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Está exhausto. Se siente como si hubiesen sido días 
que él ha descansado. Se siente como si hubiera estado en la arena por una eternidad.
Todo su cuerpo está palpitando con dolor. Uno de sus ojos fue arrancado de su cuenca, cuelga por su mejilla. Eso le coloca en una situación de significativa desventaja porque no puede verlos venir desde la izquierda. Ese lado de su cuerpo está devastado. Su mejilla está destrozada y sus enormes dientes son visibles a través de la carne desgarrada. Él puede
sentirlos comiéndolo, destrozándolo. Por cada uno de los que mata, más vienen. Sus grandes puños se apresuran y los aplasta, sus dientes desgarran y trituran, su sangre negra mancha su piel.
Más vienen y luego más, atacando su espalda y piernas y cada centímetro de carne que no está vigilada. Pelea más duro de lo que él nunca ha luchado antes y finalmente, finalmente...
se acaba. Todavía hay algunas criaturas, pero ahora huyen de él. Mew sabe que no puede descansar, no todavía. La lucha no ha terminado hasta que los mate a todos.
De alguna manera, recoger a los rezagados es más difícil que luchar contra la multitud, porque ellos son rápidos y él no loes. Los músculos y carne de las piernas de Mew cuelgan en jirones. A duras penas son capaces de soportar el resto de su cuerpo. Por último, él tropieza y cae y es incapaz de volver arriba. Utilizando sus brazos destrozados, él tiene que arrastrarse a sí mismo a través de la arena caliente, sintiéndola quemar en sus heridas abiertas.
En medio de los abucheos, la bestia torturada se arrastra en torno y alrededor de la arena hasta que todas las criaturas están muertas y sólo él permanece.

Él yace en la arena mientras los Vigilantes observan. Quizá estén esperando otro espectáculo como la última vez, donde Mew consumió los cuerpos de sus enemigos, pero no esta vez. Simplemente está demasiado cansado para comer.
Finalmente, la gran piedra se mueve y la apertura al foso le invita, felizmente tranquila y silenciosa, con su pequeña cosa esperando por él.
Mew tiene que recuperarlo. Se desploma boca abajo con un quejido en el duro suelo de piedra del foso, suspirando aliviado cuando el ruido comienza y la piedra se cierra detrás de él de nuevo. La oscuridad silenciosa es bienvenida. Él es vagamente consciente de la pequeña cosa moviéndose hacia él.
Su único ojo bueno se abre, y el se acerca lleno de angustia y desesperación.

—¿Qué te hicieron?

Mew se congela cuando la pequeña cosa pone una mano en su rostro, en uno de los pocos lugares en su cuerpo que no está desgarrado y chorreando sangre. Acaricia su correosa piel suavemente. Sus hermosos ojos azules se llenan de tristeza.
Tristeza por él, porque él está herido. Mew es consciente de eso con sorpresa y asombro, pero él no desea que la pequeña cosa esté triste o preocupado por él. Él sanará. Él siempre lo hace. 
La compasión en su voz es una cosa totalmente desconocida para el monstruo. Le hace amar el pequeño desliz de su cosa aún más. Él quiere mantenerlo en su mano y acunarlo en su
pecho, pero él no puede encontrar la fuerza.
Le acaricia suavemente.

—Eres un prisionero también, ¿no? Justo como yo.

Mew había olvidado que es un prisionero. Él deseó
desesperadamente poder recordar por qué. Y quién lo había puesto en el foso. ¿Fue porque hizo algo malo? Por un segundo, piensa que sabe, pero el recuerdo es tan esquivo como tratar de retener el humo. Desapareciendo tan pronto como llega. 
Él gime y cierra sus ojos. Basta que la pequeña cosa esté viva y segura, y él también, por ahora. Todo lo que quiere es dormir y olvidar su dolor. 
Su tesoro mantiene un ritmo relajante, su pequeña mano acaricia su mejilla indemne y eso lo calma justo hasta dormirlo. Sus sueños son agradables y llenos de piel suave como pétalo, ojos azules y cabello dorado.
El monstruo duerme durante dos días consecutivos, mientras su cuerpo se regenera lentamente; piel y tendón se unen de nuevo juntos.
Al tercer día se despierta, parpadeando ambos ojos al
unísono antes de estirarse largamente, haciendo crujir y estallar sus articulaciones y aflojando sus recién sanados músculos. Siente picazón en su nueva piel y un poco demasiado apretada, pero él sabe que se sentirá mejor pronto.
Esa no es su principal preocupación. Inmediatamente Mew busca a su pequeña cosa.
Está tumbado en el suelo, acurrucado junto a su mano. No se mueve. Él lo coge suavemente, rodándolo en su palma. Se mueve débilmente, tratando de levantar la cabeza. Parece estar tratando de decir algo, así que Mew inclina su oreja hacia abajo para escuchar atentamente.
La voz de la pequeña cosa es apenas un susurro, seca y agrietada.

La Bestia  → MewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora