A veces la vida da un respiro

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- Pues, puedes utilizar lo que encuentres por la cocina - dijo Helena señalando hacia la cocina.

Lorenzo pensó en protestar, pero lo dejó estar; a final de cuentas estaba en casa de ella y al menos en la cocina tendría la intimidad necesaria para poner un poco en orden sus pensamientos. Ahora estaba más tranquilo, Helena a pesar de todo parecía bastante indiferente respecto a lo que había ocurrido con las cuerdas y no se podía negar que por la tarde se había comportado como un desquiciado.

Helena tenía razón cuando le había echado una bronca por salir corriendo sin mirar a dónde. Y en cierta manera, había cuidado de él en el momento de pánico. Y no se podía negar que había llevado a su casa prácticamente a un extraño que cualquier persona hubiera tachado de pervertido. Se levantó de golpe y se dirigió a la cocina.

- Bien - dijo Lorenzo parandose antes de entrar en la otra estancia - Prepárate para ser sorprendida.

Y cerró la puerta, dispuesto a preparar una cena en condiciones. Si iba a ser agradecido, mejor serlo como dios manda.


La cocina era pequeña, un rectángulo a modo de pasillo con la encimera, fregadero y los fogones con el horno debajo, con la nevera al fondo. La nevera estaba bastante bien surtida; pollo, huevos, un par de berenjenas y algunas zanahorias, brócoli y un trozo de calabaza.


También había una botella de vino blanco y algunas cervezas. Había algunos recipientes cerrados con contenidos por identificar, y una quesera con algo que parecía brie o camemberg.

En los armarios sobre la encimera había lo habitual, espaguetis, fideos, arroz y un paquete de lentejas por abrir.

En casa solía preparar cosas al horno, sencillas y que una vez has encendido el horno podías olvidarte de ellas hasta que estuvieran listas, pero en esas circunstancias algo metódico y que requiriera atención era más adecuado. Pasta, con una salsa de tomate casera. Al menos tendría la excusa de estar preparando la salsa, que si bien no era difícil era un proceso largo.


Buscando las ollas adecuadas, encontró también un par de tupperwares; si hacía suficiente cantidad podría dejar también preparada comida para el día siguiente.


Al cabo de diez minutos la cena estaba encarrilada. En uno de los fogones había una olla con agua esperando hervir, mientras en una sartén Lorenzo removía con una cuchara de madera el tomate junto con la cebolla y un par de zanahorias cortadas en pedacitos.


Para Lorenzo cocinar era un hobby, no una obligación y estar inmerso en tareas simples pero repetitivas había conseguido calmar un poco.


Estaba absorto en la tarea cuando escuchó el ruido de la puerta abriéndose a sus espaldas. Todo ocurrió demasiado rápido para poder evitarlo, al girarse para ver que quería Helena la toalla que aún llevaba a modo de pareo se enganchó en el asa de la puerta del horno, desenrollandose y cayendo al suelo.


Por un momento ninguno de los dos supo como reaccionar, quedándose helados.Rápidamente Lorenzo se agachó, de cuclillas en la cocina intentaba cubrirse tirando de la camiseta aunque no conseguía taparse del todo.


- ¡Perdon! ¡Perdon! - gritó Helena desde fuera de la cocina mientras estiraba un brazo desde detrás de la puerta con un montón de ropa. La camisa y los calzoncillos están secos ya, venia a traértelos.


Helena notó como le cogían las prendas de la mano.


- ¿Estas visible?- preguntó desde fuera de la cocina.


Lo cierto es que muchas veces llega un punto en el que uno se da cuenta que la vergüenza y la mortificación dejan de ser útiles y no sirven para nada. Lorenzo creía haber llegado a ese punto, realmente ¿que más podía pasar? A estas alturas ya lo más humillante sería que encima se le quemara la cena.

-Sí, ya está.

Al entrar en la cocina no se podía decir que la visión fuera exactamente decente. Lorenzo se había puesto sus, ya secos, calzoncillos y un delantal. Y fin.


- ¿Qué? - preguntó Lorenzo al ver a Helena levantando una ceja - Ya no viene de ahí.


- Nada, nada. Simplemente pensaba que eres un hombre de extremos. Y por cierto, ¿que hay de cena?


- Pasta con verduras. He hecho suficiente para la cena y un par de tuppers.


- Oh wow.


-No es una receta tan difícil, cualquiera lo podría hacer.


-Más bien pensaba que estás en todo, hasta para haber preparado la comida de mañana. Voy a ir poniendo la mesa mientras terminas de prepararlo.


El rato de terminar la cena y preparar la mesa le dio tiempo suficiente a Lorenzo para calmarse y decidir que hacer el resto de la noche. Aunque en el momento de antes había tenido el valor suficiente para mostrarse casi desnudo, pasar así toda la cena no le parecía tan divertido. Iba a sentirse observado como un insecto bajo una lupa, posiblemente.


Aunque no se podía negar que había una parte de esa idea que le hacía latir el corazón un poco más rápido. Había intentado ser discreta, pero el hecho de que Helena le hubiera hecho un repaso de arriba a abajo al verle sólo en calzoncillos y delantal era casi emocionante.


¿Por qué no? De perdidos al río, es lo que se solía decir en estas circunstancias, ¿no? En el peor de los casos tampoco perdía mucho, al fin y al cabo no le unía mucho con Helena aunque se sentía cómodo, cosa que ya era decir viendo las circunstancias en las que se habían conocido.
Deshaciendo el nudo del delantal, lo colgó en el gancho que había en la pared y salió de la cocina después de poner la pasta en los platos correspondientes.


- Ah, ¿es este tipo de cena?
- No es muy elegante cenar en delantal, ¿no? - sonrió Lorenzo como si fuera lo más normal del mundo.

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⏰ Última actualización: Feb 26, 2017 ⏰

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