París, Francia.
Una hora para abrir la cocina, una hora con los segundos justos y necesarios para dar un anuncio que cambiaría por completo el ritmo la preparación de aquellos platillos de exquisito nivel.
–Después de que Sampaoli decidiera recoger lo último de honor que tenía entre las manos, dejando el puesto más alto de la cocina libre, es una obviedad que esto iba a ocurrir– comenzó a hablar José Pekerman, dueño del restaurante. –Y hoy daré a conocer al nuevo jefe de todos ustedes– al terminar de hablar, juntó sus manos entrelazandolas.
Aquel cuerpo de chefs, desde lo más grandes hasta los más chiquitos se miraban entre ellos con complicidad, intentando adivinar las próximas palabras de un hombre que era conocido por ser impredecible.
Todos sabían que el mejor candidato era Pablo Aimar, un hombre proveniente de Córdoba con ascendencia italiana, hábil, experimentado, el de mayor de edad entre todos. Con excelentes cualidades como líder que habían quedado más que claras cuando se puso la cocina al hombro en el período de tiempo donde se quedaron sin capitán.
Pero algunos más atrevidos, anticipando la espontaneidad de Pekerman, tenían sus ojos encima del nuevo argentino que había llegado a Francia para cubrir el puesto de Lautaro Martinez, que se encontraba con dificultades debido a una lesión que interrumpía su agilidad en la cocina. Julián Alvaréz, con algunos lazos españoles e ingleses contrastantes con aquel marcado acento cordobés al expresarse en otro idioma, no se quedaba atrás.
–Messi– habló nuevamente el hombre mayor, haciendo que todos los ojos se enfocaran en el chef jefe de repostería, que se encontraba a un lado suyo. –Decile que pase– el subordinado simplemente asintió, alejándose hasta la puerta para desaparecer por un breve momento y volver a la cocina en compañía de otro hombre, instantáneamente caminando hasta posicionarse al lado de Pekerman.
Los integrantes de la cocina está vez se miraban entre ellos, confundidos, sin entender por qué un extraño se encontraba frente a ellos en medio de un anuncio tan importante.
Y Aimar sentía que una vena de su cuello saltaba cuando la sonrisa de aquel hombre –que no se trataba de un extraño para él– apareció ni bien lograron conectar miradas.
–Lionel Sebastián Scaloni es el nuevo chef en jefe de esta cocina– anunció la máxima autoridad de aquel restaurante, con una ladina sonrisa y una expresión completamente seria al mismo tiempo.
–Será un enorme placer trabajar con todos ustedes– habló por primera vez el nuevo integrante del lugar, siendo recibido por aplausos y expresiones llenas de confusión que se reemplazaron por sorpresa al escuchar aquella voz.
Ese no era un extraño, era el ganador del "The Best" del año pasado, el premio de mayor reconocimiento en la cocina internacional.
Estaban en buenas manos, en manos experimentadas, reconocidas mundialmente y sobre todo que habían sido aprobadas bajo el estricto criterio de José Pekerman que lo mínimo que exigía era la perfección absoluta.
Cuando las formalidades se acabaron, cada cocinero se dedicó a dirigirse a su respectiva área de trabajo no sin antes darle la bienvenida al nuevo hombre con un apretón de manos, alguna palmadita, un gesto con la cabeza, lo que sea con tal de poder presentarse del nuevo líder al que estarían a cargo.
Él único que no se acercó en absoluto fue un cordobés que no había dicho palabra alguna desde que aquel anuncio comenzó. Que ponía un esfuerzo sobrehumano en no irse de aquel lugar y nunca más volver.
Y por otro lado Scaloni únicamente le dedicó una sonrisa a aquel hombre que había jurado odiarlo un par de años atrás.
ESTÁS LEYENDO
Mala recepción | scaloni x aimar
Romance-Sí de tantos inútiles tuviste que hacerte cargo, explícame porque entonces vos no sos el que está al mando de esta cocina- respondió sin alterarse en lo más mínimo.