especie de experimento con mi mamá sobre los efectos de algunos medicamentos en su sistema. Todo con su consentimiento, es eso o morirse. De alguna forma, creemos que los medicamentos han alargado su existencia, pero ya no están haciendo tanto efecto como antes.

—No imaginé que fuera algo tan grave.

—Sí, y los medicamentos de base son muy costosos, lo bueno es que le duran varios meses, luego toma otros más accesibles que fueron los que pude comprarle hoy. Ya debería pensar de dónde conseguiré dinero para reponer.

Esto último lo dice distraído, me percato de que en algún momento deja de hablar conmigo y la conversación es más interna. Sin embargo, no puedo pasar por alto el tono de voz preocupado al reflexionar sobre eso, y tampoco pude evitar pensar que la forma de conseguir pagar esos costosos medicamentos era a través de los robos al que una vez hizo referencia. Ese era un tema en el que casi no tenía conocimiento, pero no creía que este fuera el momento de hablarlo.

—Perdona —retoma el habla al observarme callada— estoy hablándote de cosas que no te interesan.

—Yo pregunté así que...

No agregamos nada más. Aprovechamos el momento para seguir comiendo, este plato de milanesas con papas fritas está riquísimo, no me gusta mucho la comida mal denominada "chatarra" pero de vez en cuando me apetece y el menú cambia según nuestras ganas.

—Tengo que decirte algo importante —dejo la bandeja en la mesa y aclaro mi garganta— ayer te tendí una trampa.

Lucas deja su tenedor en suspenso en el aire y luego lo baja hasta apoyarlo sobre el plato.

—¿Una trampa? ¿Cómo?

—Sí, primero quiero decir que estoy muy avergonzada por haberlo hecho, pero, es que apenas te conozco, y sé que tendría que haberlo pensado antes de contratarte, pero ese día que te conocí mi instinto me dijo que eras el correcto, y tenía que aprovechar la oportunidad, pero tampoco podía poner a mi familia en peligro —digo todo de corrido, casi sin respirar. A veces me sucede cuando hay algo que me genera mal estar y me lo guardo. Al decirlo, no tengo filtro. Solo fluye como canilla de agua abierta.

—No estoy entendiendo nada.

Tomo una bocanada de aire para intentar frenar mis impulsos de volver a cometer ese vomito verbal.

—Mira, quería asegurarme de que no robarías nada de esta casa, así que solo hice como que se me caía la cadenita de oro para ver si tú me la devolvías a no. —Llevo mis manos a mi rostro para tapármelo durante un momento, pero luego lo enfrento, no puedo esconderme después de hacer las cosas, no es mi estilo.

Lucas, deja la bandeja en la mesa. Ya arruiné su cena.

—¿Y qué iba a suceder después? —me pregunta sin ningún tipo de tonalidad especifica.

—Si lo devolvías nada, y si no... iba a despedirte.

Se inclina hacia delante. Apoya sus brazos sobre sus rodillas y entrelaza sus manos al frente. Por la expresión en su rostro está pensando en lo siguiente que dirá.

—¿Creías que lo devolvería? —pensé que se enojaría, que me reclamaría, que hasta podría ofenderse. No estaba esperando para nada esa pregunta. Me encuentro desarmada.

No quiero dejar salir por mis labios la primera tontería que se cruce por mi cabeza, así que también me tomo un momento para reflexionar al respecto.

—Supongo que en el fondo sí. Durante toda la tarde estuve extendiendo el horario de espera, hasta que llegó la noche y ahí sí que empecé a perder las esperanzas.

Vuelve a enderezar su postura y me sonríe.

—Si te soy sincero, por mi cabeza en algún momento se pasó la idea de quedármelo, para tener algo de valor para salir de problemas como lo de hoy, pero...

—¿Pero?

—Me di cuenta que perdería más de lo que ganaría si lo hacía. No quería fallarle a la única persona que apostó por mí, que me dio una oportunidad sin conocerme y sabiendo poco sobre mi desastroso pasado.

Es tan directo que siento mi garganta seca. Carraspeo, aún tengo una duda.

—¿No estás enojado? —fija sus ojos en los míos y lo que me llega de sus palabras a través de mis oídos, también pude verlo en sus ojos.

—Farah, yo más que nadie sé que, en ocasiones, se es capaz de hacer lo que sea por cuidar a la familia, hasta convertirte en lo que más odias.  

Corazón galopanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora