Cuando llueve, diluvia

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La vida te da sorpresas. Y algunas muy grandes. Eso es lo que debería haber estado pensando Helena si no fuera por el hecho de que su mente se había quedado en blanco y no sabía muy bien como reaccionar.


La situación era más fácil de entender si se explicaba desde el principio. El día había sido bastante terrible; para ser el final del verano llevaba tres días lloviendo a mares y encima había un montón de trabajo acumulado de las vacaciones que habían hecho que tuviera que salir un poco tarde.


A la salida de la oficina se encontró con Lorenzo. No se podía decir que le cayera mal, ni mal ni bien. Era el controller financiero de la empresa y por sus respectivos trabajos no habían tenido mucho roce más allá de saludarse descuidadamente por los pasillos o en el ascensor. Aunque por los comentarios de sus amigas en el departamento de contabilidad le habían llegado historias de que era una persona bastante estricta y no muy habladora, no era el favorito de nadie.


Ambos recorrían el mismo trayecto hacia el metro aunque Helena iba delante con ganas de llegar lo más pronto posible y quitarse los zapatos que estaban empezando a mojarse de una forma que amenazaba con destrozarlos con los charcos del camino consecuencia de la lluvia constante.


Un coche pasó a toda velocidad por la calzada haciendo salpicar un charco bastante grande. Se protegió con el paraguas lo más rápido que pudo y apenas le alcanzaron unas gotas. Pero no por su protección si no por suerte.Al escuchar el sonoro chof del agua cayendo contra alguien se giró y vió la situación. Lorenzo había quedado calado completamente de pies a cabeza. La americana chorreaba agua y gotas resbalaban por su cara.


Helena se mordió el interior de la mejilla para no reirse, el hombre había quedado como un pollo mojado. Se acercó a él para ayudarle, ya que entre el maletin y el paraguas parecían faltarle manos para al menos escurrirse un poco el agua y secarse la cara.


"¿Necesitas que te aguante el paraguas?" preguntó ella.


"Sí, gracias" contestó él muy educadamente cediéndoselo. Sujetó el maletín entre las piernas y sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón para pasárselo por la cara. No sirvió de mucho porque también estaba mojado. Se desabrochó la chaqueta y se la quitó molesto escurriendo el agua como buenamente podía.


"Gra..." Lorenzo no pudo terminar la frase al darse cuenta de la situación. Helena le miraba fijamente el torso y hasta que no bajó la mirada no le vino a la cabeza lo que ella estaba viendo.


Bajo la camisa blanca de Lorenzo, ahora semitransparente y pegada al cuerpo por culpa de la salpicadura del coche se apreciaba perfectamente un arnés que cubría todo el pecho, hecho a base de cuerda roja. Bajo la ropa seca no se notaba, ya que la camisa era holgada y el tejido grueso, pero debido al agua se apreciaba fácilmente lo que era.


Antes de que Helena pudiera decir nada mas Lorenzo salió corriendo cubriéndose el pecho con el maletín y la chaqueta hecha un guiñapo. No servía de mucho ya que por la espalda se podía apreciar el rojo de la soga.


Había tenido suerte que en la zona dónde el incidente con el coche y el charco había ocurrido era poco transitada a esa hora, pero si Lorenzo llegaba a la avenida principal la cosa iba a ponerse peor.

Bajo la ropaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora