Capítulo 1

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- ¿En serio tengo que mudarme con Lucas?

- Si quieres seguir estudiando aquí... Sí.

- Y, ¿por qué no puedo ir a un apartamento yo sola o con alguna amiga?


La madre, que estaba haciendo la maleta, mira a su hija con cara de pocos amigos.


- Ya sabes la respuesta.

- ¿No te fías de mi? De tu pequeña, de tu única hija.

- ¿Tengo que responderte?

- Mamá.

- Anya.


Anya en ese momento se da media vuelta y se va a su cuarto. Desde que una vez se quedó sola en casa aquel fin de semana, sus padres ya no confían en ella, en dejarle la casa a ella sola.

Sus padres se van a Barcelona por asuntos de trabajo durante una temporada, y la única familia que tiene en Madrid es su primo Lucas, estudiante de informática.

Son las cinco y diez de la tarde y sus padres cogen un tren a las siete y veinticinco de la tarde.


- Creo que tendré que hacer la maleta... - Dice para sí misma.


Anya se dirige al armario, de dónde saca una maleta grande de color violeta. Es su color preferido. La sube a la cama, la abre y empieza a meter cosas. Abre de nuevo el armario y coge todos los pantalones, faldas que tiene. Los dobla y los guarda en su maleta. Lo propio hace con todas las camisetas que tiene. Igual algún vestido también se lleva. Tangas, calcetines, sujetadores, medias. También se llevará dos pijamas, uno; con la camisa blanca y el pantalón de rallas negro, el otro; es corto y de tonos violetas.


- Bien, vamos con los zapatos.


Se dirige a un armario pequeño que hay al lado de la puerta, lo abre y piensa cuáles llevarse. Tiene tantos...

Por fin decide llevarse unas botas altas negras sin tacón, sus All Star blancas, unas manoletinas negras y otras azules, zapatillas de estar por casa y unos botines marrones con tiras del mismo color.


- Anya, en media hora nos vamos.

- Vale mamá.

- Te lo digo para que te des prisa, que nos vamos todos.

- Que sí.

- Ah, se me olvidaba. - La madre, Rebeca, se acerca a donde su hija muy sonriente. - Dame las llaves.

- ¿Mis llaves? ¿Para qué? - Pregunta sin saber que pasa.

- Para que no entres en casa, ¿no es obvio? Vas a estar con tu primo, y no te va a pasar nada malo. A casa no tienes que venir a nada, así que coge todo ahora.

- ¿Me estás diciendo que no voy a poder venir a casa durante todos los meses que estéis fuera?

- Exacto.


Después de soltar varios resoplidos por parte de Anya, ésta accede y le da las llaves a su madre, que se marcha diciéndole las gracias.


- Te odio. - Dice cuando la madre ya no está, pero en voz baja, por si acaso.


El neceser ya lo tenía listo, con tampones, ibuprofeno, cepillo de dientes, peine, maquillaje, sus planchas para el pelo... ¿Adivináis el color de las planchas? Sí.


Anya sale de la habitación y, antes de ir dónde su madre, se dirige al cuarto de baño. Se mira en el espejo y se contempla un rato sin sonreír. Se mira durante unos segundos su pelo rubio. Luego se mira a los ojos, sus ojos de color marrón. Mirándolos se acuerda de que no ha cogido el estuche de las lentillas ni el líquido especial. Se da un pequeño toque en la frente y coge el estuche.


- Mamá, yo ya estoy.

- Vale, pues en cinco minutos nos vamos. Que no se te olvide nada.


Anya se gira y se va haciéndole muecas a su madre. ¡Qué pesada es!


Guarda el estuche, el portátil y el cargador del móvil en su bolso negro.

Coge el móvil de la mesilla de noche, coge la maleta y sale de la habitación cerrando la puerta con cuidado.


- ¿Ya estás?

- Sí. Vámonos.

- ¿No se te olvida nada?

- Que no, vamos.


Madre e hija salen por la puerta. La madre cierra la puerta girándola cuatro veces. Anya la espera en el ascensor.


- ¿Estás contenta? - Le pregunta Rebeca a su hija mientras bajan en el ascensor desde un quinto piso.

- Contentísima.

- Me alegro, cielo.

- Era una ironía. - Mira Anya a su madre enfadada.


Ya queda poco para ir a casa de su primo. No quiere ir. No. Hace mucho tiempo que no lo ve y tampoco es que tengan una relación muy estrecha.

Pero lo único que puede hacer Anya, es asumir las consecuencias e irse con primo. Nunca olvidará aquel día de otoño.


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