Por Durgmaran
Mi hogar está en un lugar en la costa del mar Bravo, un saliente rocoso en un entrecruce de mareas, la esquina donde chocan corrientes entre sí y el mar revuelto se estrella contra un acantilado de arenisca de diez kilómetros de largo semejando un inmenso buque varado emergiendo de la arena treinta metros sobre el mar. Arriba del acantilado se extiende una llanura seca y parda todo el año, sin relieves y calcinada por el sol del trópico en toda su inmensa extensión. Lo demás son playas de arena blanca y afloraciones de una roca negra que más al norte será una sierra obscura, calcinante y desolada.
El mar es un continuo mareaje, las olas van y vienen chocando continuamente contra el acantilado de arenisca; día y noche el mar besa las paredes pardas con vetas de colores y brillos de cristales perdidos entre la piedra de arena en alta compresión.
El acantilado y el mar son uno, las paredes son tan olas como las olas son muros, el eterno chocar ocasiona que el perímetro cambie todos los días, tan poco, tan invisible, tan cotidiano, que olvidamos que vivimos sobre un suelo dinámico y perene en escala geológica.
Desde ya tenemos estimaciones de la vida de nuestra ciudad, en cuarenta mil años esto posiblemente será una llanura a varios metros sobre el nivel del mar y con un clima muy diferente. ¿Cómo será la ciudad entonces? ¿Habrá una ciudad aquí?
No sé cómo será, pero imagino a mi ciudad modificándose poco a poco, moviéndose en tiempos geológicos; la veo transformándose poco a poco, día a día, cambiando a la par del terreno, tan lento como cambia el paisaje, pero, siendo fiel a sí misma, siendo fiel a la génesis de la ciudad que entiende nuestro hábitat como una emanación del sistema al que nos debemos y en el cual subsistimos, nuestras casas serán la solución más óptima, siempre siguiendo el cambiante paisaje y el inconstante clima.
En la ciudad vivimos más de veinte mil personas, repartidos en cuatro kilómetros de acantilado que hemos horadado y acondicionado para atenuar el clima árido de la superficie. Las cavernas son frescas y ventiladas; en los niveles superiores tenemos huertos y estanques de agua dulce protegidos del exterior, hay cámaras para nadar o bañarse, tenemos salones de curación con agua salada y las cocinas más hermosas, todas con ventanales que dan al mar, ojos a la tormenta, pero lejos del peligro del oleaje.
Somos una familia unida y sensible, la misma forma de nuestra ciudad promueve que continuamente nos encontremos en salas y terrazas, todos nos conocemos y «el chisme» se encarga de mantenernos informados de lo que pasa en la ciudad, quiénes se han enfermado, quiénes discutieron y quiénes están saliendo juntos.
La ciudad misma se gobierna por «El chisme», así que todos sabemos todo de todos y así se pueden tomar decisiones informadas, que son mucho más que "decisiones razonadas". quienes requieren por fuerza, reducir el número de variables a consideraral contrario de la sobreinformación que nos permite tomar decisiones no lineales, intuitivas, pero una intuición basada en un entrenamiento de ver sin juicio, sin clasificar ni ordenar, tan solo saber todo a nivel de eventos neutros, sin culpables ni víctimas. Así, al entender el mundo como una colección de instantáneas neutras, objetivas, podemos manejar muchísima más información y obtener intuiciones muy certeras.
En cada rincón de la ciudad, a cada minuto se está haciendo política pública y se va conformando una masa crítica de comentarios hasta que la normalidad en «El Chisme» lo vuelve lícito, prohibido o regulado. Así, hay acuerdos sociales que nunca han tenido cambio, simplemente porque ninguna innovación prosperó en el monólogo colectivo de la ciudad.
La gran mayoría de los acuerdos están en constante evolución, el lenguaje se modifica diario, pero nadie acierta a decir las diferencias exactas con lo que hablábamos hace dos años. Si alguien pronuncia una palabra de manera especial, lo más probable es que varios la repitan, si lo hacen bien y gusta, la palabra nueva se integrara al lenguaje hasta el punto, que nadie recordará cómo se decían antes esas palabras, algo que fue tan común un día, hoy a desaparecido de la mente de la ciudad.
ESTÁS LEYENDO
10 "Latido de mar"
Science FictionUna ciudad del futuro que vive al ritmo de la olas, sus casas están excavadas en la costa de arenisca y sus vidas las acompasan con el latido de la naturaleza en los ventanales de sus salas de estar.